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Mi despedida
Por Jorge Héctor Santos - 8 de Septiembre, 2014, 4:02, Categoría: General
Lo invito a leer mi última
nota de opinión. He decidido no seguir escribiendo. Los motivos están expuestos
es en este último contacto, entre Ud. y yo. Gracias, hasta siempre. Como la vida misma, todo
tiene un principio y un final. "Todo lo que vendrá en los largos 16 meses
que restan de un gobierno agotado, agravará más un cuadro caótico. Todo se
arruina -día a día- porque no hay solución real a nada. A partir de 2016 una
nueva esperanza nacerá. Nada podrá ser mágico." He tomado la decisión de no
seguir escribiendo, semanalmente, notas de opinión que contaron varios medios
de información argentinos y Semanario Argentino de Miami, como vínculos para
llegar a Ud.; ambos medios siempre lo han hecho brindándome absoluta libertad
de expresión. Nadie me ha pedido dejar de
hacerlo, tal como sí sucedió cuando fui censurado –en otra página digital-, a
pedido de una persona muy conocida. Esta es una decisión
absolutamente personal. Sinceramente,
considerar, semana tras semana, la situación de la Argentina me repugna.
Describir lo que sucede en
un país desequilibrado, enfermizo, con un gobierno deshonrado -que sólo buscó
atesorar poder sin importarle el cómo; y dinero de todos para beneficio propio-
a la largo del 40% del tiempo en que se reinstaló la democracia, termina
envenenando la existencia de quienes podemos contemplar que esto se realiza con
absoluta impunidad y sin solución de continuidad. Reseñar el presente del país
de José de Martín, de Manuel Belgrano y de tantos otros hombres dignos,
lastima, deprime, afecta la salud de quienes fuimos criados en un mundo con
valores éticos y morales. Lo que se vive es parte una obra macabra - La pasión por el peronismo que se ha hecho
carne en buena parte de una población de 40 millones y ha crucificado el
presente y destrozado el futuro cercano y no tan cercano. Nada se salva
de la debacle que se vive y que se agigantará aún más. Todos somos culpables, en mayor o en menor medida, de lo que ha evaporado
un país que tiene todo y no tiene nada. Ni la clase dirigente,
empresaria, política, religiosa, docente, judicial, sindical, ni los
integrantes de la fuerzas de seguridad, armadas, ni los integrantes de las
instituciones de la República –en el orden nacional, provincial, municipal, ni
el periodismo, ni los medios de comunicación, ni la ciudadanía, etc., pueden
sentirse libres de cargos y culpas de lo que ha llevado a la nación a este
nivel de decadencia. Todos, de una forma u otra,
hemos sido instrumentos útiles por acción o inacción, de múltiples propósitos
perversos donde quedó demostrado que el pueblo argentino no le importa a nadie. A ese pueblo lo han
enfrentado -de la peor manera- desde arriba, dividiéndolo, generando odio entre
hermanos y esto llevará décadas solucionarlo. La
declamación de los derechos humanos terminó siendo una gran farsa que ha
servido para parcializar la justicia, y enriquecer a algunos pocos con ilícitos
de gran magnitud que no han merecido castigo alguno. Mientras que, por la inseguridad
y el narcotráfico, los muertos se apilan y nada se hace en serio para detener
el desenfreno con que avanzan ambos flagelos. La mentira a través del
relato desplazó a la verdad a tal punto, que algunos prefieren vivir en el
paraíso inexistente fruto de la falacia presidencial, la que aún muy desgastada
goza de cierta no despreciable adhesión. Ya casi nadie se asombra de
nada que pueda ocurrir. La ilegalidad desplazó a la ley. Esto llega a irritar
pero no despierta reacción alguna. La muerte de varias
generaciones será necesaria para que las nuevas conciban obedecer principios
perdidos que son imprescindibles para poder convivir racionalmente. La
autoridad y el respeto se han enterrado hace tiempo. Argentina ha devenido en un país de mafias. Muchos lo saben aunque no lo dicen y justamente callan por temor a estas. Años de ingresos extraordinarios se han perdido. Las arcas del Estado están
empobrecidas por funcionarios ineptos y corruptos. El
valor del trabajo se devaluó. Generaciones enteras no saben lo que esto
significa ya que viven de subsidios. La mano de obra calificada, por lo tanto,
escaseará en el mediano y largo plazo. El
empleo estatal es tan alevoso que la presión impositiva para sostener el exceso
del gasto público no puede ser mayor sobre aquellos que hoy trabajan en blanco,
aún ganando poco. Hasta
la pobreza y la indigencia se niega cuando estas cada día asolan más en el
paisaje de la Capital y del resto de la extensa geografía nacional. Todo lo que vendrá en los
largos 16 meses que restan de un gobierno agotado agravará más un cuadro
caótico. Todo se arruina -día a día- porque no hay solución real a nada. A
partir de 2016 una nueva esperanza nacerá. Pero nada podrá ser mágico. Son
muchas las complicaciones que aparecerán producto de un ciclo nefasto. Las
dificultades para salir de este no serán pocas. Esta
es última nota de opinión, mi despedida. Una partida no importante
para la gran mayoría. Una ida tan solo menor para una minoría. Algo
significativo para mí. Hasta algún día, en
cualquier lugar. Por Jorge Héctor Santos
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