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La obsesión argentina por ser un país normal
Por Armando Maronese - 4 de Marzo, 2015, 0:51, Categoría: Opinión
¿Se
sienten los argentinos a la vez el mejor y el peor país del mundo? "¡Esto
en un país normal no pasa!", "¿Por qué no podemos ser un país
normal?" "La Argentina tiene que volver a ser un país normal"...
Se escucha en las calles, en las reuniones de amigos, en los medios de
comunicación y en los discursos de los políticos. A
muchos amigos que llegaron del exterior, a los que antes de aterrizar en Buenos
Aires tanto les habían hablado de la arrogancia y aires de superioridad de los
argentinos, siempre les extrañó por qué los argentinos parecen tener tan claro
que no viven en "un país normal", como si más que arrogancia llevaran
a cuestas la cruz de una supuesta decadencia. Esta
obsesión con la normalidad resurge cada vez que hay una noticia que sacude a la
sociedad, como la reciente muerte del fiscal Alberto Nisman, que todavía está
envuelta en el misterio. Pero
la recurrente frase de "esto en un país normal no pasa" se puede oír
también cuando se corta la luz, cuando fallan los teléfonos o cuando la
carretera queda cortada por una protesta. ¿Pero
por qué exactamente se sienten tan "anormales" los argentinos? Según
Alejandro Grimson, autor de Mitomanías Argentinas, el local tiende a
interpretar la historia de su país como la de una nación que pasó de ser una
gran potencia de glorioso destino a ser un absoluto desastre. País normal, país serio - "Vengo a
proponerles un sueño: quiero una Argentina unida, quiero una Argentina normal, quiero que seamos un país serio. Pero, además, quiero un
país más justo". Discurso del ex presidente Néstor Kirchner el día de su
asunción, 25 de mayo de 2003. En
el imaginario se ve a la Argentina de finales del siglo XIX y principios del XX
como un país europeo ubicado en un lugar equivocado, con la idea de que es una
gran potencia mundial, el granero del mundo. En
aquella época eso era muy discutido, pero 100 años después se tiene a ese país
totalmente idealizado, como si hace un siglo la Argentina hubiese sido
totalmente maravillosa, explica Grimson. Algunos
dirían que Argentina fue una potencia a principios del siglo XX, otros que lo
fue en los años del peronismo (años 50), pero todos parecen coincidir en que
ahora el país vive en una permanente crisis, cuenta el doctor en antropología
en la Universidad Nacional de San Martín. Luis
García Fanlo, profesor de Sociología de la argentinidad en la Universidad de
Buenos Aires, asegura que la obsesión con ser normal tiene que ver con la
construcción misma de la nación argentina "frente a la gran inmigración de
fines del siglo XIX y principios del XX". El
Estado implementó una serie de dispositivos patrióticos y un discurso sobre el
argentino normal, buen argentino, argentino sano, basado en el positivismo
médico y el darwinismo social de la época. Un argentino normal era quien
adhería a la cultura del trabajo, no se metía en política y profesaba
sentimientos patrióticos y de sumisión ante el orden social. Según
el discurso de la clase dominante, fue primero el anarquismo, luego el
Yrigoyenismo (por la presidencia de Hipólito Yrigoyen, de la Unión Cívica
Radical) y finalmente el peronismo los que degradaron al buen argentino,
generando un país 'anormal'. Estos discursos se reprodujeron en el teatro, el cine,
la TV, la literatura, la historieta, los diarios... hasta convertirse en el
sentir común". ¿Qué es lo normal? - Los
políticos también suelen hacer referencia al "país normal" en sus
discursos y campañas. Sin embargo, todos los países parecen sentirse únicos en
sus conflictos. De algún modo, todos son un poco anormales. En
España, muchos no entienden que con el paso de los siglos se siga discutiendo
sobre las lenguas, territorios e identidades de cada región. En
Bélgica, a nadie le parecía razonable que su país pudiera pasarse meses sin
tener gobierno por la falta de acuerdo de sus partidos. En
Estados Unidos no se entendía cómo una potencia mundial podía caer en el cierre
de oficinas federales, con miles de funcionarios sin trabajar, por falta de
acuerdos políticos. En
Méjico, se escucha con frecuencia aquello de que el surrealismo se inventó en
su país. Pero entonces ¿Cómo es la normalidad a
la que aspiran los argentinos? - El
modelo era Estados Unidos para Justo José de Urquiza o Domingo F. Sarmiento (ex
presidentes durante el siglo XIX) y una simbiosis entre Inglaterra, Francia y
Alemania para los positivistas oligárquicos de la época del centenario de la
Revolución de Mayo (1910), explica García Fanlo. Pero
en décadas siguientes, los nacionalismos de derecha y los populismos radical y
peronista, así como los militares, propugnaron que había que encontrar un
modelo argentino propio sin ningún tipo de injerencia extranjera. Combinar las
tradiciones con el desarrollismo, una modernidad conservadora auténticamente
argentina. ¿Por
qué no se alcanzó ese país normal? Para unos por el populismo, para otros por
la izquierda revolucionaria, para otros por el imperialismo, para otros por las
dictaduras militares o el peronismo; en general, por existir una conspiración
internacional para evitar que los argentinos tengamos un destino de grandeza,
dijo García Fanlo. El ideal de lo normal - Para algunos, la "decadencia" de la potencia
sudamericana llegó con Perón; para otros, él fue quien impulsó hacia adelante a
Argentina. Hoy en día, muchos argentinos siguen mirando a EE. UU. y, sobre
todo, a Europa. Pero
con un problema: la Europa que ellos imaginan es un lugar idealizado, donde a
los mismos europeos les gustaría vivir. No es real. Es algo que vemos habitualmente
en sociología: se anulan todos los problemas del otro, dejando sólo los
aspectos positivos, y se idealiza. Pero eso no sirve para un país, porque todos
los países tienen problemas. Los
argentinos se refieren habitualmente a sí mismos como un pueblo que vive de
crisis en crisis, con una capacidad de adaptación infinita. Acostumbrados a
quedarse al borde del abismo por las sacudidas económicas y la inestabilidad
política de las últimas décadas, pero sin llegar a dar el paso al vacío. La
normalidad que muchos añoran podría interpretarse, entonces, como ansias de
estabilidad. Este
es un país estresante, señala Alejandro Grimson. Lo es en términos económicos y
políticos, porque es un país vertiginoso: los tiempos políticos son cortos
cuando se la compara con otros países de la región y no hay continuidad
política. Hasta los medios construyen la creencia de que cada diez años llega
una crisis al país. Anormales, pero orgullosos - Los argentinos quieren ser normales, pero no es tan
sencillo, dicen los sociólogos. Cualquier
extranjero en Argentina aprenderá en cuestión de días que en pocos lugares hay
tanta gente dispuesta a hablar mal de su propio país… y a su vez, tanta gente
dispuesta a exclamar que como Argentina no hay otra en el mundo. Como
el vino, el fútbol o la carne argentina no hay dos, dirán. Pero ningún país
tiene tantos políticos corruptos y "vivos" como éste, o tantos
"chorros" (ladrones), argumentarán. Los
argentinos se quejan a menudo de vivir en un país basura, pero a la vez dicen
convencidos que es mejor que cualquiera de sus vecinos, como cuando en forma
prepotente dicen: Si vas a las cataratas de Iguazú, mucho mejor del lado
argentino. Nunca
me imaginé que tendría la experiencia de vivir en el mejor y en el peor país
del mundo al mismo tiempo. Hay
una contradicción que es que por un lado, el resto del mundo está convencido de
que los argentinos somos soberbios, pedantes, arrogantes, insoportablemente
creídos... y que los argentinos dentro de la Argentina nos la pasamos hablando
pestes de nuestro país. Y al mismo tiempo, todavía existe esa obsesión con ser
los mejores, los campeones del mundo. Y esa es una trampa para la posibilidad
de ser un país normal. Nos
impusieron que teníamos que ser normales y a la vez nos dicen que no lo somos. Nos
dicen que tenemos un destino de grandeza y a la vez que cada vez estamos peor. La
combinación entre la frustración por lo que deberíamos ser pero nunca llegamos
a ser y esa idea de la conspiración internacional, dan como resultado algunos
de esos estereotipos. Será
que al fin y al cabo, como dice el sociólogo, "es difícil ser
argentino". Pero si nos ponemos a pensar en serio, la frase "es
difícil ser argentino" no se podría decir si el propio argentino
aprendiera a votar con la conciencia limpia. Porque si esperamos a sacar alguna
tajada de algún amigote al cual votamos, siempre tendremos una argentina sucia
y corrupta como la actual. Y cada día, mes y año que pase, estaremos cada vez
más cerca del abismo al cual caeremos con total seguridad. Por
eso, todas las penurias por las cuales pasan los argentinos, es solamente por
culpa de ellos. Por sus mentes cerradas, por su egoísmo, por su afán de trepar
a costilla de los otros y sin importar a quienes pisan. Es
hora de pensar de ahora en más… y muy seriamente. Por Armando Maronese
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