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La Integridad
Por Armando Maronese - 4 de Octubre, 2012, 22:45, Categoría: Opinión
Estamos viviendo en una
época de políticos oficialistas sin integridad, torcidos y corruptos. La
integridad en ellos no existe, al igual que en muchas otras. El poco o mucho
coeficiente intelectual que tienen, sólo les sirve para enfocarlo para su
propio provecho. La integridad es una virtud,
designa la pureza y la grandeza de los actos y la relación armoniosa entre el
cuerpo la mente y el espíritu. Una persona íntegra es
recta, desinteresada y proba; su conducta, sus dichos y su pensamiento forman
una unidad; su personalidad no está fragmentada, es entera y completa. En un mundo donde los
valores éticos tienden a desaparecer para ser reemplazados por la conveniencia
y la oportuna fuerza del olvido, todo el mundo se puede reivindicar aunque la
sombra de la sospecha o las pruebas contundentes lo condenen. La palabra integridad no la
pude encontrar en dos enciclopedias, coherente con los hechos, ya que parece no
se necesita definir lo que casi se puede asegurar que no existe.
La integridad no supone la
perfección, sino la intención de ser fiel a uno mismo respondiendo según el
marco de referencia del propio código ético. Pero muchos prefieren
manejarse como lo hacen quienes admiran, tomándolos como modelos de
comportamiento, por los aparentes resultados que obtienen. Si hacer lo que hace el otro
representa para muchos el cumplimiento de sus propósitos, no dudan en hacer lo
mismo, aunque cercene sus propios principios, borre los débiles rastros de sus
genuinos valores y sientan que en el fondo han perdido su dignidad. La persona íntegra
difícilmente pueda lograr estabilidad en una organización ya establecida,
porque en algún momento será absorbido por la trenza y deberá transar o
sucumbir, negociar o estar contra todos, y se verá obligado a entrar en algún
arreglo espurio, ya que la corrupción se encuentra en las raíces de la sociedad
y lo que brota de ella siempre son malezas. El íntegro es por definición
un iniciador, no un seguidor, porque es alguien que puede modificar el cómo se
hacen la cosas, por el cómo deben ser y crear el ambiente adecuado con las
personas como él, para poder conseguir objetivos sin tener que poner los pies
en el barro. Estamos tan convencidos que
por derecha no se obtiene nada, que ya no se considera esa opción sino su
opuesta, porque no se puede negar que la fila de los que van por izquierda es
siempre más larga. Cambiar este estado de cosas
exige un cambio de conciencia individual que modifique el imaginario colectivo,
porque la deshonestidad, lejos de ser un motivo para avergonzarse, se ha
convertido en una cualidad necesaria para el éxito, un mérito que enorgullece a
los arribistas, a los que no hacen amansadoras ni colas, a los que se mueven
con soltura entre los influyentes y conocen a las seis personas claves ante
quien se tienen que inclinar para triunfar. Sin embargo, la integridad y
el don de gente que poseen aquellos que saben lo que quieren y lo que no
quieren, aunque pocos difundidos, aún siguen siendo condiciones que prestigian
a quienes realmente se lo merecen, los tildados de moscas blancas, idealistas,
raros, románticos, que son los que aún creen en esos valores. Los que se benefician con la
mala memoria y el olvido tal vez lleguen a lograr sus objetivos, gracias a las
estrategias y artilugios que aprendieron para conseguir las cosas sin ningún
mérito, sin esfuerzos y sin merecerlas. Sin embargo, todos tienen
conciencia, aunque actúen como si no la tuvieran y nada podrá evitar que vivan
proyectando su desasosiego con su eterno malestar y malhumor, intentando
infructuosamente, de recuperar su paz interior. Por Armando Maronese
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