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Retrato de un relato
Por Guillermo Hirschfeld - 31 de Agosto, 2012, 0:47, Categoría: Opinión
En
la República
Argentina, gobernada por Cristina Fernández de Kirchner, a
los delincuentes comunes se les permite salir de prisión para participar en
actos políticos orquestados desde grupos vinculados al poder político. Bajo ese
esquema de locura, quien cometió un delito se convierte en militante de la
causa que dice gobernar la nación. En
la República
Argentina, gobernada por Cristina Fernández de Kirchner, los
niños son adoctrinados en la escuela primaria por organizaciones de
ultraizquierda como La Cámpora,
en realidad un grupo de jóvenes oportunistas que en su mayoría conforman una
casta de nuevos ricos a los que les gusta jugar a la revolución con dinero
ajeno procedente de las arcas públicas. El sistema trata de licuar la cabeza a
los niños, sí, el recurso más preciado y vulnerable de toda sociedad.
Despreciable. En
la República
Argentina, gobernada por Cristina Fernández de Kirchner, se
amedrenta por televisión a periodistas y medios de comunicación díscolos, en un
ejercicio contrario a cualquier sistema que se precie de democrático. La
libertad de expresión, la más protegida por la Constitución
argentina, es vulnerada de manera flagrante y con total impunidad. En esta
tragicomedia perversa, se celebran conferencias de prensa en las que los
principales funcionarios hablan en cadena nacional como si estuvieran
dialogando en una sórdida pizzería. El modelo no solo repugna éticamente,
también produce una nausea estética. En
la República
Argentina, gobernada por Cristina Fernández de Kirchner, se
narcotiza mediante dadivas, premios y prebendas a opinadores que se creen
profesionales del periodismo solo por poner la voz impostada y gruesa al
defender lo indefendible, desde la falsa autoridad que muchas veces les otorgan
credenciales de un pasado ficticio de lucha por los derechos humanos; y es que,
como bien recuerda el valiente periodista Jorge Lanata, muchos de ellos bajaron
de Sierra Maestra hace quince minutos. La cooptación de voluntades es otro de
los tentáculos de este pulpo de la
Pampa. Entre
tanto, la violencia está descontrolada, los ciudadanos no pueden hacer con el
dinero que ganan más que lo que el poder les indica, la inflación es brutal y,
en el último tramo de la chavización, se ha iniciado un proceso de
criminalización de la oposición francamente preocupante. El modelo contiene
todos los vertidos tóxicos del populismo radical, irresponsable y desnortado
que afortunadamente es cada vez más marginal en el resto de una región, donde lo
que prima es la sensatez, la moderación y la cordura. En la Argentina que gobierna Cristina Fernández de Kirchner se intenta dividir la sociedad en mitades irreales. Para ellos se trata de izquierda contra derecha, ricos contra pobres, revolucionarios contra reaccionarios, conservadores y neoliberales. Sin embargo, si bien la nación sí está fracturada, lo está en bandos que el Gobierno no quiere reconocer. La Argentina está dividida entre aquellos que cumplen la ley y aquellos que se sitúan al margen de ella. Este fenómeno trasciende clases sociales, niveles económicos, profesiones e ideologías. Hay, por un lado ladrones, chorros, corruptos, homicidas, impunes y, por otro, millones de individuos que se despiertan todas las mañanas para trabajar, llevar comida a casa, educar a los hijos, proteger a la familia, etc. Estos últimos son los que logran que el país sobreviva a la barbarie. Ésas
son las dos Argentinas. Lo otro es verso, inventos, cuentos chinos. Desde
el poder se habla del relato para describir la sucesión de desaguisados que
conforman la supuesta narrativa política del modelo. No deja de ser una
caricatura grotesca que incorpora elementos del más variopinto pelaje, por
ejemplo un esnobismo político frívolo que provoca urticaria, una corrupción galopante
y elementos que recuerdan a las peores pesadillas del siglo XX. El relato es
una gran mentira en Argentina. Una mentira que soslaya problemas acuciantes:
violencia, inflación, falta de libertad, concentración de los poderes
públicos... Con
furia en el corazón y de forma increíble, los que queremos a ese gran país nos
encontramos con que la
Argentina, que tiene alimentos para dar alimentar a diez
Argentinas, es presa de un modelo de naturaleza cleptocrática que se apropia
del Estado mediante una combinación de corrupción, coacción y capitalismo de
amigotes. Solo el tiempo nos dirá si aquellos argentinos que son el motor del
país y representan la honradez, el sacrificio y el trabajo prevalecerán sobre
la locura desenfrenada de un grupo de mentirosos que sólo piensan en acumular
poder y dinero. Guillermo Hirschfeld |