Calendario
ApúntateCategorías
Archivos
Sindicación |
¡Cuidate!
Por Susi Mauer - 11 de Noviembre, 2012, 20:15, Categoría: Opinión
Variantes novedosas en los
códigos y modos de saludar se van sumando a los clásicos protocolos de saludo.
Desde hace un par de décadas, por ejemplo, se ha naturalizado el beso. Ya no es
privativo de una convención reservada a las mujeres, sino que se extendió
también para los hombres entre sí. Compañeros de trabajo, de
estudio, parientes y amigos, más allá de la edad, y muchas veces de las
jerarquías en las que se posicionan, se besan al verse y al despedirse. Aún hoy
causan cierta gracia dos policías saludándose en un cambio de guardia con un
beso, o la llegada a la plaza de uno de los jubilados que comparten el banco
cada mañana, al sol. Los abrazos son otra
expresión afectuosa que singulariza el encuentro con otro. La efusividad en el
contacto entre pares tiene, más allá de los hábitos globalizados, un fuerte
color y calor locales. Intensos, envolventes y duraderos son los abrazos de oso
industria Argentina. Tienen un tono afectivo que no es fácil encontrar en otras
latitudes. La temperatura emocional de nuestros hábitos de saludo ha canjeado
formalidad por distensión y contacto cuerpo a cuerpo. No sería disparatado
pensar que tanta virtualidad en la comunicación nos va generando un hambre de
cercanía que se plasma en la posibilidad de abrazar. Destaco y disfruto las
sutiles variantes que se reconocen entre los abrazos protectores y envolventes,
los abrazos cómplices, aquellos que agregan unas palmaditas que acarician, los
abrazos sonoros y aquellos más enérgicos y duraderos, propios de despedidas
intensas. Un lenguaje gestual con especial fuerza expresiva. En los nuevos circuitos
tecnológicos por donde transita la comunicación seguimos buscando el tono
apropiado. No sabemos cómo saludarnos. Improvisamos con ingenio y sin fórmulas
compartidas. El resultado es por momentos bastante anárquico. Tenemos que
inventar códigos adecuados para introducirnos y despedirnos. El correo
electrónico, por ejemplo, se resiste -con sensatez- a conservar las
convenciones de aquel intercambio epistolar que viajaba ensobrado y usaba
estampillas. A menudo, luego de enviar un
mail, un mensaje o un chat, nos asaltan dudas. ¿Demasiado frío?
¿Inadecuadamente afectuoso? ¿Sintético por demás? ¿Con qué entonación lo lee el
destinatario? El mundo adulto se fue apropiando de la jerga de una generación
de nativos digitales que no hace mayor diferencia entre el lenguaje coloquial y
la palabra escrita. Muletillas gráficas, como ja ja, por ejemplo, son hoy una
expresión tan corriente y familiar para los jóvenes como ajena para quienes no
lo somos. Entre estos nuevos hábitos
de saludo hay uno en especial, patentado por los más jóvenes, que merece una
reflexión. Al despedirse, es frecuente escuchar de los jovencitos, con tono
enfático, la expresión cuidate. El plato fuerte del saludo es el cuidado. Un
mensaje que transmite interés por el otro, a quien se advierte, se sugiere, se
ruega. Leo en esta exhortación una
chispa de preocupación por el otro, que alude al compromiso y a nuestra
responsabilidad por todos los otros. No es casual que quien me hiciera reparar
en este gesto fuera un amigo puntano, donde sabiamente suelen tomarse el tiempo
y la dedicación que una despedida merece. Cuidate refuerza, además, la riqueza
gestual y la transparencia afectuosa del abrazo genuino. Cuidate señala una
evidencia. Reconoce que estamos expuestos a una escalada de riesgos y que la
experiencia cotidiana requiere de gestos activos de cuidado. Estos hoy ya no
corren solamente por cuenta de la mirada adulta, paternalista y protectora.
Este llamado a la prudencia, que surge de los adolescentes mismos, es una toma
de posición digna de enfatizar. Una manera fraterna de implicarse
subjetivamente, que guarda estrecha relación con la necesidad de cuidado que
hoy tenemos todos. Por Susi Mauer |