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Perón creador de la Triple A
Por Por Hugo Gambini - 27 de Septiembre, 2012, 22:51, Categoría: Peronismo: régimen, caída e historia
Es curioso que en la polémica reabierta sobre la Triple A, se insista en
que ese siniestro organismo sólo comenzó a actuar después de la muerte de Juan
Domingo Perón y en que su único inspirador fue José López Rega. Algunos se
atreven a mencionar a la tercera esposa de Perón. Enojados, los gremialistas
pegaron carteles que decían: "No jodan con Perón". Es decir:
mejor no investiguen, a ver si se descubre otra cosa. Sin embargo, como dijo
Joaquín Morales Solá, "tuvo razón Alfonsín cuando afirmó ante el juez que la Triple A precedió al
gobierno de Isabel, y fue Perón el que precedió a Isabel" (La Nación, 28/1/2007). Primero nos
remitiremos al 25 de septiembre de 1973. Mientras celebraba el abrumador
triunfo que dos días antes lo había consagrado presidente por tercera vez,
Perón se enteró de que una ráfaga de ametralladora acababa de liquidar a su
amigo José Rucci, titular de la
CGT y se puso furioso. Sabía que eran
los Montoneros -su "juventud maravillosa"- y, como buen militar,
comenzó a planear su destrucción. Los
consideró el enemigo; dijo que hacía falta un somatén. Como nadie
conocía esa palabra, el general explicó que somatén
es una reserva del ejército que actúa por cuenta propia, que los catalanes lo
usaban en el siglo XI y que el general Miguel Primo de Rivera lo reflotó
durante su golpe de Estado de 1923. Según
la Real Academia,
el somatén es un cuerpo de gente armada que no pertenece al ejército y se
dedica a perseguir al enemigo. En otras
palabras: es un organismo paramilitar que usa las armas para matar gente. Perón
recordaba sus charlas en Madrid con el coronel franquista Enrique Herrera
Marín, quien le acercó un proyecto de represión basado en la experiencia de la Guerra Civil Española.
"Eso era, ni más ni menos, que el
diseño de lo que muy pocos meses después conoceríamos como la Triple A", explica
Marcelo Larraquy en su libro sobre López Rega. Perón hizo
llamar a todos para una reunión privada muy importante. Estaban invitados el
presidente provisional, Raúl Lastiri; el secretario general del PJ, senador
Humberto Martiarena; los miembros del gabinete nacional y los gobernadores con
sus vices. No faltó
nadie. En esa reunión confidencial, realizada en Olivos el 1° de octubre, el
general explicó que había que "terminar con los marxistas infiltrados,
para evitar que destruyan al Movimiento Nacional Peronista". Se puso a
consideración un documento reservado, en el que se ordenaba a los militantes a
"participar activamente en las acciones que se planifiquen para llevar
adelante esta lucha". El documento
no tenía fisuras. Perón, máxima autoridad y presidente electo, había aprobado
un texto que ordenaba a sus seguidores: "Deberán acatar estas directivas". Por si
existían dudas sobre lo que debía hacer el Gobierno, se mencionaba con claridad
que "todos deberán participar en la lucha iniciada, haciendo actuar todos
los elementos de que dispone el Estado para impedir los planes del enemigo y
para reprimirlo con todo rigor". (Tres veces se utilizaba la palabra
"todos": en los que participan, en los elementos del Estado y en el
rigor de la represión.) Como Perón no
era aún presidente, no lo firmó -solamente lo bendijo-, pero requirió el aval
del Consejo Superior Peronista, donde estaban Lorenzo Miguel, Jorge Camus,
Norma Kennedy y Julio Yessi, para darle mayor efectividad. Alarmado,
Antonio J. Benítez -ministro de Cámpora, de Perón y de Isabel-, le reveló al
peronista disidente Eduardo Luis Duhalde que, durante la presidencia de Juan Perón,
había presenciado reuniones de gabinete en las que se mostraban diapositivas de
personas de ideología marxista y se elaboraban listas de futuras víctimas o se
decidía en ese momento su asesinato. "Al
parecer, reuniones de este tipo suelen realizarse en el comedor de la Casa Rosada",
dice Eduardo Gurucharri, en su biografía del mayor Bernardo Alberte. Y añade:
"Benítez refiere que López Rega y el comisario Villar exhibieron
fotografías y nombraron personalidades políticas que deben ser depuradas de la
infiltración marxista. Entre los
nombrados están el propio Duhalde, el abogado Mario Hernández y Alberte.
Benítez dijo que Perón se limitó a escuchar, sin aprobar ni desaprobar a
quienes aludieron a la necesidad de operar por izquierda". Duhalde, secretario
de Derechos Humanos, le contó hace poco todo esto al juez Norberto Oyarbide,
que sigue la causa de la
Triple A. Están también
los que creen que los atentados ocurrieron después de la muerte de Perón. Como
los gremialistas, por ejemplo, que tienen mala memoria. Pero se puede demostrar
lo contrario, con nombres y apellidos, lugares y fechas. Hay una
interesante cronología, entre julio de 1973 y junio de 1974, publicada en
agosto de 2005 en la revista-libro "Lucha armada", que figura en la
nota Perón y la Triple A,
de Sergio Bufano. Se dice allí
que "Perón, cansado de proponer a los jóvenes que se sumaran al
justicialismo y abandonaran el uso de la violencia, sucumbió a la tentación de
estimular una maquinaria de represión, que inició sus actividades antes de que
asumiera como presidente, continuó durante su gestión y mucho después de su
muerte". A los tres
días de conocido el documento reservado, un chico de la JP, afiliado a la unidad básica
Héroes de Trelew, de la villa San Pablo, era asesinado en General Pacheco. Se
llamaba Nemesio Aquino. Esa noche también estalló una bomba en la unidad básica
Mártires de Trelew, causando graves daños. En Córdoba reventaron otros tres
artefactos en el domicilio de los diputados provinciales Fausto Rodríguez y Miguel
Marcattini, del Frejuli, y una más casi destruye la casa del senador Tejada,
titular de la Cámara
de Senadores de esa provincia. Perón aún
estaba por asumir su tercer mandato. Al día siguiente, en San Nicolás, caía
asesinado el periodista José Colombo, del diario El Norte, que según los
atacantes "estaba plagado de comunistas". Cuando Perón
ya era presidente, dos días después del 12 de octubre, en Rosario, caía
acribillado Constantino Razetti, un joven bioquímico. El 17, en Mar
del Plata, se incendiaban las casas de Andrés Cabo y de Alfredo Cuestas. Los
tres eran dirigentes de la JP. El día 21, en
Santos Lugares, el fuego empezó a consumir el ateneo peronista Heroica
Resistencia, y al día siguiente estallaba una bomba en el despacho de Alberto Martínez
Baca, gobernador de Mendoza. El 21 de
noviembre, cuando el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen puso en marcha su
coche se salvó por milagro, porque estalló una bomba que sólo le hirió un pie.
Por medio de un comunicado se hizo responsable el grupo denominado Alianza
Antiimperialista Argentina (AAA). La novedad de
atacar a un legislador radical puso esa sigla en boca de todos y, a partir de
allí, la Triple A,
que venía asesinando a jóvenes militantes, pasó a ser la identidad de los
nuevos atentados. Perón seguía
siendo presidente -por más que Solari Yrigoyen no se acuerde- y, aunque todos
sospechaban del Gobierno, en diciembre el general dijo: "Muchas veces me
han dicho que creemos un batallón de la muerte, como el brasileño, o que
formemos una organización policial para hacerle la guerrilla a la guerrilla.
Pienso que eso no es posible ni conveniente". Sabía que las
Tres A estaban funcionando desde hacía tres meses. Días después, el 23 de enero
se ametralló el frente de la casa del dirigente peronista Manuel Héctor
Delgado, y a los cinco días, tras un secuestro, apareció en un baldío el
cadáver de José Contino, militante de la
JP. La desmentida
de Perón no hizo más que confirmar las sospechas, pues la Triple A difundió, el 29
de enero, una lista negra de futuras víctimas. Figuraban en
ella Silvio Frondizi, Mario Hernández, Gustavo Roca, Mario Santucho, Armando
Jaime, Raimundo Ongaro, René Salamanca, Agustín Tosco, Rodolfo Puiggrós, Manuel
Gaggero, Ernesto Giudice, Roberto Quieto y Julio Troxler. Estaban también los coroneles Luis Perlinger y
Juan Jaime Cesio, y el obispo Luis Angelelli, de La Rioja. En una reunión
de prensa, el 8 de febrero, Ana Guzzetti, del diario El Mundo, le confirmó a
Perón que en dos semanas hubo 25 unidades básicas voladas y doce militantes
muertos o desaparecidos. Y le preguntó qué medidas iba a tomar para investigar
estos atentados fascistas de grupos parapoliciales ultraderechistas. Ofuscado, Perón se dirigió a uno de los
edecanes: "¡Tomen los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia
inicie la causa contra esta señorita!". Pero la orgía
no se detuvo, pues el 19 de ese mes fueron secuestrados Jorge Antelo y Reynaldo
Roldán, militantes del ERP, de quienes nunca más se supo. En San
Nicolás, fue asesinado el 16 de marzo el médico radical Rogelio Elena. El 30 lo
mataron a balazos, en Lomas de Zamora, a Pedro Hanssen, dirigente de la JP, y al otro día asesinaron a
Héctor Félix Petrone, en Lanús. El 9 de abril
fue secuestrado Ricardo José González, de la JUP. Esa misma noche le
hicieron un simulacro de fusilamiento a Antonio Iglesias, militante de
Vanguardia Comunista, en el parque Pereyra Iraola. Aunque sabía
todo esto por su militancia, el diputado Carlos Kunkel le aseguró, hace poco, a
los periodistas Alberto Amato y Walter Curia, de Clarín, que "Perón ni
remotamente tuvo que ver con la
Triple A". No
pensaba lo mismo el 17 de abril de 1974, al ser detenido en el Chaco cuando iba
a copar la colonia aborigen de Resistencia, junto con los sacerdotes Joaquín
Núñez y Gianfranco Testa. Kunkel se
salvó por un pelo de ser torturado. Acababa de renunciar, en enero, a su banca
de diputado, después de que Perón amenazara en Olivos al grupo de peronistas de
izquierda donde él estaba: "En una semana se termina todo esto -escuchó de
labios del líder-, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted
y lo mato. "Kunkel
sintió el dedo acusador del general; sabía que esa fuerza estaba en funciones.
No ignoraba que era Perón quien la había organizado, sobre todo cuando le oyó
decir: "Puestos a enfrentar la violencia con la violencia, tenemos más
medios posibles para aplastarla. Y lo haremos a cualquier precio, porque no
estamos aquí de monigotes". Kunkel admite
ahora que ellos eran "unos loquitos" y dice no conocer el documento
reservado. Es raro que no haya hojeado La Opinión del 2 de octubre de 1973, ni leído La
voluntad, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós, donde se lo reproduce
íntegramente. El 25 de
abril, en Monte Grande, era asesinada Liliana Ivanoff, militante de la Agrupación Evita.
Uno de los principales episodios ocurrió en Mataderos, cuando el sacerdote
Carlos Mujica fue acribillado el día 11, al salir de la iglesia San Francisco
Solano. Nadie puede olvidarse de este
crimen, perpetrado por Rodolfo Almirón, uno de los jefes de la Triple A. Esto también
ocurrió bajo la presidencia de Perón. Pero habría más, pues el secuestrado
Bidegorry iba a aparecer con signos de torturas. El 28 se hallaron los
cadáveres de Oscar Dalmacio Mesa, Antonio Moses y Carlos Domingo Zila,
secuestrados de un local del PST, en General Pacheco, y fusilados en un
descampado de Pilar. El 2 de junio,
el asesinado a balazos fue el joven Rubén Poggioni, por pegar carteles del
Partido Comunista. El día 6, Gloria Moroni, de Tendencia Estudiantil
Revolucionaria Socialista, sería secuestrada y torturada. El 14 se denunció la
desaparición de Juan de Dios Odriozola, cuya madre fuera muerta en la batalla
campal de Ezeiza. Perón murió el
1° de julio y, en los nueve meses de su gobierno, los parapoliciales de la Triple A actuaron en
zonas liberadas para secuestrar, torturar y matar a jóvenes de izquierda. Se
identificaron quince cadáveres, sin contar los secuestros. Luego, con su esposa
en la presidencia, la cifra se elevaría casi al millar. Por Hugo Gambini (La segunda tiranía)
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