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La crisis ha llegado
Por Armando Maronese - 18 de Diciembre, 2013, 0:49, Categoría: Economía - Empresas -Comercio
Mientras el nuevo
tándem ministerial integrado por el jefe de gabinete y el ministro de economía,
han iniciado un derrotero de parches y explicaciones, la economía se desliza
rápidamente hacia el abismo. Intentar decir en qué
momento se llegará al desastre es bastante poco adecuado, porque nadie puede
saber cómo sigue la película en cuanto a las medidas que el gobierno tome. La economía no es una
ciencia exacta. El comportamiento humano es impredecible y ningún modelo
econométrico, podrá incorporar jamás las infinitas variables que condicionan la
acción humana. Pero ciertos elementos
permiten al menos tener bastante claro hacia dónde vamos, aunque queda la
posibilidad de que los gobernantes modifiquen el rumbo a tiempo, cosa que me
parece imposible al recordar las mentes que rigen en nuestro gobierno. Mientras las reservas
del Banco Central caen día tras día, el ministro Kicillof intenta mediante
parches detener la sangría. La suba al 35% de la percepción de impuesto a las
ganancias sobre la compra de moneda extranjera es, aparte de una verdadera
arbitrariedad respecto de la razón de ser de ese impuesto (que es a las
ganancias, y no al gasto o a la compra de divisas), casi un arrebato infantil. Si semejante medida
apunta a detraer la demanda, seguramente no lo logrará porque el mercado
paralelo siempre estará más caro. Si pretende mejorar así la balanza en materia
de ingresos y egresos por turismo, resulta insólito que no se aplique un
reintegro a aquellos extranjeros que vienen a visitarnos y pretenden vender sus
monedas, las cuales obviamente solo pueden transarse al cambio oficial. Todo ello aparte de ser
contestes de que los viajes al exterior no son realizados únicamente por
turismo, sino también por trabajo, por razones de índole familiar u otras, con
lo cual por ejemplo si una persona pretende llevar adelante un tratamiento
médico en otro país, el Estado argentino presume que ha tenido ganancias como
para pagar ese tratamiento en el curso del corriente ejercicio. En todos los casos, si
las ganancias no existieren, o existiesen en un grado menor, al año siguiente
el Estado las devolverá como crédito fiscal, sin abonar un solo peso de interés
por la tenencia de ese dinero, y mucho menos de reconocer la inflación habida
en ese lapso. Por estas horas, el
ministro Kicillof está intentando "cerrar" varios frentes abiertos
durante estos años. Desde Repsol hasta los llamados fondos "buitre".
La "buena letra" tiene la intención de abrir el crédito al país. Muy
loable por cierto intentar volver al mundo, pero fuera de tiempo y oportunidad,
a mi juicio. Desde aquella decisión
del entonces presidente Néstor Kirchner, de pagar al contado la friolera de
10.000 millones de dólares al FMI, hasta el presente el Banco Central ha
gastado de manera impropia nada menos que 43.000 millones de dólares en pagar
al contado las cuentas de deuda externa, lo cual es contrario por donde se lo
mire a la lógica del más aprendiz de los financistas. Estos pagos fueron
presentados con un curioso neologismo: "desendeudamiento", cuando la
realidad es muy otra. El Tesoro Nacional ha reemplazado esos dólares de las
reservas con bonos de deuda a 10 años con el Banco Central. El Estado se ha
convertido así en deudor de su propio Banco Central o, para decirlo de una
manera muy simple, ha pasado la deuda que todos nosotros teníamos con el
exterior, a deuda con el Banco Central. Pero claro, el Banco
Central es el emisor de la moneda nacional y en consecuencia, contar entre sus
activos con semejante cifra de crédito del Estado nacional que claramente jamás
podrá cobrar, no es una cosa que estimule el valor de la moneda que emite.
Cualquier economista lo sabe. Lo sabe Kicillof y lo sabe Capitanich. La moneda
argentina tiene cada vez menos respaldo, y por eso pierde su valor rápidamente.
Y eso se llama inflación, aunque a la señora de Kirchner no le guste que se le
llame así. El drama argentino es
una vez más el de la sábana corta. Si se devalúa, se reconoce plenamente la
pérdida de valor de la moneda y si no se lo hace, las exportaciones caen, las
importaciones suben, la balanza comercial se achica, y las reservas del Banco
Central se pierden. El nuevo presidente del
Banco Central, Fábregas, es un técnico reconocido y ha sido designado, acertadamente,
para intentar corregir el verdadero desastre llevado adelante por la saliente
Mercedes Marcó del Pont. Ha comenzado a trabajar sobre la devaluación diaria de
la moneda acelerándola, para de tal modo ir achicando la brecha con el paralelo
de manera de ir acomodando las manzanas dentro del carro. Pero el problema que
existe, es que la tasa de interés vigente es menor que la tasa de devaluación
elegida para este goteo diario. En otras palabras: si los exportadores no
liquidan sus dólares, obtienen una tasa de interés que está en el orden del 50%
o más por año (si se sigue así el ritmo devaluatorio). Una tasa que no obtienen
ni por asomo en ningún lado, si liquidan sus dólares y colocan sus pesos. Como existen normas que
obligan a liquidar las divisas obtenidas por la exportación, lo que se da en la
práctica es que muchos no quieren vender, porque por un lado obtienen un dólar
a valores bajísimos (entre 4 y 5 pesos, según las retenciones que sufran), y
por el otro se perjudican con la tasa de interés, tal como fue señalado. Ahora bien por lo que
se sabe, el ministerio de Economía no quiere aumentar las tasas de interés
porque eso perjudica aún más la demanda de créditos para producción o consumo.
El corsé es evidente. No existe manera de
hacer confluir todas estas variables para que la cuestión se resuelva. Por eso
lo de la sábana corta. Y llevar adelante un plan económico integral,
significaría un verdadero cimbronazo para el cual hace falta, o bien estar
definitivamente en el horno, o contar con un respaldo político y de
credibilidad monumental. Ninguna de estas situaciones se da hoy. Si nos remontamos a lo
ocurrido en el año 2001, cuando la llamada convertibilidad daba sus últimos
estertores, vemos que cuando el presidente De la Rúa decidió violar la autonomía del Banco Central
destituyendo a Pedro Pou, empezó el drenaje de reservas sin prisa y sin pausa.
La designación de Domingo Cavallo como ministro de Economía intentaba corregir
las cosas. Pero lo cierto, es que desde aquella infausta destitución (que
empujó el propio Cavallo) hasta la caída del gobierno en diciembre del mismo
año, el Banco Central perdió 23.000 millones de dólares, cifra que a valores
actuales supera largamente los 30.000 millones. En sólo 7 meses y pese a que
Cavallo supuestamente representaba confianza para el denominado establishment. Los problemas que hoy
por hoy se presentan en materia social son numerosos. Los conflictos se
originan, ante todo, en la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos de la
inmensa mayoría de la población. Por supuesto que hay otras razones de
descontento, pero esencialmente la panza llena podríamos decir que calma los
ánimos. Leyendo los diarios,
vemos que los atrasos en los ajustes salariales son, en algunos casos,
verdaderamente abyectos. La falta de lógica en la materia se corresponde, tal
vez, con la falta de lógica de un gobierno que insiste en afirmar que en la Argentina no hay
inflación. Lo ocurrido en Córdoba es alarmante, tanto más cuando el gobierno
Nacional en primera instancia se lavó las manos de una manera casi canallesca.
Como el efecto contagio se produjo de inmediato (cosa fácilmente previsible,
por otra parte), salió a las cansadas a tratar de cubrir posibles focos de
conflicto. Podrán evitarse, tal vez, nuevos episodios de vandalismo como los
acaecidos en la capital mediterránea, y otras ciudades, pero el descontento
social no se arregla con gendarmes, y eso lo sabemos todos. La crisis ha llegado y
nos afecta a todos. Primeramente a los pobres y a los desocupados, obviamente.
Por lo tanto, estamos en vísperas de acontecimientos de gran envergadura. Que
sean para bien o para mal depende de lo que haga el gobierno Nacional, porque
esto no se arregla con pequeñas medidas que no tienen relevancia desde el punto
de vista macroeconómico. Acá hay que ir a fondo, y si los gobernantes no lo
hacen, lo hará el mercado, como lo hizo en 2001. Será la señora
presidente y sus principales laderos los que decidan. Suele ocurrir que cuando
la tormenta llega, las personas tienen la esperanza de que se disperse por sí
sola. Pero eso no ocurre en materia económica y máxime cuando, para completar
el panorama, la situación internacional de los precios de las commodities no
brilla ya como lo hizo hasta hace poco tiempo. Y las perspectivas en la materia
son a una baja progresiva de los precios. Actualmente está
intentándose cerrar un acuerdo con China por un préstamo en yuanes por el
equivalente a unos 10.000 millones de dólares, con los que se pretende
apuntalar las reservas del Banco Central. Una vez más: todo cuanto se haga
intentando tapar agujeros, será inútil si no se toma la decisión política de
llevar adelante un plan integral que vuelva a poner las variables económicas en
equilibrio. Esto es: lejos de las
impresionantes distorsiones sufridas en estos años a causa del intervencionismo
más exacerbado y arbitrario. Precios, subsidios, salarios y valor de la moneda,
deben volver al equilibrio que perdieron. Si esto no ocurre, nadie podrá
garantizar que las cosas no se agravarán día tras día y la crisis y el caos
será total. Por Armando Maronese
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