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Georgetown y Harvard en llamas
Por Carlos M. Reymundo Roberts - 29 de Septiembre, 2012, 12:47, Categoría: Corrupción - Violencia
De no creer. Georgetown
y Harvard en llamas por Cristina - "Sos increíble, sos única", le soltó Boudou apenas
Cristina atendió la llamada desde el jacuzzi de su suite
en el Hotel Mandarin. "Sí, la verdad es que estuve bárbara",
respondió ella, que odia la falsa modestia. "Los gringos me tendieron una
trampa -continuó-, pero no sabían con quién se metían." Boudou tuvo el detalle de poner el
altavoz para que yo pudiera escuchar todo. ¡Lo que disfruté! Cristina todavía
estaba excitada e inmensamente feliz. Con desparpajo adolescente contó cómo
había logrado sortear el cacerolazo en la puerta de Harvard. "Me avisaron
por teléfono y entonces llegué una hora más tarde, cuando sólo quedaban cuatro
tipos. No me digas que no soy una genia." Amado asintió, con esa
convicción con que ríe, aplaude y asiente cada vez que ella abre la boca,
aunque sea para matarlo. Algunos lo ven como una actitud rastrera. Yo, como
vocación de servicio. -¿Cuál te gustó más, Georgetown o
Harvard? -¡Ninguna! Qué querés que te diga, me
quedo con la Universidad
de La Plata. Es
como más vital. Pero me había prometido que un día tenía que ir a Harvard, y
fui. ¡Soy la primera presidenta argentina que da una clase magistral ahí! -Sí, fue grandioso. Ahora, qué raros son
estos tipos: aplaudían las preguntas y no tus respuestas. Te habrás sentido
extraña. -Extrañísima. Pero lo atribuí a
problemas con la traducción. -¿En serio pensás que fue una trampa? -¡Ni la menor duda! Todos esos pibes
laburaban para Lanata. Igual, me hice un festín. Creo que los dejé
impresionados con mis conocimientos de política internacional, historia,
economía... Y con mi valentía. Decime, ¿quién se anima a hablar mal de Harvard
en Harvard? Les dije que era una universidad cara y que no entendían nada. Y
eso no lo había practicado: me salió así, de una. -También te salió de una criticar a
Estados Unidos, decirles que promueven los golpes y que mienten con la
inflación, denostar al Fondo, hablar bien de Chávez. ¡Todo eso en Washington!
¿Cómo te animaste? -Soy así, frontal. No me invitarán más,
pero yo estaba pensando en los spots de las tandas del fútbol. Tienen material
para rato. -Estuvo bueno eso de que en la
Argentina no hay cepo cambiario. Lo dijiste tan convencida que parecía verdad. Lástima que
después estuviste 15 minutos justificando por qué no se puede comprar dólares. -Mirá, peor cepo es el de Estados
Unidos, donde es imposible conseguir pesos. -Che -comentó Amado, que empezaba a
animarse con algunas objeciones-, quizá no estuvo tan bien cuando retaste a uno
de los chicos y le dijiste que la pavada que estaba preguntando no era digna de
Harvard, sino de La
Matanza. Tenés toda la razón del mundo, pero en La Matanza vota casi un
millón de personas. -Amado, Amado, ¿vos te creés que en La Matanza alguien vio mi
conferencia en Harvard? -Me encantó que hayas contestado que
hiciste tu fortuna como abogada exitosa. Fue una lección de capitalismo:
¡quisiera saber cuántos abogados gringos juntan 17 millones de dólares sin
pisar el estudio! -Esa respuesta la tenía estudiada, pero
mi problema era que cuando la practicaba en el hotel, indefectiblemente me
terminaba riendo a carcajadas. -Te voy a ser sincero. Por momentos,
ante algunas preguntas, parecías un poco molesta, tensa, enojada. Ojo, lo
manejaste bien, pero yo te conozco y era evidente que no estabas cómoda. -Bueno, entendeme, no estoy acostumbrada
a las groserías y las malas palabras: me hablaban de inflación, conferencias de
prensa, cacerolazos... Además, en la Argentina yo tengo la exclusividad del micrófono.
En Georgetown y Harvard se lo dan a cualquier
imberbe sólo por haber pagado una matrícula. O esas universidades cambian o no
tienen futuro. -Sí, de hecho criticaste el poco nivel
académico de los estudiantes de Harvard. -Es que ni en La Matanza te preguntan esas
pavadas. Fijate que no me sacaron el tema Ciccone. Mi vicepresidente se queda
con la fábrica de hacer billetes y en las mejores universidades yanquis no se
enteran. ¿Querés saber qué respuesta tenía preparada? -Sí, claro -a Amado le temblaba la voz. -Pensaba decirles: ¿Boudou? Por favor,
hablemos de cosas serias -y estalló en una risotada. Amado sintió el golpe y
volvió por el camino de las flores. -Creo que tu mejor respuesta fue la de
la reforma constitucional. Una maravilla dialéctica. Con las palabras decías
que no y todo tu cuerpo decía que sí. -Bueno, lo aprendí de Bush. Dijo: lean
mis labios, no voy a subir los impuestos, y terminó matándolos con un
impuestazo. La conversación discurrió después sobre
la cobertura que habían tenido las charlas con estudiantes. Cristina no contó
que los grandes medios norteamericanos o la habían matado o la habían ignorado.
Y Amado no le dijo que aquí la peor bajeza, como era de esperar, la hizo TN: no
se cansó de pasar las intervenciones en las universidades, con la malicia del
que te repite un furcio. La señora se despidió con una frase de
su cuño: "Por suerte, ya pego la vuelta. Me extrañan los argentinos, y
ahora me empezarán a extrañar los norteamericanos". Por Carlos M. Reymundo Roberts
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