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Yo, la peor de todas
Por Por Alejandro Borensztein - 6 de Diciembre, 2015, 8:28, Categoría: Opinión
Ahora que el
kirchnerismo se acabó, hay mucho 51% indignado por la manera en que se van. Y
buena parte del 48% restante masculla bronca y siente vergüenza por lo que
están haciendo algunos funcionarios que vienen en caída libre. Como si sólo
existiera una única forma de irse del poder. Como si dejar el
gobierno tuviera que hacerse siempre de manera cordial, republicana, razonable,
apropiada, civilizada, adulta, moderna, respetuosa, etc. En otras palabras, como
si las transiciones debieran hacerse, en todos los casos, de manera
democrática. No es así. Si no fuiste democrático desde el primer día que
llegaste, menos lo vas a ser el último antes de irte. O sea, si fuiste
una bestia peluda toda tu vida, nadie te puede pedir que, de un día para el
otro, te comportes como si fueras el Duque de Windsor. Y mucho menos sabiendo
que, al día siguiente, no te van a atender el teléfono ni el granadero, ni el
que riega las palmeras, ni el que le pasa Blem al escritorio, ni mucho menos el
que trae las escuchas telefónicas fresquitas del día anterior. La frustración que
sintió Cruela de Vil cuando le falló el plan de hacerse el tapado con la piel
de los 101 dálmatas, es similar a la que siente la Presidente desde que le
avisaron que no puede quedarse para siempre. Pongo y Perdita,
los perros buenos que rescataron a los cachorros son a la villana de Disney, lo
que Massa en 2013 y Macri en 2015, fueron a la Presidente. Pese a todo, en
lugar de enojarse tanto, la gente debería darse cuenta que el gobierno ayuda
como puede. Si el Compañero Mauri anuncia que va a mandar a imprimir billetes
de 500 y de 1000, hay que agradecer que el gobierno esté gastando todos los
billetes viejos para hacer lugar y que entren los nuevos. Si no, ¿dónde los
iban a poner? Cambiemos está
tratando de juntar tipos para cubrir todos los cargos de Ciudad, Provincia y
Nación. Como si le sobraran candidatos, encima quieren echar a Vanoli,
Sabbatella, Bauer y Gils Carbó. Les piden que tengan un gesto de dignidad y
renuncien. Ingenuos corderitos del PRO. Le están pidiendo dignidad y buenos
modales a los productores del film “A las hijas de Nisman, ni el pésame”. El único que amaga
es Vanoli, el presidente del Banco Central, que esta semana dio una conferencia
de prensa para avisar que en los próximos días va a dar otra conferencia de
prensa para comunicar una decisión personal. Ridículo. Hubiera renunciado ahí
mismo y chau. A menos que el lunes nos sorprenda con un anuncio del tipo:
“Señores periodistas, quiero anunciarles que le semana que viene voy a hacerme
las tetas”. Valoremos que el
gobierno ayuda a Macri a completar su staff de funcionarios nombrando
militantes en todas las áreas para facilitarle la tarea. Y de paso ya quedan.
No hay que olvidar que para el kirchnerismo, el gobierno de Macri es un
gobierno provisorio. Un interinato hasta que vuelva Ella. Ignoran que el
peronismo verdadero se los va a manducar y se renovará, como en los ’80,
alrededor de figuras mucho más lúcidas, modernas y democráticas. Pero el
kirchnerismo eso no lo quiere ver. Juran por Néstor y Cristina, dos personas
que en los ‘90 podrían haber jurado perfectamente por Carlos y Zulema. Para los Kirchner,
el poder son ellos o nadie. La mejor prueba de esto la dio Aníbal Fernández
esta semana, cuando declaró: “Ahí están la banda y el bastón, si no le gusta
que no los reciba”. Es una manera
elíptica de decir “si no quiere que no venga”. Gigantesco error de
interpretación de la realidad, por parte del Jefe de Gabinete que deschava el
delirio en el que viven. Veamos. Si Macri no viene,
nada tendrá sentido. Ni los miles de militantes que le van a mandar para
insultarlo, ni las escupidas de los pibes de la Cámpora desde los palcos,
ni el baldazo de barro que le van a tirar a Michetti, ni los que van a ocupar
la plaza para que el pueblo no pueda festejar la llegada de un nuevo gobierno,
ni los insultos a Pinedo, Prat Gay o Lilita. Ni el descapotable mugriento que
le van a mandar sin lavar para que lo pasee por Avenida de Mayo, ni los baños
sucios en la Rosada
que piensan dejarle o los mocos pegados debajo de los escritorios, ni los
piquetes que ya están organizando para cuando quieran echar a los ñoquis que el
gobierno nombró a último momento. Nada de eso tiene sentido si Macri no viene. De hecho, todo eso
lo hacen justamente porque Macri viene. De ahí que el único imprescindible del
próximo jueves, mal que les pese, es el Compañero Macri. Los demás, si quieren,
pueden faltar todos. No hay ningún problema. Si diluvia, asume igual. Si Maduro
pierde y provoca una guerra civil, asume igual. Si se engripa todo el gabinete
kirchnerista, asume igual. Si el Jefe de Gabinete no viene, no pasa nada. A
nadie le va a importar un carajo porque lo único que importa es que venga
Macri. Y eso los vuelve
locos. Por primera vez en mucho tiempo, no hace falta ni que vengan. Por eso,
la cosa es exactamente al revés de cómo lo plantea Aníbal Fernández. No es “si
Macri no quiere venir, que no venga”. Es “si el kirchnerismo no quiere venir,
que no venga”. Es más, si Ella no
viene, tampoco pasa nada. Nadie se va a asombrar. Si Ella no aparece, no le va
a llamar la atención a nadie. Ni a los argentinos que vivimos acá, ni a los
extranjeros que vienen a la ceremonia. Ni a Dilma, ni a Tabaré, ni al Rey de España.
Ya la conocen. Ella ya les explicó a cada uno de ellos, en su momento, cómo se
gobierna Brasil, cuál es el problema de Uruguay y qué deberían hacer en España.
Y los tipos le prestaron la cara por un rato porque son educados. Pero les
importa tres carajos y nos lo hicieron saber durante doce años seguidos. Hoy es domingo 6 de
diciembre. Mañana y pasado son feriados. Al kirchnerismo sólo le queda un día
hábil. Tiempo suficiente para mandarse alguna más. No los subestimen. La
capacidad de autodestrucción de Ella es infinita. ¿Qué debería hacer
el Compañero Macri? Nada. Quedarse piola en el molde. Ya lo dijo el Compañero
Napoleón: “Nunca interrumpas a tu enemigo mientras se está equivocando”. Propongo que todos
mantengamos un piadoso silencio. Tranquilos. No los molesten. Shhh. Muzzarela.
A lo sumo, que alguno vaya y cuelgue un cartelito en la Casa Rosada que diga:
“Gente haciendo cagadas”. Y otro en el Congreso: “Próximamente, democracia
plena”. Por Alejandro Borensztein |