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Entre la complicidad o la entrega
Por Serenella Cotan - 7 de Septiembre, 2012, 0:54, Categoría: Corrupción - Violencia
Entre la
complicidad o la entrega. La disyuntiva existencial de Nuestra César. “Ella se hacia la desentendida”,
confirma la Garganta. ¿Era desentendida, Cristina, Nuestra
César, de verdad? Gran pregunta. Néstor, El Furia, colaboraba para incentivar
la pasión por el desconocimiento. Advertía: “Mirá que de esto Cristina no sabe
nada, si se entera nos mata a vos y a mí”. Distó siempre de ser tonta. Solía darse
cuenta que, automáticamente, cuando irrumpía en alguna reunión del marido, se
cambiaba de conversación. El secreto
colectivo - A casi dos años de la partida de
El Furia, se asiste al estallido del secreto colectivo que comparten demasiados
habitantes de Santa Cruz. Que el máximo líder de la historia provincial fue,
ante todo, el recaudador inagotable. Acumulador serial. Liderar significaba
también recaudar (puede modificarse el infinitivo del verbo) Hoy Nuestra César enfrenta la disyuntiva
existencial. O lo entrega a El Furia. Para demoler imperdonablemente el mito
que construye. O asume la complicidad. Para hacerse políticamente cargo de la
fortuna desconocida que se le legó. “Olvidate, Serenella, es cómplice”,
confirma otra Garganta. Nuestra César llegó al Olimpo por El Furia. Pero la
pobre se quedó enmarañada entre las tinieblas sospechosas de la red. Continuar
con el desentendimiento es, a esta altura, una utopía. Paradojas - Entonces no se trata del celoso resguardo de la intimidad
presidencial. Extrema sensibilidad que deriva en la denuncia de espionaje. Al
acosado Gobernador Daniel Peralta, alias Campera. La (Agencia de Colocaciones)
Cámpora, a “Campera”, se lo quiere cargar. Lo que debe evitarse es que
trascienda aquello que se oculta. En vano. Porque igual se filtra. Desde las
fantasías del pueblo castigado. Con habitantes que trafican nutrida información
básica. Sumatoria de confidencias. Para entender la magnitud de la
disyuntiva existencial, hay que constatar que Nuestra César es mucho más que la
viuda sorprendida por la herencia millonaria. Es la Presidente
(Providencial) de La
Nación. En un momento de exclusiva saturación social. La disyuntiva emerge entonces con la
categoría de una situación límite. O dilapida el mito creado alrededor del
marido extinto, presentado como el Eternauta. O asume la condena de la
complicidad. La complejidad del personaje que la llevó hacia la más alta
representación institucional. Si quiere superarse y trascender,
Nuestra César tiene que destruir a quien le debe la legitimidad. O sumergirse en
la complicidad con aquellas maneras recaudatorias que trascienden y la
arrastran. Hoy paga el precio del desentendimiento. Fuera programado. O
sincero. Real. Al mejor estilo kirchnerista, ante un
problema, Nuestra César, antes que la solución, busca un culpable. Lo encuentra
en Peralta. Justo cuando la disyuntiva dilata el final cantado del escándalo. El culpable ideal, Peralta, es el
gobernador de la provincia que los catapultó a los dos. La que El Furia
condujo, sin escalas, hacia la gloria. Y hacia la impresionante declinación.Admiración,
afecto y temor - Los peores enemigos desparraman
la información hipersensible. Relativas a la pasión acumulativa del líder. Al
que, además de admirarlo y temerle, lo apreciaban. Tres
sentimientos, admiración, afecto y temor. Distan de trasladarse hacia Nuestra
César. Estigmatizada por la altivez, la distancia natural. La frialdad superior
que solía mirar al semejante con el desdén de una concesión. La Heredera. La Familia,
se queda con las empresas múltiples, las estancias innumerables, y con las
montañas de billetes de 500 euros. Fantasiosamente apretujados en los diversos “Fort Knox”. (*) Fort Knox. En Kentucky, Estados
Unidos, se encuentra la base militar Fort Knox. Es donde se almacena, en
lingotes rutilantes, el 5% de las reservas de oro del mundo. Tesoro
literalmente inviolable. Impenetrable. En Santa Cruz, Argentina, abundan
los fantasiosos con información básica. Indagan, sigilosamente, acerca del Fort
Knox local. Es el tesoro mitológicamente oculto que supo juntar El Furia. Con
el formato, presumiblemente antiguo, de una bóveda de banco. La fantasía los imagina, aún, en los
sótanos codiciados. En las bóvedas de banco (Hipotecario) empotradas en sendas
casonas de Gallegos o El Calafate (y últimamente en dos departamentos de Puerto
Madero). Entonces no es grave que el entrañable
Polo Manzanares, el contador, junto al escribano Albornoz, hijo del “compañero
Albornoz”, sean fotografiados por la agencia OPI cuando entran a la casa de la
calle Mascarellos (hoy en refacciones porque, para colmo, se levantan los
pisos). Es grave, porque cualquier destrozado de
Santa Cruz se encuentra en condiciones de sospechar que en esa reunión, el
contador y el escribano deben tratar, con Nuestra César los bienes que se
ocultan. Como males. Para diseñar una arquitectura creativa. Para desfilar,
decentemente, a través del dibujo de la legalidad. Por Serenella Cotan (*) Fort Knox. Continuará en el próximo artículo.
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