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Condenados a la soberbia y el aislamiento
Por Armando Maronese - 4 de Octubre, 2012, 23:15, Categoría: Opinión
El trato irrespetuoso que la Presidente dispensó a
estudiantes universitarios en los Estados Unidos contribuyó a dañar aún más la
imagen de la Argentina. Aunque le duela a la presidente Cristina
Fernández de Kirchner, la única verdad es la realidad. Y su reciente paso por
los Estados Unidos, en especial por las dos universidades donde se sometió a
las preguntas de sus estudiantes, demostró la triste percepción que en esos
ámbitos se tiene de la
Argentina: la de un país cuya confiabilidad está gravemente
dañada. Las preguntas de los jóvenes de las
prestigiosas universidades de Georgetown y de Harvard, superaron claramente a
las respuestas de la primera mandataria argentina. Que esos interrogantes se
centraran en la inflación, en la falta de transparencia de las estadísticas
oficiales y en el cepo cambiario -problemas que inexplicablemente la Presidente se empeñó en
negar-, dejaron al descubierto cuál es la imagen que de la Argentina y de su actual
gobierno prevalece en los centros mundiales donde se toman las grandes
decisiones. Si los problemas de la Argentina no encontraron
en la jefa del Estado una respuesta acorde, capaz de despejar las innumerables
dudas y de seducir a algún inversor extranjero, la actitud de soberbia lindante
con la falta de respeto con que la Presidente trató a algunos estudiantes que la
incomodaron con sus preguntas, añadió un condimento más a la mala imagen de
nuestro país. No es habitual que un mandatario extranjero
invitado a exponer ante estudiantes de dos de las más importantes universidades
de los Estados Unidos y del mundo, utilice fórmulas tan impropias de una
investidura presidencial y tan despectivas para referirse a jóvenes que, por
otra parte, carecían del derecho al debate o a la repregunta. Cuestionar a un
estudiante porque tenía anotada su pregunta en "un papelito",
insinuar que alguien les habría dicho a estos jóvenes lo que debían preguntar o
hablar de falta de rigor académico, justamente en Harvard, porque en una
Escuela de Gobierno se le formulaban más preguntas sobre su relación con la
prensa que sobre sus políticas, revelan detalles de la grotesca actuación de la
mandataria argentina, que sólo pueden provocar vergüenza entre sus compatriotas.
Algo sólo superado por las evidentes falsedades en que incurrió. En la Universidad de
Harvard, la Presidente
no sólo pretendió dar cátedra sobre la "crisis mundial" pese a que, a
juzgar por las preguntas que le hicieron los estudiantes, a nadie le interesaba
que se refiriera a otra cuestión que no pasara por los problemas de su país.
También la jefa del Estado abogó por el fin de las políticas comerciales
proteccionistas por parte de los países centrales. Paradójicamente, nada dijo
sobre las enormes trabas que su gobierno le ha puesto al comercio exterior y
sobre las enormes dificultades para importar numerosos insumos, que convierten
a la Argentina
en uno de los países más proteccionistas de la Tierra. Las tensiones comerciales externas
irresueltas de nuestro país son bien conocidas y han ido en constante aumento.
Sólo en la primera mitad del año, las autoridades argentinas han generado
conflictos con 47 socios comerciales, que representan nada menos que el 65 por
ciento de nuestras exportaciones totales. Actitud que ha recibido el certero
nombre de "diplomacia del maltrato". A esto hay que sumar las severas
restricciones cambiarias, que afectan a propios y ajenos, dañan nuestra
relación con el resto del mundo y retraen la inversión y el crédito, a la vez.
Vivimos acostumbrados a la esquizofrenia de reglas cambiantes y de sorpresivos
e irracionales cambios de rumbo, dentro de un marco de creciente anomia. Sin
horizonte predecible alguno, salvo el de nuestras constantes actitudes
patológicas. La Argentina es hoy un país
dirigista, movido cada vez más por un fuerte imperativo intervencionista, que
transita velozmente hacia el estatismo como destino final. En paralelo, nos
hemos transformado en una nación autoritaria, con un gobierno de conductas
discrecionales y absolutamente caprichosas. Un gobierno proclive a los zarpazos
contra todo lo que genere alguna renta. Un gobierno que, además, ha
transformado el desorden monetario en una suerte de religión y al que le
importa poco la palabra empeñada. Vamos a contramano de lo que hacen los
países de la región con economías abiertas, los que más crecen y, mal que nos
pese, los que más se modernizan, como Chile, Colombia, Méjico o Perú. Y ya no
somos el país de la región con el mejor nivel de vida ni el que tiene el
ingreso per cápita más alto. En contrapartida, buscamos vincularnos
estrechamente con regímenes autoritarios como Venezuela, Ecuador o Angola, con
perfiles similares a los nuestros en materia de dirigismo económico, con un
sector externo opaco, con corrupción reconocida y plagados de la misma
discrecionalidad administrativa que practicamos. Como si sólo allí pudiéramos
estar cómodos o convencidos de que éste y no otro es el camino a seguir. Un país aislado, con autoridades
incapaces de ensayar una mínima autocrítica, es un país que se retrasa. Que se
empequeñece y que, inevitablemente, condena a toda su sociedad a tener que
aceptar una disminución relativa en su nivel de vida. No es poco y sus
responsables están a la vista. Por Armando Maronese
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