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Origen y evolución del idioma español - Parte 1
Por Armando Maronese - 28 de Agosto, 2012, 21:37, Categoría: Gramática - Idioma
La evolución de los últimos cinco siglos - La publicación de
la primera gramática castellana de Elio Antonio de Nebrija en 1492, fecha del
descubrimiento de América y de la toma de Granada por los Reyes Católicos,
establece la fecha inicial de la segunda gran etapa de conformación y
consolidación del idioma. A esta época pertenecen el cambio de las consonantes
que altera y consolida definitivamente el sistema fonológico del español. Desaparece la aspiración de la h,
cosa que testimonia la versificación. Se funden en un único fonema la s sonora
y sorda, prevaleciendo el valor sordo. Las consonantes ç y z pasan a ser el
fonema fricativo (con pronunciación equivalente a ts) que se escribirá ç
durante el siglo XVI y pasará a tener el valor de la z (con su pronunciación
actual) en el siglo siguiente, con lo que de esta manera se resolvió la
vacilación ortográfica c, ç, z. Las variaciones fonéticas que representaban x,
g, j, se solucionaron también en favor del sonido velar fricativo sordo que en
el XVII pasa a tener la pronunciación y grafía actuales de g y de j. Desapareció asimismo la distinción
-b-, -v- que se neutralizó en -b- durante el siglo XVI. En la morfología
aparecieron los tiempos compuestos de los verbos, y se convierte en auxiliar el
verbo haber. En la sintaxis, el orden de los elementos de la oración se hace
más rígido, y se anteponen los pronombres átonos a infinitivos y gerundios. Desde el punto de vista del léxico
adquirió una gran cantidad de neologismos, pues a estos momentos correspondió
la expansión de Castilla y, por lo tanto, el contacto con otras culturas.
Consiguió consolidarse como lengua dominante frente a otros dialectos
peninsulares, al llevarse a cabo la unidad política de Castilla y Aragón y ser
el castellano la lengua de los documentos legales, de la política exterior y la
que llegó a América de la mano de la gran empresa realizada por la Corona de Castilla, ya
fijada en la gramática normativa de Nebrija. A partir de los primeros momentos
del siglo XVI, se prefirió la denominación de española para la lengua del nuevo
imperio, y la preocupación de los intelectuales del momento se refleja en la
enorme tarea de sistematizarla, analizarla y divulgarla. Lo demuestran la publicación del
gran Diccionario de Alcalá, obra de la Universidad Complutense
creada por Cisneros; la aparición de la Minerva de Francisco de las Brozas, conocido por
El Brocense, que es una gramática normativa y descriptiva más moderna que la
realizada por el grupo francés de Port Royal, y, a principios del siglo XVII,
la publicación del Tesoro de la lengua castellana o española (1611) de
Sebastián de Covarrubias, primer diccionario de la lengua, que contiene cuanta
información histórica y sincrónica había disponible en el momento de su
publicación. En Francia, Italia e Inglaterra se
editaban gramáticas y diccionarios para aprender español, que fue la lengua
diplomática hasta la primera mitad del siglo XVIII. En esta etapa de la lengua,
se llegó al esplendor literario que representan los autores del siglo de oro.
El léxico incorpora palabras originarias de tantas lenguas como contactos
políticos tenía el imperio. Del italiano entran en el español desde el siglo XV
al XVII los nombres de la métrica y preceptiva literaria como soneto, asonante,
silva y lira, palabras relacionadas con las bellas artes como fachada, escorzo,
medalla, piano. De otros campos léxicos son
italianismos de la época centinela, alerta, escopeta, aspaviento, charlar,
estropear y muchas más. Son galicismos paje, jardín, jaula, sargento, forja o
reproche. Los americanismos, que comienzan a entrar en el siglo XVI, ofrecen
una lista referida a las realidades que en Europa no se conocían y que son
españolismos tomados por las lenguas europeas como patata, cóndor, alpaca,
vicuña, pampa, puma, papa (denominación afincada en Canarias para patata), que
proceden del quechua y el guaraní. Los términos más antiguos, como canoa, ya
citado en el diccionario de Nebrija, proceden de los Arawak. A este conjunto
pertenecen huracán, sabana, maíz, cacique, colibrí, caribe, enagua y caníbal.
De la familia de lenguas Náhuatl habladas por los Nahuas, se incorporan hule,
chocolate, tomate, cacao, aguacate y petate. El español contemporáneo - En el año 1713 se
fundó la Real Academia
Española. Su primera tarea fue la de fijar el idioma y sancionar los cambios
que de su idioma habían hecho los hablantes a lo largo de los siglos, siguiendo
unos criterios de autoridad. En esta época se había terminado el cambio
fonético y morfológico y el sistema verbal de tiempos simples y compuestos era
el mismo que ha estado vigente hasta la primera mitad del siglo XX. Los pronombres átonos ya no se
combinaban con las formas de participio y, gracias a la variación morfológica,
los elementos de la oración se pueden ordenar de formas muy diversas con una
gran variedad de los estilos literarios, desde la mayor violación sintáctica
que representan el barroco del siglo XVII, los poetas de la generación del 27 y
el lenguaje publicitario, hasta la imitación de los cánones clásicos, también
violentadores del orden del español, que incorporaron los neoclásicos o los
primeros renacentistas. Coincidiendo con otro momento de
esplendor literario, en el primer tercio del siglo XX, aparecieron las nuevas
modificaciones gramaticales que aún hoy están en proceso de asentamiento. De
ellas cabe citar: la reducción del paradigma verbal en sus formas compuestas de
indicativo y subjuntivo, la sustitución de los futuros por perífrasis verbales
del tipo "tengo que ir" por "iré", la práctica desaparición
del subjuntivo, la reduplicación de los pronombres átonos en muchas estructuras
oracionales y con verbos de significación pasiva, que están desarrollando una
conjugación en voz media como en "le debo dinero a María"; la
posposición casi sistemática de los calificativos, la reducción de los
relativos, prácticamente limitados a que y quien en la lengua hablada. Junto a ello, la irrupción
continua de neologismos, que nombran innovaciones técnicas y avances
científicos, tiene dos momentos: los anteriores a la mitad del presente siglo,
que contienen raíces clásicas como termómetro, televisión, átomo,
neurovegetativo, psicoanálisis o morfema, y los neologismos apenas
castellanizados, siglas y calcos del inglés y fruto de la difusión que de ellos
hacen las revistas especializadas, la publicidad o la prensa, como filmar,
radar, módem, casete, anticongelante, compacto, PC, o spot. El origen del español - Como dice Menéndez Pidal,
"la base del idioma es el latín vulgar, propagado en España desde fines
del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas" y al vasco, caso
de no ser una de ellas. De este substrato ibérico procede una serie de
elementos léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que en algunos
casos el latín asimiló, como: cervesia = cerveza, braca = braga, camisia =
camisa, lancea = lanza. Otros autores atribuyen a la
entonación ibérica, la peculiar manera de entonar y emitir el latín tardío en
el norte peninsular, que sería el origen de una serie de cambios en las
fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema consonántico. Otro elemento conformador del
léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo
una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro
lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en
el español en diferentes momentos históricos. Por ejemplo, los términos
huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen
del moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba)
proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe. A partir
del Renacimiento siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en español
se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras, como,
por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero. Entre los siglos
III y VI entraron los germanismos y su grueso lo hizo a través del latín por su
contacto con los pueblos bárbaros muy romanizados entre los siglos III y V. Forman parte de este cuerpo léxico:
guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de
wais y way), guarecer y burgo, que significaba 'castillo' y después pasó a ser
sinónimo de 'ciudad', tan presente en los topónimos europeos como en las
tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo junto a
Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que entraron en la
lengua tardíamente. Hay además numerosos patronímicos y sus apellidos
correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo,
Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación especial para los nombres de
varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso
sacristán. Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta
al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al
respecto. Algunos de sus hábitos
articulatorios y ciertas particularidades gramaticales, ejercieron poderosa
influencia en la conformación del castellano por dos motivos: el condado de
Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el
norte de León; junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los
árabes se repoblaban con vascos que, lógicamente, llevaron sus hábitos
lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana
hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos que
serán característicos del castellano. La introducción del sufijo -rro,
presente en los vocablos carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba
consigo un fonema extravagante y ajeno al latín y a todas las lenguas románicas
que es, sin embargo, uno de los rasgos definidores del sistema fonético
español; se trata del fonema ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r). La
otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una
f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron
en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura
que con el tiempo se perdió: así del latín farina > harina en castellano,
pero farina en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha en
portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco es irin. La lengua
árabe fue decisiva en la configuración de las lenguas de España y el español es
una de ellas, pues en la península se asentó durante ocho siglos la dominación
de este pueblo. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia
y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores
no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también en
cultura y refinamiento. De su organización social y política se aceptaron la
función y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas, alguaciles,
almonedas, almacenes. Aprendieron a contar y medir con
ceros, quilates, quintales, fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates
(hoy sastres), alfareros, albañiles que construían zaguanes, alcantarillas o
azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o algarrobas que cuidaban y regaban
por medio de acequias, aljibes, albuferas, norias y azadones. Influyeron en la
pronunciación de la s- inicial latina en j- como en jabón del latín 'saponem'.
Añadieron el sufijo -í en la formación de los adjetivos y nombres como jabalí,
marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí. Se arabizaron numerosos topónimos como
por ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta", o Baza de "Basti".
No podría entenderse correctamente la evolución de la lengua y la cultura de la
península, sin conceder al árabe y su influencia el lugar que le corresponde. ¿Castellano o Español? - Esta lengua también se llama
castellano, por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta
modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en
torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente
reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado
Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego,
catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del
territorio de sus comunidades autónomas respectivas; son esos hablantes
bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la
lengua, "castellano" entendido como 'lengua de Castilla'. En los países hispanoamericanos se
ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de
entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros
documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon
por acuerdo la denominación de lengua española. Quien mejor ha estudiado esta
espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado Castellano, español,
idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres (1943). Volver a llamar a
este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no
sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y
estudio le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel
Manacorda de Rossetti. Renunciar al término español, plantearía la dificultad
de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para
acoger en su seno, influencias y tolerancias que han contribuido a su
condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar
castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mejicanos o panameños
de calificarla como argentina, venezolana, mejicana o panameña, por citar
algunos ejemplos. Lo cual podría significar el primer paso para la
fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar
entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el
gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen controvertido. El español ayer y hoy - En la
formación del español cabe distinguir tres grandes períodos: el medieval,
también denominado del castellano antiguo, fechado entre los siglos X al XV; el
español moderno, que evolucionó desde el siglo XVI a finales del XVII; el
contemporáneo, desde la fundación de la Real Academia
Española hasta nuestros días. El castellano medieval - El nombre de la lengua procede
de la tierra de castillos que la configuró, Castilla, y antes del siglo X no
puede hablarse de ella. Por entonces existían cuatro grandes dominios
lingüísticos en la Península
que pueden fijarse por el comportamiento de la vocal breve y tónica latina, o
en sílaba interior de palabra como la o de portam que diptongó en ué en el
castellano, puerta, y vaciló entre ue, uo y ua en el leonés y aragonés (puorta)
y mozárabe (puarta). En términos generales, se mantuvo la o del latín (porta)
en la lengua del extremo occidental, el galaico-portugués -del que surgiría el
gallego y el portugués-, y en el catalán del extremo oriental, que ejercería su
influencia posterior por las tierras mediterráneas, fruto de la expansión
política. El castellano fue tan innovador en
la evolución del latín como lo fueron los habitantes de Castilla en lo
político. A esta época pertenecen las Glosas Silenses y las Emilianenses, del
siglo X, que son anotaciones en romance a los textos en latín: contienen
palabras y construcciones que no se entendían ya. Las primeras se escribieron en el
monasterio benedictino de Silos, donde para aclarar el texto de un penitencial
puede leerse "quod: por ke", "ignorante: non sapiendo"; las
Glosas Emilianenses se escriben en el monasterio de San Millán de la Cogolla o de Suso. En el sur, bajo dominio árabe,
hablaban mozárabe las comunidades hispanas que vivían en este territorio y
conservaron su lengua heredada de épocas anteriores. La mantuvieron sin grandes
alteraciones, bien por afirmación cultural que marcará la diferencia con las
comunidades judía y árabe, bien por falta de contacto con las evoluciones que
se estaban desarrollando en los territorios cristianos. En esta lengua, se
escriben algunos de los primeros poemas líricos romances: las jarchas,
composiciones escritas en alfabeto árabe o hebreo, pero que transcritas
corresponden a una lengua arábigo-andaluza. De los cambios fonéticos que se produjeron
en esta época en el castellano, el más original consistió en convertir la f-
inicial del latín en una aspiración en la lengua hablada, aunque conservada en
la escritura. El primer paso para convertir el castellano en la lengua oficial
del reino de Castilla y León lo dio en el siglo XIII Alfonso X, que mandó
componer en romance y no en latín, las grandes obras históricas, astronómicas y
legales. El castellano medieval desarrolló
una serie de fonemas que hoy han desaparecido. Distinguía entre una -s- sonora
intervocálica, que en la escritura se representaba por s, como en casa, y una s
sorda, que podía estar en posición inicial de palabra como silla, o en posición
interna en el grupo -ns-, como en pensar o en posición intervocálica que se
escribía -ss- como en viniesse. Las letras ç y z equivalían a los
sonidos africados (equivalente a ts, si era sordo, y a ds, si era sonoro), como
en plaça y facer. La letra x respondía a un sonido palatal fricativo sordo,
como la actual ch del francés o la s final del portugués y también existía el correspondiente
sonoro, que se escribía mediante j, o g ante e, i: así dixo, coger, o hijo.
Distinguía entre una bilabial oclusiva sonora -b-, que procedía de la -p-
intervocálica del latín o b de la inicial sonora del latín (y que es la que hoy
se conserva) y la fricativa sonora, que procedía de la v del latín, cuyo sonido
se mantiene hoy en Levante y algunos países americanos. Desde el punto de vista gramatical,
ya habían desaparecido las declinaciones del latín y eran las preposiciones las
que señalaban la función de las palabras en la oración. El verbo "haber"
todavía tenía el significado posesivo "tener", como en había dos
fijos y se empleaba para tener y para formar las perífrasis verbales de
obligación que originarían a partir del siglo XIV los tiempos compuestos; por
eso, entre la forma del verbo haber y el infinitivo siguiente era posible
interponer otro material léxico, hoy impensable, como en "Enrique vuestro
hermano había vos de matar por las sus manos". Los adjetivos posesivos iban
precedidos de artículo, como aún hoy ocurre en portugués; así, se decía "los
sus ojos alza". El español del siglo XII ya era la lengua de los
documentos notariales y de la
Biblia que mandó traducir Alfonso X; uno de los manuscritos
del siglo XIII se conserva en la biblioteca de El Escorial. Gracias al Camino
de Santiago entraron en la lengua los primeros galicismos, escasos en número, y
que se propagaron por la acción de los trovadores, de la poesía cortesana y la
provenzal. …/// continúa en parte 2 Por Armando Maronese
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