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Cuando Néstor no era K: el libro que destroza la historia de Kirchner
Por Julio Bárbaro, Oscar Muiño y Omar Pintos - 29 de Noviembre, 2014, 20:56, Categoría: Opinión
En Lejos del bronce,
Julio Bárbaro reconstruye el lado no tan conocido del ex
presidente. Entrevistas a vecinos y amigos desnudan la ambición y los
vínculos con la dictadura. Estos son algunos de los testimonios de vecinos, compañeros
y adversarios políticos de Néstor Kirchner en Santa Cruz, con los que cuenta el
libro Lejos del bronce. Estas entrevistas las realizó Omar Pintos. Carlos
Alberto Portel. Vecino de infancia de Néstor Kirchner y militante peronista de la
década del 70: A Néstor Kirchner lo conozco de toda la vida, éramos vecinos. Todos los
chicos jugábamos en una canchita del barrio que estaba en Belgrano y 25 de
Mayo, en Río Gallegos, y a Néstor no lo
dejábamos ir porque era un boludo, el tonto del barrio. El tonto que
llegó a presidente. Ya de chico, en la juventud, en la política, siempre fue un
prepotente. En barra era prepotente;
solo no valía nada. Sus familiares, en cambio, los tíos, las tías, eran
excelentes personas. Lo
operaron muchas veces de la garganta en Santiago de Chile porque era gangoso. Cuando fue mejorando su
dicción, nos pusimos todos contentos más allá de que fuéramos o no amigos. Pero
cuando fue electo gobernador, se vengó de toda la gente que se había reído de
él. Contra lo que debe ser la concepción de cualquier político, Néstor Kirchner
se tomó una revancha personal y destruyó
a los que se habían burlado de su dicción defectuosa, entre quienes
estuve yo. En
política nunca estuve con Néstor porque él no era peronista. Nunca fue
peronista. Cuando nosotros militábamos en la JP, allá por el año '70, '71, él formaba parte de las regionales peronistas.
Venía de La Plata a Río Gallegos, armaba despelote y se iba con un grupito de
amiguitos suyos. Tenían
repercusión porque eran los “montoneritos”, pero no eran montoneros de verdad. Todos sabíamos que Kirchner vendía a los
compañeros de acá. Eso que contó al asumir la presidencia en 2003,
cuando dijo que lo secuestraron en La Plata, que lo tiraron en un zanjón, es todo mentira. Jamás estuvo
preso, a él nunca lo tocaron. Durante la dictadura, yo estuve preso con el
padrino de su hijo, Cacho Vázquez, y después me tuve que ir del país. Néstor era informante de los militares cuando estaba en la universidad, en el '74 o '75, junto con otros que se decían compañeros. Hay una foto en la que está detrás de Camps, en una de las visitas del ex jefe de la Policía bonaerense a Río Gallegos. Kirchner fue estudiante destacado durante la última dictadura. Sus primeros pasos en la riqueza los dio con los militares, gracias a los remates que hizo con la financiera Finsud. Él era un tipo muy reconocido dentro del ámbito castrense por su rol de informante.
Familia. “A los hijos de Néstor y Cristina nunca los conocimos. Ellos no los llevaban a la unidad básica”, cuenta Cárcamo. | Foto: Cedoc
Eso
que dijo de los derechos humanos, de las Madres de Plaza de Mayo, fue puro cuento, marketing para la población.
A Néstor le desaparecieron compañeros y él no se ocupó de buscar a esos tipos.
Como abogado, no presentó ni un solo
hábeas corpus. Es más, han ido compañeros a verlo y él nunca se presentó
como querellante del gobierno militar. Se han acercado amigos y amigas de ellos
para hacerles alguna consulta y Cristina
primero les cobraba. (...) El
Frente para la Victoria (FpV) no tuvo
nada de frentista: ahí el único que mandaba era Néstor. En más de una ocasión,
pasé por el Hotel Comercio mientras él cenaba con otros, y cuando yo le decía
que necesitaba hablar con él, Kirchner chasqueaba los dedos y les decía a Zannini
y al Rudy Ulloa: “Rajen de acá, que tengo que
hablar con él”. Todos salían disparados como ratitas. En el FpV no había ningún peronista de verdad. Kirchner
construyó poder en base al miedo. Su
manera de hacer política siempre fue la patota. Tenía una patota muy bien
armada. Y más aún cuando fue gobernador. Llegó a tener varias. Cacho Vázquez
manejaba una patota, Rudy Ulloa manejaba otra; el Negro Vidal, otra; el
Karateca Gómez, otra más. El lema de ellos era “por la razón o por la fuerza”, como dice el escudo chileno. La
gente les tenía miedo y ellos se manejaron con la intimidación. Aún
hoy hay funcionarios que le tienen miedo al FpV, miedo a la estructura
provincial, porque la patota de Néstor
sigue operando. Acá, en Río Gallegos, hoy funciona una estructura de
inteligencia peor que la SIDE. En las calles Maipú y Chile no van a lo
ideológico sino a lo personal. Kirchner
construyó en base a la extorsión con la vida personal de los ciudadanos. Me
consta porque así lo hizo conmigo. Acá hubo quienes querían mucho a Néstor
porque era muy carismático, pero le
tenían miedo. El
apriete a los medios, que tanto sorprendió a nivel nacional, es una vieja
práctica del kirchnerismo. Néstor era intendente de Río Gallegos cuando la
Gobernación me designó director de Informaciones de la provincia y me hice
cargo de Canal 9. Un día, él y cuatro colaboradores suyos, junto con Rudy
Ulloa, tomaron el canal sin darse cuenta de que a las 11 de la noche yo todavía
estaba adentro de las instalaciones. Los metí en el despacho de la Dirección y
ordené que se labraran actas en la escribanía López Donald. Néstor era muy cagón. Cuando uno le decía las cosas de frente, achicaba enseguida. Le
demostré que no le estábamos haciendo una campaña en contra y a la mañana
siguiente fui, actas en mano, a ver al gobernador, que me dijo que no les diera
pelota. Néstor era jodido en ese tipo de cosas, por eso no me llamó la atención
que quisiera manejar los medios de comunicación cuando fue presidente: siempre lo hicieron. De prepo, por la
fuerza, porque nadie les ponía límites. Y yo se los puse. Cristina es patotera como
los mejores patoteros que tuvo él. A ella nadie le puso un freno nunca porque
también le tenían miedo. El aparato kirchnerista está armado para eso, al
estilo nazi. El gobierno más parecido a los nazis que tuvo la Argentina es
éste. El kirchnerismo se maneja con el
libro de Goebbels: “Miente, miente, que algo quedará”. (...) José
Luis Cárcamo.
Vecino de Río Gallegos y militante peronista de la década del 80: Yo conocí a Néstor a principios de los 80, en Río
Gallegos. A su hermana Alicia, que era profesora, la había conocido en el ’79,
cuando daba clases en una escuela de servicio social. En la última etapa del Proceso, ella fue subsecretaria de Acción Social,
y Daniel Varizat fue subsecretario del
Interior. Pero Alicia y Varizat, que en democracia sería ministro de Gobierno
kirchnerista, no son los únicos funcionarios de Lupín (apodo de Néstor
Kirchner) que lo vinculan con los militares. Hugo
Muratore, ministro de Educación durante la gobernación de Lupín a partir del
’91 y también diputado provincial por el kirchnerismo, había sido en la dictadura, presidente de la Comisión de Asesoramiento
Legislativo (CAL). Cada decreto de ley llevaba la firma del gobernador
del Proceso y debajo lo refrendaba el presidente de la CAL, con lo cual
Muratore reemplazaba a la Cámara de Diputados completa. Es decir que, durante
el Proceso, Lupín ya estaba armando
un cerco: él tenía negociados con los
militares. Siempre tuvo relación con ellos. Néstor
no pidió ni un solo hábeas corpus durante la dictadura. El Rafa Flores, en
cambio, presentó alrededor de cien amparos para defender a presos políticos. Es
más, se estima que Lupín mandó
gente presa. A diferencia de los militantes que fueron desaparecidos,
como Juan Carlos Josel, y de los que tuvieron que tragarse varios años de
cárcel, como César Vidal, Lupín
sólo estuvo preso un par de horas y fue por borracho. Después de la
dictadura, cuando él ya era intendente, se
negó a recibir a las Madres de Plaza de Mayo. En el ’87, después de la
asunción de Lupín, Hebe de Bonafini
tuvo que hacer la conferencia de prensa en el local del Partido Obrero porque Lupín no estaba de acuerdo con ella. Cuando
Videla vino de visita a Santa
Cruz, alrededor de 1977, Lupín
estuvo presente en el evento que se armó. En las revistas hay fotos de
ese encuentro. Los milicos estilaban agasajar a los jóvenes distinguidos de la
comunidad, que en ese momento eran, entre otros, Roberto López y José “Pepe” de
Dios. Lupín no era un joven
distinguido pero igualmente estaba ahí acompañando al intendente Sancho, el
padre del que luego sería gobernador de la provincia: Carlos Sancho. Sancho
padre, que además de ser intendente del Proceso tenía varios comercios, fue el
primer cliente que Lupín tuvo en su estudio. En
la entrada del estudio jurídico de Néstor, la placa sólo llevaba su apellido:
“Dr. Kirchner”. Cristina nunca figuró
como abogada. En el ’76, cuando Lupín se recibió en La Plata, los dos se
fueron a Río Gallegos sin título. Y en el ’77 ella volvió a La Plata para
recibirse. En esa época jamás vimos a
Lupín en la militancia y Cristina tampoco era nadie en política. Un
compañero dice que el Lupo estuvo en un partido de fútbol que se hizo entre
santacruceños y platenses, y que a los cinco minutos lo echaron porque era una
maceta. Lupín no tenía mucha vida social en Gallegos. Recién, cuando fue
intendente, empezó a ir todas las noches a la una de la mañana a Carabela, una
confitería que estaba enfrente de Mónaco, la confitería histórica de la ciudad. A
la gente de Río Gallegos no le importaban los vínculos de Lupín con el Proceso
porque ése era un valor que acá no tenía mucho peso. En la repartija de los
militares, Santa Cruz siempre tuvo la suerte, si se puede hablar de suerte, de
caer en manos de la Fuerza Aérea, cuyos hombres eran más educados que los del
Ejército. Y acá no hubo tantos
atropellos como en el resto del país. Los Kirchner siempre estuvieron ligados a la derecha. No tienen nada que ver con el progresismo que
pregonaron desde la Presidencia de la Nación. Eso es sólo un relato. Lupín era el jefe de cobranzas de dos
financieras. En
concreto, su trabajo era apretar a la
gente. Iba y les sacaba las cosas. Y no importaba si eran pobres. Al que
no pagaba la cuota de la heladera, Lupín iba y se la quitaba. El canalizaba
todo eso por el estudio jurídico. Hizo
un gran negocio con la 1.050 de Martínez de Hoz. Con esa ley, más
pagabas, más debías. Comprabas una heladera y no la podías pagar. Llegaba un
día que debías 10 mil mangos, entonces te pedían el embargo de tu casa. Ahí es
donde aparecía Lupín. El hacía todo el operativo como empleado de la financiera,
levantaba el pedido de embargo, pero iba por atrás y te ofrecía el 30% del valor de tu casa. Así se quedó con 25
propiedades durante el Proceso. Arrancó con esa actividad en el ’76 y lo hizo
hasta el ’83 aproximadamente. Así construyó el patrimonio con el que llegó a la
intendencia de Gallegos. (...) Kirchner
tenía una preparación intelectual muy básica. Pero era un tipo que iba para
adelante, no le importaba nada, tenía coraje. Lo que no tenía era un discurso
con contenido. De hecho, su discurso era bastante superficial. El siempre
construyó política en base al enfrentamiento. Siempre buscó al enemigo. Como
hizo en la presidencia con los militares y la Iglesia; el campo le puso algún
freno, y con los medios no pudo. Pero él
construía en base a un enemigo, sin eso era incapaz de hacer política.
Creo que eso habla de un resentimiento personal, cuyo origen está en su
infancia. El
padre de Lupín era un empleado del Correo, un hombre muy trabajador que, al
igual que muchos de nosotros, mandó a su hijo a estudiar a La Plata. Tenía un
Citroën 3CV que después heredó Alicia. La madre era un ama de casa con un
apellido de fuerte impronta en Gallegos. Pero en ninguno de los dos casos se
trataba de un apellido de abolengo. Uno de los abuelos de Lupín, de apellido Valle,
era prestamista. A
los hijos de Néstor y Cristina nunca los conocimos. Ellos no los llevaban a la
unidad básica como sí hacíamos nosotros. Tampoco a los actos. Néstor, que
estaba dedicado de lleno a la política, viajaba mucho y sólo estaba unas horas en
su casa. En Gallegos, los pibes de la edad de Máximo no hablan mal de él. Ni él
ni su hermana Florencia son rechazados. Los dos iban al boliche bailable del
lugar. En Gallegos todos somos amigos. Mi hijo era amigo de Leo, el hijo de
Lázaro Báez. Estudiaron juntos desde el jardín hasta el secundario. (...) En
2003 los Kirchner encontraron una veta a explotar con los derechos humanos. La
economía se caía y encontraron esa reivindicación para atraer a la izquierda,
que es la que en los momentos de conflicto encabeza los disturbios. Pero en
realidad los Kirchner y la dictadura
fueron consecuentes, nunca reivindicaron nada. En Santa Cruz los cuadros de los milicos están todos
colgados, no se bajó ninguno. Ni en la
gobernación ni en la Municipalidad de Río Gallegos. Él no hizo nada al
respecto, ni como gobernador ni como intendente. Eso de mandar a bajar el
cuadro de Videla en Buenos Aires fue una estrategia ante el conflicto
económico. Una estrategia que, más allá de su perversidad, le salió bien. Y su
arremetida contra la Iglesia, que venía bastante cuestionada, también le salió
bien en un primer momento. El
problema es que después hubo uno de esa Iglesia que llegó a Papa, y entonces ya
no le salió tan bien. La relación del kirchnerismo con la Iglesia siempre fue
tirante porque ellos no creen en la religión. Lupín era ateo, como la izquierda marxista. De hecho, al gran ideólogo del programa nacional y
popular, Zannini, le dicen “el
Chino” porque en la universidad militaba en base a los programas de la juventud
maoísta. Zannini
es un intelectual, el impulsor de la re-reelección en Santa Cruz, de la ley de
lemas y del diputado por municipio. Así se quedaron con la reelección
indefinida, y con 22 diputados sobre un total de 24. Sin respetar a las
minorías sobre las que ellos hablaban cuando no tenían tanto poder. Puricelli
se fue del PJ porque Lupín eliminó las minorías en el partido. El partido
único, en el que todo se reducía a la figura de Kirchner, es lo que querían
implementar a nivel nacional. Gracias a Dios, les pegaron una piña en Misiones
y el plan no dio resultado. El cura Joaquín Piña salvó al país de una gran
dictadura cuando frenó la reelección del gobernador misionero Carlos Rovira.
Ese fue un ensayo kirchnerista para poner en el tapete la re-reelección
presidencial. Algo
parecido a lo que hicieron en Santa Cruz. Después vinieron las reformas de la
Justicia, que no son otra cosa que articulaciones para tomar el poder y
dominar. Los Kirchner y Menem son iguales: Néstor y Cristina apoyaron la
privatización de YPF con Menem, y diez años después los tres apoyaron la
nacionalización. Van para donde les conviene, no tienen una ideología. Hasta
apoyaron el Pacto de Olivos en el ’93, y un año después, en la reforma
constituyente, votaron una nueva ley de coparticipación federal que nunca
cumplieron. Kirchner fue un facho, nunca le interesó el
peronismo, sólo le importó el poder, la plata. A
Cristina le interesó generar rebeldía, construía su discurso en función de esa
rebeldía. Ambos construyeron poder de manera perversa. (...) Por Julio Bárbaro, Oscar Muiño y Omar Pintos |