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Ya no hay dudas sobre la enfermedad de la Presidente
Por Carlos Manuel Acuña - 20 de Noviembre, 2012, 21:51, Categoría: Opinión
Tan fluida y contradictoria es la
situación política, que surgieron dudas acerca de la realidad del estado de
salud de la presidente de la ex República Argentina. Tal como lo dijimos,
algunos analistas llegaron a sospechar que se trataba de versiones impulsadas
desde los aparatos de inteligencia que posee el oficialismo, a los efectos de
crear una suerte de aureola alrededor de Cristina W. Fernández, con el
hipotético objetivo de generar un sentimiento de compasión sustentado en el
grave problema que la aqueja y así, obtener una simpatía en la sociedad que hoy
la rechaza. La sospecha tenía sus razones, habida
cuenta de la experiencia recogida a lo largo de la actual etapa cristinista,
que tanto jugó psicológicamente para obtener réditos políticos. La
contradicción ha sido la norma y las mentiras reiteradas u olvidadas, según las
mediciones que constantemente se hacen sobre la opinión pública. Sin embargo, con el correr de las horas
y en fuentes incuestionables por su seriedad y ubicación en el esquema de poder
en vigencia, se pudo comprobar que no sólo son ciertos los comentarios que
circulan sobre este importante asunto, sino que el problema es progresivo, con
un plazo preciso, mensurable y cada vez más perceptible. El 31/10 la Presidente tenía
previsto participar en un acto para volver a inaugurar obras públicas, pero
quienes la asisten resolvieron que era conveniente demorar su exposición
pública. Lo cierto es que la enfermedad que se
comenta ha modificado el ánimo de Cristina Fernández y su comportamiento
respecto de los temas que debe tratar por su alta investidura. En pocas
palabras -y es inevitable reiterar las consecuencias-, el problema posee un
íntimo contenido político que a esta altura de las circunstancias comenzó a
modificar el escenario y por qué no decirlo, el devenir institucional del país. Esto viene a ocurrir en momentos
especialmente importantes para el futuro de la actual administración que debe
afrontar, entre otras dificultades de particular incidencia, el acoso judicial
de bienes argentinos en el exterior a raíz de la deuda externa impaga, un tema
que hoy se ha convertido en un lógico motivo de inquietud. Al respecto, podemos señalar que entre
otros efectos de este escenario plagado de tensiones -el caso de la Fragata Libertad
es una demostración palpable de lo que mencionamos-, es que las obligaciones
cuyo pago mensual ha sido pactado, existe el peligro de que, si la
correspondiente liquidez es girada a su destino, puede ser interceptada por las
demandas de bonistas que poseen un excelente mecanismo jurídico para lograr su
embargo. Este asunto puede parecer simple y hasta
ajeno al tema central de nuestro informe, pero el hecho es que Cristina
Fernández, sin profundizar o sin buscar alternativas viables, puede cambiar
bruscamente de opinión y resolver que esos pagos se hagan únicamente en el país
para evitar que queden bloqueados, generándose así una complicación adicional
para el desenvolvimiento administrativo. Por supuesto, ésta no es la única
cuestión que está en juego, razón que convierte a la enfermedad que altera las
pautas de su comportamiento, en una cuestión de Estado de difícil resolución.
En la práctica, Cristina Fernández ordenó que nada importante puede resolverse
sin su intervención, lo que no es nada simple si se tiene en cuenta que sus
decisiones suelen modificarse o suspenderse de manera inesperada, según su
estado de ánimo. ¿Qué decidirán los asesores más amigos
de la Presidente?
¿Cómo se solucionarán las limitaciones que ya existen para el ejercicio del
cargo? Lo cierto es que hasta los más fieles seguidores del kirchnerismo no
atinan a dar una respuesta a lo que ya es un conflicto inocultable.
El planteo ante la opinión pública puede
demorarse por un lapso limitado, incluso extenderse por varias semanas, pero lo
concreto es que ya surgieron divisiones dentro del elenco gubernamental, habida
cuenta que no son pocos quienes observan con justificada preocupación las
alternativas -las certezas, digamos-, que les ofrece el devenir. Entre ellos,
tanto los jueces prevaricadores que se destacaron y destacan en el fuero penal,
como los que están intensamente presionados por el intento oficialista de
reemplazar buena parte de la organización periodística y económica del matutino
cuya mayoría pertenece a la señora de Noble.
Específicamente, lo que podemos llamar
como “el caso Clarín”, o “la obsesión de Cristina”, es un hecho “portador de
futuro” y según sea su desarrollo y final, dependerá la vida política e
institucional. ¿A quién recurrirá el gobierno si la suerte le resulta adversa
en el terreno jurídico? ¿A las Fuerzas de Seguridad que, inquietas, consultan
qué deberían hacer si se les imparten órdenes ilegales o simplemente
discutibles, o apelará a la organización de activistas para ocupar las plantas
de la empresa? Obviamente, el 7 de diciembre no está en
juego únicamente el concepto de propiedad o de la libertad de opinión, sino
algo más profundo, que a esta altura de las circunstancias toma en cuenta a los
gobernadores y a otro de los componentes del Estado: la Suprema Corte de
Justicia. Por Carlos Manuel Acuña
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