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La lección que Cristina Kirchner desperdició
Por Armando Maronese - 20 de Marzo, 2013, 2:03, Categoría: Opinión
Lo peor
que lo podía pasar a la presidente argentina para sus aspiraciones hegemónicas,
le pasó. Su vanidad, su orgullo y el veneno que lleva en la sangre, le
impidieron obrar como debía hacerlo. A pesar
de haber tratado de impedirlo, el cardenal Jorge Bergoglio se convirtió en el
Papa Francisco I. La fe puede más que el fanatismo K. Sin embargo, Cristina
Fernández de Kirchner tuvo una oportunidad única para dar vuelta la historia de
su propio gobierno; el encuentro en Roma, el encuentro con el nuevo Papa. No
pudo capitalizarlo, lo dilapidó como si fuera algo sin importancia. "El
Papa Francisco I la duchó en humildad y le entregó un libro, “Conclusiones de la Celam 2007” que encierra un símbolo
de lo que él piensa. En sus líneas habla de la Patria Grande.
Patria Grande soñada por San Martín y Bolívar, además por muchos argentinos, pero
sin corrupción ni populismo." En una
elección tan compleja como la que se realizó para elegir al sucesor del
renunciante Benedicto XVI, donde entre 115 cardenales uno de ellos sacó al
menos 90 votos -el argentino Jorge Bergoglio-, resulta bastante difícil admitir
que semejante nivel de adhesión resultó casual. El
mundo muestra una carencia grande de dirigentes referentes en momentos de
fuertes crisis económicas, reclamos sociales en ascenso y una solución, que de
ser posible, en el clero podría encontrarse para llenar ese vacío. Por
otro lado, en Latinoamérica donde hay más fieles, estos están siendo diezmados
por los propios errores de la
Iglesia, por el avance de las creencias alternativas y, como
si fuera poco, en su amplia geografía se retroalimenta el populismo político
que amenaza a las democracias, mientras muchos de los países que la integran
tejen alianzas con el temible e imprevisible Irán. En el
contexto descripto no se puede obviar el trascendental poder del Vaticano, no
solo manejando la fe del 30% de la población global sino también por su
gigantesca influencia económica y política. Qué
mejor que un luchador indiscutible por los pobres, por los sin trabajo, contra
la corrupción, contra la injusticia, contra las doctrinas populistas, en
momentos en que todos estos ítems son casi reclamos unánimes en muchos lugares
de la tierra. Más allá
de los indiscutibles méritos que reúne el actual nuevo Pontífice, en la cocina
de las decisiones de la curia centralizada en Roma, no podían pasar
desapercibidas que las características personales del Arzobispo de Buenos Aires
y primado de la Argentina,
encajaban como anillo al dedo para encaramarse en el sitio de una de las
personalidades más influyentes del universo. No es
extraño, entonces, que el gobierno de Cristina Fernández, viuda de Néstor
Kirchner, haya recibido información privilegiada que su archienemigo, el
cardenal simpatizante del Club Atlético San Lorenzo de Almagro y habitante de la Catedral de Buenos Aires,
iba a convertirse en el sucesor nº 266 de San Pedro. Desde la Casa Rosada bajó la
orden de ensuciar al postulante local con un ataque armado en base a artículos
periodísticos de Horacio Verbitsky (el ex terrorista Montonero pone bombas),
que como todo relato oficial distorsionaba la historia. Esa
carpeta de ataque y sus ideólogos, no tuvieron en consideración que el Vaticano
tiene servicios de inteligencia en serio, como para desenmascarar la mentira en
que incurría la difamación armada. Cuando
la presidente del luto eterno se enteró que la operación diagramada había
fracasado y Bergoglio se convertía en Francisco I, estalló de ira en la
residencia de Olivos. Toda su
tarea para conseguir obsecuentes, aplaudidores y fanáticos, con o sin dinero,
comenzaba a tambalear… La fe, podía mucho más que ella… que Cristina Fernández
de Kirchner. El Papa Francisco I tendría mucho, muchísimo más poder que ella.
Eso, Cristina Kirchner no lo pudo soportar. Inmediatamente
y sin reparar que estaba derrotada frente a un episodio que escapaba a sus
caprichos, la primera mandataria mandó a iniciar otra embestida contra
Bergoglio, en buena parte por sus medios de comunicación que componen su
monopolio informativo… Nada sirvió. Su ceguera fue tal, que no tuvo en cuenta
el dicho: "Si no puedes con tu enemigo únete a él". Fue así
que haciendo un grandísimo esfuerzo, la presidente de la Nación encabezó una comitiva
como siempre numerosa y partió hacia Roma. Y allí, el Sumo Pontífice le dio una
lección que ella no pudo aprovechar; la desperdició. El Papa
Francisco I la duchó en humildad y le entregó un libro “Conclusiones de la Celam 2007”,que encierra un símbolo
de lo que piensa. En sus líneas, habla de la Patria Grande soñada
por José de San Martín y Simón Bolívar, además por muchos argentinos, pero sin
corrupción ni populismo. A
partir de ahora, tal vez, en su inclaudicable lucha por ser la dueña de todo el
Estado argentino y eternizarse en él, Cristina Fernández de Kirchner utilice
expresiones del flamante Pontífice. Pero nunca será igual, siempre habrá una
gran diferencia. El Papa
Francisco I (el argentino Jorge Bergoglio), las dice porque las siente y las
vive; pero ella está muy lejos de ello. Por Armando Maronese
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