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Lo que hay que desalojar es Aerolíneas Argentinas
Por Agustín Laje - 31 de Agosto, 2013, 19:32, Categoría: Opinión
En clave kirchnerista, el
conflicto entre LAN y el gobierno argentino se ha transformado en una batalla
entre los representantes de lo “nacional y popular”, y el fantasma de Pinochet
y “la derecha chilena”. Al menos eso es lo que ha pronunciado Mariano Recalde,
el camporista que preside Aerolíneas Argentinas, en un polémico video de
reciente filtración, en el que se lo ve arengando a sus militantes
aeroportuarios y admitiendo haberle pedido a Cristina Kirchner el desalojo de
la compañía trasandina. Parafraseando un popular
apotegma, podría decirse que aunque la farsa se vista de ideología, farsa
queda. Y es que detrás de toda la insensata paparruchada de épicas cruzadas
entre los buenos y los malos de la historia, la verdad asoma sólo para quienes
estén dispuestos a verla y aceptarla tal cual es. Y esa verdad ya no se viste
con ropaje ideológico, sino económico. Las cosas son más simples de lo
que se pretende. Aerolíneas Argentinas no quiere a LAN como competidor,
sencillamente porque los yuppies de La Cámpora no son capaces de ofrecer servicios más
baratos y/o de mejor calidad a los usuarios y, guste o no, la mayoría de los
argentinos (que en sus decisiones económicas tienen poco de tontos) prefieren
volar con la empresa chilena. El resto es mera justificación
para la tribuna. “Si no puedes servir a las personas en el mercado, sirve a los
gobernantes para que alteren sus reglas”, podría decir un manual para el
empresario mercantilista o para los funcionarios buitres que se enquistan en
las empresas del Estado que, como ocurre en Argentina, se vuelven propiedad del
partido político que ocupa el gobierno. Si el mercado (es decir, la
infinita red de comportamientos y decisiones económicas de todos los
ciudadanos) fuese el criterio por el cual se decidiera la suerte de una empresa
(como ocurre en los países más prósperos del mundo), va de suyo que la
desalojada no hubiese sido LAN sino Aerolíneas Argentinas, y no ya de un
hangar, sino del mercado en general. En efecto, la supervivencia de
una empresa que pierde 2,7 millones de dólares diarios resultaría imposible, de
no ser por distribuir coercitivamente esos costos sobre las espaldas del
pueblo, entendiéndose por “pueblo” tanto a quienes hacen uso de los servicios
de Aerolíneas Argentinas (una minoría microscópica), como a quienes jamás en su
vida han viajado en avión (la mayoría). Si aceptamos esta verdad, por
añadidura debemos aceptar que la existencia misma de Aerolíneas Argentinas
supone una inmoralidad inaceptable; una especie de “robinhoodismo” invertido:
quitarle al pobre para darle al rico. Considérese que las pérdidas acumuladas
entre julio de 2008 (año en que el kirchnerismo se apropió de la compañía aérea
y Recalde fue puesto al frente de ésta) y el año 2012, han superado los 3.249
millones de dólares; es decir, un promedio de 81,225 dólares por cada
argentino. Pero el kirchnerismo siempre
encuentra alguna buena excusa y, ante estos datos que en materia económica
demuestran un estruendoso fracaso empresarial, los camporistas suelen
argumentar que, en verdad, Aerolíneas Argentinas tiene una “función social” y
no comercial, con lo cual su desenvolvimiento no debería medirse en términos
económicos (como si la economía no fuese parte de la realidad social), sino en
términos de patrones extra-económicos. De lo que se trata –suelen
discursear– es de proporcionar a los argentinos vuelos que bajo “la maldita
lógica del mercado” no podrían ofrecerse en razón de dar pérdidas. No obstante,
los muchachos K tienen los números en su contra también en lo que respecta a
este ardid: el déficit de la empresa manejada por Recalde se ocasiona
principalmente en las rutas internacionales, en donde Aerolíneas Argentinas
tiene competencia y no se puede argumentar ninguna pomposa “función social”.
Por ejemplo, si quisiéramos volar a San Martín de los Andes desde Buenos Aires
(1.200 kilómetros)
el 30 de agosto, el pasaje más económico nos costaría $ 1.461. Pero si
quisiéramos volar a Río de Janeiro (casi 2.000 kilómetros)
en la misma fecha, el precio sería de $ 917. Asimismo, en destinos domésticos
donde vuelan otras líneas, la compañía “nacional y popular” reportó pérdidas en
el 2012. En cambio, ganó dinero allí donde no tiene o tiene casi nula competencia,
como San Luís, Santiago del Estero, Mar del Plata, Esquel o Jujuy. Luego, la
excusa de la “función social” es inadmisible, y es claro que Aerolíneas
Argentinas pierde siempre que hay competencia por una razón obvia: sus precios
son muy altos, su servicio es lamentable, y el despilfarro de recursos públicos
dirigidos a mantener varios centenares de militantes kirchneristas, nubla
cualquier posibilidad de éxito comercial. Según una investigación de Laura
Di Marco, “el total de la oferta aérea que brinda la línea aérea, medida en
asientos-kilómetros, revela que la mayor parte de la transferencia de fondos
estatales subsidia viajes al exterior, como Miami y Madrid, y no destinos
pobres. (…) Sólo el 5% de la oferta de Aerolíneas se dirige a sitios no rentables,
donde no vuela nadie, como Catamarca, Trelew o Jujuy. Los analistas del mercado
aerocomercial calculan que si el objetivo perseguido fuera subsidiar destinos
sociales, alcanzaría con una transferencia de 10 millones de dólares anuales”. En síntesis, Aerolíneas
Argentinas es uno de los reflejos más exactos de la naturaleza oligárquica del
kirchnerismo, camuflada bajo el simpático maquillaje de lo “nacional y
popular”, que esconde una política parasitaria en favor de un puñado de
incompetentes yuppies con pretensiones setentistas que se han enquistado en el
poder. La sola existencia de la compañía es −además de antieconómica−, inmoral
bajo todo punto de vista. Esperemos que después del ya inevitable fin de ciclo,
los desalojados sean ellos. Por Agustín Laje |