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Los inmigrantes y la presidente
Por Pepe Trueno - 1 de Octubre, 2012, 17:45, Categoría: Opinión
Sra. Presidente Cristina Fernández de Kirchner, usted ha dicho que los que bajaron de los barcos hace poco más de 100 años, lo hicieron "muertos de hambre".
Como si haber venido con las ilusiones de quien quiere salir de una situación
de angustia, de países arrasados por guerras y calamidades, los convirtiera en
seres despreciables o inferiores a los que hay que echarles en cara la apertura
que tuvieron para con ellos otros gobernantes argentinos, que hicieron honor a
la condición y denominación de argentino. Esos
que Ud. llama muertos de
hambre fueron nuestros abuelos, que no sólo
vinieron para saciar su hambre, sino que lo hicieron sin buscar que los
gobiernos de turno los alimentaran gratuitamente con las limosnas que se dan a
los pobres. Esas limosnas que Ud. hoy llama "planes", y que no son
"planes trabajar", sino "planes haraganear". Esos
"planes" que Ud. ha creado para mantener a sus beneficiarios en la
dependencia de la pobreza y así canjearlos por los votos que le asegurarán
mantenerse en el poder y continuar con su enriquecimiento vergonzoso y el de
sus secuaces. Esos
muertos de hambre, señora Presidente, fueron quienes hicieron
rica a la Argentina,
hasta llegar a ser considerada en otras épocas (no en la suya) la 6º economía
en el mundo. Esos
muertos de hambre, señora, clavaron el arado por primera vez en
la mayor parte de la tierra virgen argentina para convertirla con su trabajo y
esfuerzo en el granero del mundo. Esos
muertos de hambre, señora, iban a trabajar llevando un pan, dos
cebollas y medio litro de vino, para poder ahorrar lo suficiente como
para traer a su mujer y sus hijos, que habían quedado en sus países de
origen, para que vinieran a establecerse y compartir esta bendita tierra. Esos muertos de hambre, señora, amaron esta tierra como usted ni siquiera puede imaginar. Sembraron en ella no sólo el trigo, sino que le dieron muchos hijos y nietos, que hoy somos esa clase media que usted desprecia.
Esos hijos y nietos aprendimos que la dignidad del hombre comienza con el
trabajo, porque significa cumplir el mandato bíblico de "ganarás el pan
con el sudor de tu frente". Claro,
que algunos pocos de esos hijos de inmigrantes se dedicaron, como usted y su
marido, a trabajar prestando plata con usura y luego apoderándose de los bienes
de quienes no podían pagar sus deudas, lo que sí los convirtió en muertos de
hambre. Por todo esto, señora presidente, su desprecio a nuestros abuelos, es el desprecio a los que hicieron la Argentina próspera, la Argentina del trabajo en paz. Una Argentina en la que la gente se quería. Una Argentina en la que la gente se podía sentar por las tardes en la puerta de su casa, con la seguridad de que nada alteraría su descanso luego del trabajo honesto. Una Argentina en la que esos muertos de hambre enviaban a sus hijos a la escuela y a la universidad gratuita, para que ellos pudieran alcanzar esa condición de 'clase media' que Ud. desprecia, olvidándose de sus propios orígenes.
Ese desprecio, señora, es el desprecio a lo más rico y generoso que puede
ostentar nuestra patria: esos hombres simples, que no necesitaron ser
revolucionarios con armas que matan, sino que fueron esforzados trabajadores
con herramientas que producen vida y prosperidad. Ricos son también sus amigos-súbditos del gobierno, que nos demonizan llamándonos "acaudalados y bien vestidos de la clase media", como si quienes trabajamos decentemente no tuviésemos al menos la mínima libertad de vestirnos decentemente. Y toda esa agresión se debe a que un día, hartos de su autoritarismo, desprecio y la corrupción de su modelo, decidimos salir a la calle a manifestar nuestro hartazgo e indignación.
Tanto Ud. como sus secuaces, todos igualmente muy bien vestidos y que llevan
una vida de lujo ostentoso, deberían tener siempre presente que esos
"acaudalados y bien vestidos de la clase media" somos los que pagamos
sus lujos y sus caprichos. Estamos
indignados. señora Presidente, ya no solo porque nos ofenda como lo hace
habitualmente, sino porque ha ofendido a nuestros padres y a nuestros abuelos,
esos hombres honestos a los que usted debería rendir homenaje renunciando a su
soberbia y a su pretendida ilusión de perpetuarse en el poder. Bien podría Ud. ofrecer parte de su cuantiosa fortuna en aras de la proclamada y no cumplida "distribución de la riqueza".
Claro... resultó ser que Ud. hablaba de la distribución de la riqueza de los
demás, no de la suya. Una
recomendación señora: desde hoy guarde luto por las ofensas que ha
inferido al pueblo argentino, en especial a nuestros ancestros y a sus
descendientes, o sea la clase media que Uds. demonizan. Y llore de tristeza verdadera por el daño que le está haciendo a la sociedad argentina, a la que ha dividido como nunca lo estuvo en su historia.
Llore señora Presidente, llore mucho hasta que termine su mandato y luego
váyase a un exilio lejano, que será el lugar donde quizás encuentre el olvido
de todos los argentinos de bien, aunque para vivir allí deba gastar su mal habida
fortuna. Firmado:
YO, EL CIUDADANO DE CLASE MEDIA, nieto e hijo de inmigrantes que amaron y nos enseñaron a amar a la Argentina, que casi nunca regresaron a su patria de origen, que dejaron extensas familias con sus miembros educados y con principios, y que finalmente dejaron sus huesos en esta tierra. Es cierto que otros no tuvieron la misma suerte, vinieron engañados a la Argentina y fueron dejados es los puertos librados a su suerte, que los forzó a apiñarse en lo que en el Buenos Aires de entonces se dio en llamar "conventillos". Pero ninguno vino a la Argentina pidiendo o exigiendo ser alimentados y mantenidos, sino solamente buscando un lugar donde poder trabajar y forjar un futuro para sus familias. Así se crearon y crecieron las prósperas ciudades del interior argentino gracias a quienes iban a trabajar la tierra. En nada se parecían a la descontrolada inmigración que la presidente CFK promueve hoy. Esa inmigración que se apiña en "villas" dentro de los grandes centros urbanos, donde la gente vive en condiciones algunas veces vergonzosas, y en las que imperan la exclusión y se genera delincuencia.
Esa inmigración actual que nunca pidió un trozo de tierra en el interior de Argentina, para trabajar y comenzar a labrarse un futuro.
Por todo eso, descalificar a la inmigración de la segunda mitad del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, es un insulto de la presidente. "Serás lo que debas ser, sino no serás nada", Gral. José de
San Martín Por Pepe Trueno.
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