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No nos falte el respeto, señor Abal Medina
Por Enrique Arenz - 21 de Septiembre, 2012, 16:48, Categoría: Opinión
Tiene razón: los que salimos a la
calle el 13 de septiembre estábamos bien vestidos. Tan bien vestidos como se lo
suele ver a usted aplaudiendo en el Salón Blanco, y seguramente como lo están todos
sus amigos y familiares. Y también es
verdad que casi todos pertenecemos a la clase media, la que trabaja y produce,
la que tiene auto y también la que viaja en los trenes infernales que usted
habrá conocido por los diarios y la televisión. Y esas personas
bien vestidas, que esa noche le dijimos al gobierno muchas cosas, entre otras,
que no queremos chorros ni les tenemos miedo, estamos muy orgullosos de ser el
conglomerado social más importante de la Argentina. Porque la Argentina es una nación de clase media. ¿Sabe por
qué, señor ministro? Porque en este país, sentirse “clase media” o -tal vez
esto le guste más-, tener conciencia de clase (de clase media, claro),
es un ideal que nos hace sentir bien y que hemos heredado de nuestros padres y
abuelos que empezaron de muy abajo y pudieron alcanzar en la vida una posición
relativamente próspera. Unos más, otros menos. Con más o con menos suerte en la
vida. Algunos lo perdieron todo, otros sobreviven con muy poco, como los
jubilados o como los que reciben un modesto sueldo que la inflación que usted
niega les devora día tras día. Porque ser clase
media en la Argentina,
no es necesariamente estar bien vestido y tener una buena posición económica
(aunque todos aspiramos a lograr eso), ser clase media es tener una clara
vivencia cultural, una idiosincrasia de clase media, una tendencia espiritual
que llevamos en el alma y que nos enorgullece y nos motiva
permanentemente. No sé si
usted lo observó (los políticos no suelen ver los detalles que saltan a la
vista), pero cuando usted va a su dentista, el profesional que lo atiende
pertenece a la clase media, pero curiosamente su linda y simpática secretaria
también se siente parte de la orgullosa clase media argentina, aunque a lo
mejor gana muy poco y se lo gasta todo en ropa. Usted no
tiene ningún derecho de faltarnos el respeto como lo hizo. La clase media, a la
que pertenecemos casi todos los trabajadores argentinos (empleados de comercio,
bancarios, empleados públicos, maestros, profesionales y hasta los camioneros
de Moyano) es la que lo mantiene a usted, la que le paga el sueldo que ni
siquiera se gana, porque por lo que sabemos hace muy poco, además de aplaudir y
sonreírle simpáticamente a la vanidosa presidente, ¡y hasta festejarle que le
diga que debe tenerle un poquito de miedo! A lo sumo anota todo en una
libretita cuando debe soportar los reclamos de algún gobernador. ¿No le da
vergüenza, señor Abal Medina? Usted no da conferencias de prensa, no habla con
el periodismo, no se reúne con los ministros que se supone usted coordina. Sólo
aplaude, y cuando habla con algún medio oficialista lo hace para faltarnos el
respeto, ¡usted, nuestro servidor, nuestro empleado! ¿No se aburre
de no hacer nada? Y no me diga que de vez en cuando toma alguna decisión
difícil, porque eso no se lo va a creer nadie. Todos sabemos que en este
gobierno los ministros son cuatros de copas, menos importantes que los
secretarios que tienen debajo y que los vigilan ominosamente. Entonces,
siendo usted tan poco relevante, tan poco útil a este país, no nos falte el
respeto. No diga burlonamente que ni siquiera pisábamos el pasto para no
ensuciarnos los zapatos. ¿Sabe por qué no pisamos el pasto? Porque de chiquitos
nos enseñaron a respetar la propiedad privada y los espacios públicos. El
césped no debe pisotearse para que las plazas luzcan bellas. A usted tal vez
sus padres no se lo enseñaron, pero a nosotros sí, como también nos enseñaron a
respetar a nuestros maestros, a reverenciar la Constitución Nacional
y a saber intercambiar ideas con quienes piensan distinto sin insultarlos ni
considerarlos enemigos. Eso aprendimos de nuestros mayores quienes,
orgullosamente, nos sentimos clase media argentina. Señor Abal
Medina, no se meta con nosotros porque le puede ir muy mal. Somos respetuosos e
infinitamente pacientes, pero sabemos defendernos y hacer valer nuestros
derechos. Muchos de nosotros no votamos ni votaríamos jamás a Cristina, pero
otros sí la votaron, y sin embargo estaban en la calle la noche histórica del
13 de septiembre. Yo conozco a unos cuantos. ¿Y sabe por qué esas personas
salieron a protestar? Porque su jefa es una mentirosa, y se calló durante la
campaña todo lo que ahora está haciendo en contra de la voluntad del pueblo
argentino. Nunca dijo que confiscaría empresas privadas, que encubriría
escandalosos casos de corrupción, que nos prohibiría comprar dólares como si
eso fuera un delito, que nos impediría salir del país libremente, que nos
cobraría impuestos a las ganancias aún a quienes ganan modestos sueldos o viven
de una jubilación, que usaría los fondos de la ANSES para dar subsidios que nadie sabe a qué
bolsillos van a parar, porque todos los servicios subsidiados andan cada vez
peor, y, sobre todo, nunca anticipó ni insinuó que intentaría reformar lo más sagrado que tenemos, nuestra prenda de
unión: la
Constitución Nacional, a la cual ella juró solemnemente
cumplir y hacer cumplir. Entonces,
señor jefe de gabinete, tenga mucho cuidado con lo que dice. Más bien, si tiene
un poco de sentido común, y si es que se anima, dele algún buen consejo a su
jefa, dígale que es necesario escuchar lo que la gente reclama en la calle.
Aprenda del señor Horacio González, que de querer censurar a Vargas Llosa pasó
saludablemente a decir algo sensato: que hay
que escuchar el clamor de la gente. Ahora bien, si ella lo hace callar en
el acto, como es muy probable, tenga un poco de dignidad, renuncie, y después
recorra los canales de televisión como su antecesor Alberto Fernández. Por Enrique Arenz http://enriquearenz.blogspot.com.ar Publicado el viernes, septiembre 14,
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