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Últimos días y éxodo jujeño
Por Jorge Raventos - 6 de Diciembre, 2015, 8:08, Categoría: Opinión
Emilio Monzó,
flamante presidente de la
Cámara de Diputados, advirtió esta semana que desde la hora
cero del jueves 10, a
él le corresponde la autoridad sobre lo que pase en el recinto del Congreso y
que, de ser preciso -a juzgar por cómo evoluciona la situación probablemente lo
sea-, requerirá fuerzas de seguridad para evitar el ingreso de grupos
provocadores que quieran perturbar ese día la ceremonia de juramento de
Mauricio Macri ante la
Asamblea Legislativa. La insistencia de
la señora de Kirchner en consumar la transmisión del mando en ese mismo acto en
el Congreso (un antojo que sostiene con terquedad), y evitar la entrega de la
banda y el bastón presidenciales en la Casa Rosada, probablemente pretende facilitar el
copamiento de los balcones de la
Cámara baja por la adicta muchachada de La Cámpora (siempre dispuesta
a vitorearla a ella y a mortificar al Presidente electo) sin pagar ella el
precio de ser anfitriona de un desorden. Por otra parte, la
señora no quiere abandonar la
Casa de Gobierno como ex Presidente (rango que ocupará
después del traspaso). Si el acto se completa en el Congreso, ella habría
dejado la Casa
de Gobierno en funciones y partiría como ex desde el Palacio Legislativo hacia
el aeropuerto, para refugiarse -mientras le sea posible- en “su lugar en el
mundo”: El Calafate. Nimiedades y
caprichos del adiós, irrelevantes si no fuera porque proyectan una imagen entre
grotesca y patética de la investidura presidencial, que la señora de Kirchner
ha ostentado por dos períodos. La
autoridad cambia de manos – El aviso
de Monzó fue un sobrio recordatorio de que la autoridad cambia de manos y será
ejercida sin complejos. Horacio Rodríguez Larreta agregó otro detalle en ese
mismo sentido: “Macri va a asumir en la Rosada, el que lo decide es él, el presidente
electo. Puede pasar que la señora de Kirchner no venga… tampoco se la puede
obligar”. Lo
que en situaciones medianamente normales se resuelve bajo la forma de acuerdos
y convergencias -así ocurrió con el traspaso entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem
pese a que fue anticipado, y entre Menem y Fernando De la Rúa; es decir, en dos casos en
que el gobierno pasaba de un partido a otro-, esta vez se produce en un marco
de fractura. Es el colofón de la “década ganada”. De todos modos, las
pulseadas de protocolo son fruslerías comparadas con otros gestos con que la Señora decidió dar la
bienvenida al inquilino que la sucederá en Balcarce 50: creación de decenas de
organismos nuevos, incorporación de miles de empleados a la burocracia estatal,
designación de embajadores…Que la fiesta la pague el que viene. Después de que la Corte Suprema
determinó con un fallo extensamente meditado que la caja central debe devolver
más de 45.000 millones de pesos a Córdoba, San Luis y Santa Fe (plata que
gastaron los que se van y tendrán que sufragar los que llegan), la señora de
Kirchner extendió graciosamente esa retribución a todas las provincias. Aníbal
Fernández tradujo el sentido de la medida dispuesta por la Presidente: “ANSES
pierde algo así como $ 100.000 millones por mes, por lo cual, el flujo no va a
alcanzar para cumplir con la responsabilidad del pago de las jubilaciones”. Que
esa mala noticia la comunique Macri. En rigor, el
decreto presidencial es un mamarracho jurídico diseñado por Carlos Zannini, que
no pasa ningún examen de legitimidad: el resto de las provincias no se
encuadran en la misma situación legal que aquellas que obtuvieron el fallo de la Corte, ni tenían acciones
iniciadas, ni por consiguiente habían presentado prueba para avalar sus
reclamos. La Presidencia
no es intérprete de la
Corte. En este caso, quiso serlo y cumplió lo que no le
habían pedido. En cambio, ha incumplido sistemáticamente fallos del Alto
Tribunal (por ejemplo, la reposición del fiscal de Estado de Santa Cruz que
echó Néstor Kirchner) o ha obviado la jurisprudencia sobre jubilados que
estableció el caso Badaro. Ahora de lo que se trataba era de sembrar minas en
el acceso de Macri al gobierno. Obsesión
presidencial: el éxodo jujeño - En ese sentido, la Presidente es consecuente con su trayectoria: no
quiere dejar su forma de ser en los umbrales de la Casa Rosada. Siempre la sedujo
la imagen histórica del éxodo jujeño. Lo he consignado en varias oportuinidades.
Por ejemplo, en 2008: “En mayo, a dos meses de iniciada la rebelión interior
contra la resolución 125 durante un viaje al Noroeste y en un acto en San
Salvador de Jujuy, la señora de Kirchner ensalzó los esfuerzos de su gobierno
en términos de una nueva epopeya, como la del éxodo de Belgrano, como la del
éxodo jujeño. Tal vez se tratara de una metáfora reveladora, surgida menos de
una súbita inspiración poética que de afiebradas conversaciones conyugales en
la soledad de El Calafate. Manuel Belgrano
decidió esa maniobra defensiva desesperada cuando se consideró en inferioridad
ante los españoles del general Goyeneche, reforzados con tropas que llegaban
desde el Alto Perú; ordenó abandonar la plaza y dejar atrás sólo tierra
arrasada: quemar casas y cosechas. Cuando evocaba el éxodo jujeño comparándolo
con su propia epopeya esas imágenes que desfilaban por la fantasía de la Presidente (huidas,
incendios, desolación, amenaza enemiga) ¿Pueden, quizás, ser recuerdos del
futuro, alucinaciones provocadas por las dificultades, las deserciones, los
desafíos, los previsibles reveses?” En septiembre de
2014 apuntaba: “No hay que descartar la capacidad de daño que pueda ejercer el
kirchnerismo crepuscular, aún en condiciones de retirada. La Casa Rosada pretende
mantener el manejo de los recursos financieros contra viento y marea, porque en
la estrategia de su éxodo jujeño no sólo incluye cargar a la cuenta del futuro
gobierno un gasto expansivo que se financia con reservas y deuda pública, sino
también el estímulo financiero a las fuerzas propias con las que proyecta una
futura (quimérica, si se quiere) contraofensiva victoriosa”. En fin, la Presidente empieza a
transformarse en ex con rasgos idénticos a los que mostró en la gestión. La
diferencia es que ya no estará en el poder. Su cambio de situación tendrá
consecuencias de distinto tipo sobre el sistema político. El 25 de octubre
María Eugenia Vidal llevó a Cambiemos a la victoria en la provincia de Buenos
Aires. Pero el 22 de noviembre, aunque Macri ganó en el país, el que triunfó en
la provincia de Buenos Aires (y en la mayoría de los distritos del conurbano)
fue Daniel Scioli. Un detalle no menor: el 22 de diciembre Aníbal Fernández ya
estaba excluido. Ahora, cuando Macri
asuma la presidencia se habrá consumado la salida de Cristina de Kirchner, que
sin duda ha sido un factor fundamental para que Cambiemos pasara del segundo
puesto con 34 por ciento al primero con más de 50. Desaparece una fuerza
compensatoria de las tendencias centrífugas que amenazan a una corriente política
todavía insuficientemente cohesionada, que aún no ejerce el poder (esa otra
poderosa fuerza centrípeta). Construir desde la grieta - La foto de la grieta que reveló la elección del 22 de noviembre (51 a 49), subrayada con el comportamiento de la Casa Rosada, es el punto de partida para entender las potencialidades y riesgos de la situación. A cargo de la Presidencia, que es el
vértice y el pivote del sistema político, Mauricio Macri sabe que la
legitimidad por sí sola no es garantía de gobernabilidad. Debe hacerse cargo de
un país que parece reclamar un cambio y que al mismo tiempo parece temerle a
las consecuencias. Un país donde el peronismo, tanto el que siguió a los
renovadores de Sergio Massa como el que se expresó en la boleta de Scioli, sigue
representando una fuerza ineludible. Los desafíos de
Macri residen en garantizar gobernabilidad (algo que va más allá de los
acuerdos legislativos o institucionales) y reinstalar al país en las corrientes
centrales del mundo, y para afrontar esos desafíos, necesita desarrollar una
estrategia de unidad nacional. La grieta marca las condiciones desde las cuales
es preciso trabajar. Los
vientos del mundo - Aunque
el mundo no presenta ya las condiciones extraordinariamente favorables de
mediados de la década pasada, Argentina sigue teniendo allí una enorme
oportunidad para valorizar sus dones y capacidades. El crecimiento de las
grandes naciones asiáticas, empezando por China, y el ascenso social de sus
pueblos, abre enormes mercados para un eficiente productor de alimentos como
Argentina. El país es observado como una gran posibilidad de inversión por
empresas e inversores internacionales. Sin el obstáculo de una política
empecinada en el aislamiento, el país puede crecer explosivamente. El fin del ciclo K coincide
con nuevas situaciones en el vecindario. La región experimenta un cambio en el
sentido hacia el que marcha Argentina: Chile, Perú, Colombia avanzan, atraen
inversiones, desarrollan comercio, crean trabajo. El Presidente electo tiene
una carta de navegación: ya se vio con Dilma Rousseff, con Michelle Bachelet (y
de paso, con Tabaré Vásquez). Desde la región, apertura al mundo: Europa,
Estados Unidos, Asia, el acuerdo transpacífico. Hoy mismo Venezuela
afronta una prueba decisiva: el chavismo perderá la elección y por esa vía el
control del Legislativo; con su sectarismo e ineficiencia el poder ha minado
sus propias bases y hoy no sólo cosecha la protesta de las clases medias, sino
también la de amplios sectores populares sumidos en la pobreza y el desempleo
por una política irresponsable. Le queda al chavismo la apelación a la fuerza
desnuda. En tal caso, ¿por cuánto tiempo? Macri adelantó la
amenaza de la cláusula democrática del Mercosur, que podría excluir a Venezuela
de sus filas si transgrede más seriamente las reglas de la democracia. Brasil y
Uruguay no quieren aplicar esa medicina pero el hecho de que Argentina la
recomiende, los obliga a presionar sobre el régimen venezolano para que se
comporte con alguna sensatez. El sentido de la presión se ha invertido: pocos
años atrás los que ejercían la presión más poderosa eran los países
“bolivarianos”. La
buena gestión y la política - El
presidente electo apuesta a la gestión eficiente y a los resultados como una de
las vías para conquistar apoyos. La política (y el concepto incluye a sectores
enrolados en Cambiemos) desconfía del acento macrista en la gestión: la
consideran cándida y vulnerable. Macri ha elegido
técnicos para la mayoría de los ministerios. No se trata, eso sí, de técnicos
de laboratorio, de intelectuales de gabinete, sino más bien de cuadros
gerenciales acostumbrados a poner la pierna fuerte en el mundo de los negocios,
a discutir estrategias y conducir equipos heterogéneos, a buscar eficiencia, a
motivar, negociar y mandar. No se nota por ese lado demasiada fragilidad. ¿Prenderán esas
semillas en los territorios de la política? Esa es la jugada y habrá que
admitir que se despliega en un tablero en el que la política tradicional,
salvando raras excepciones, no ha evidenciado demasiado éxito en el campo de la
eficiencia. Por otra parte, el
que conduce esa orquesta es un ingeniero que ingresó a la política hace poco
más de una década, decidió crear su propio partido en lugar de buscar hacer
carrera (o proyectar sus capacidades) en alguno de los partidos existentes. De
allí en más, se presentó a elecciones y perdió sólo una. Ganó el gobierno de la Capital y, después de
construir una fuerza nacional, que en muchos casos está formada por técnicos,
profesionales y creadores con nula o muy escasa experiencia política previa,
acaba de ganar los gobiernos de la ciudad autónoma, de la provincia de Buenos
Aires y de la Nación. No es como para que
la política mire al estilo macrista y a su empeño en la gestión con actitud
sobradora. Por Jorge Raventos
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