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El kirchnerismo y su peor enemigo
Por Nicolás Márquez - 21 de Septiembre, 2014, 2:33, Categoría: Opinión
Si
algo le faltaba a la descomposición que padece el relato de nuestro progresismo
vernáculo, es justamente su bien ganada fama cleptocrática, la cual ya alcanzó
trascendencia mundial. En efecto, en el reporte del Foro Económico Mundial (en
el que destacan el favoritismo en las decisiones del Gobierno, la ineficiencia
del Estado y el despilfarro de los fondos públicos), sobre 144 naciones
estudiadas la Argentina kirchnerista fue ubicada en el puesto 139, es decir que
tras la “década ganada”, la realidad nos demuestra no sólo que somos unos de
los países más corruptos del mundo, sino que confirma algo que desde hace diez
años muy pocos venimos vociferando en el desierto: estamos siendo gobernados
por una despreciable banda de ladrones. El
progresismo es una ideología económicamente estatista y culturalmente
disolvente (influida por la deletérea intelectualidad de la Escuela de
Frankfurt), y en el plano político se haya representada principalmente por el kirchnerismo,
al cual se lo puede refutar con un sinfín de argumentos filosóficos,
ideológicos y económicos. Sin embargo, lo que más desnuda o desacredita a sus
cultores y representantes no es tanto la réplica académica que pueda hacérsele,
sino su evidente carácter hipócrita, puesto que el progresismo se ufana de su
pretendido signo “solidario”, “humanista”, “anti-consumista” y “compasivo”. Pero
cuando detrás de estas máscaras sensibleras se advierte luego que sus
referentes son una gavilla de magnates que nadan en una desaforada abundancia
ilegalmente concebida a expensas de los menesterosos periféricos que pululan
mendicantemente en el Gran Buenos Aires y en el resto de las empobrecidas
Provincias (que no gozan de luz ni agua potable), los argumentos ideológicos
que desde nuestras trincheras podamos esgrimir (por poderosos que estos sean),
se tornan redundantes frente el gran impacto psico afectivo que el hombre
sencillo padece al sentirse burlado y estafado por quienes le mintieron
traficando con su miseria, y encima le arrancaron sus votos a cambio de
oportunas bolsas de comida o subsidios de supervivencia. Desafortunadamente,
las masas no disciernen en función de argumentaciones racionales sino
emocionales, por eso, con lo peor que podría enfrentarse hoy el kirchnerismo en
la última etapa de su miserable historia política, no es tanto contra los
argumentos de quienes somos sus intransigentes detractores sino con el
conocimiento masivo y generalizado de su naturaleza corrupta y corruptora, la cual
antes era apenas conocida o denunciada por un grupo modesto de observadores, y
ahora, sus más bajos instintos se conocen sobradamente tanto sea por el público
nacional como internacional. Dice
un aforismo antiguo que una imagen vale más que mil palabras. El reciente
ránking publicado (junto con un sinfín de publicitados escándalos que salpican
a toda la runfla oficialista), termina por darle a la camarilla gobernante el
descrédito más absoluto, lo cual es políticamente una trompada mucho más
poderosa que cualquiera de los mejores argumentos intelectuales a los que
pretendamos abrevar con el fin de menoscabarlos. En
efecto, toda forma de izquierdismo es una corriente de ideas débiles y
emociones fuertes, y contra lo peor que podrían encontrarse sus personeros es
contra una realidad que los desnude y despierte precisamente en las mismísimas
masas de las cuales sus representantes siempre se han servido intensas
emociones hostiles. Se
toparon contra su peor enemigo en el peor momento de su ciclo, lo cual apura el
merecido desenlace que desde hace años vienen anhelando los hombres de bien que
aún resisten en la desdichada República Argentina, o lo que queda de ella. Por Nicolás Márquez
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