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¿Qué le pasa a la Presidente?
Por Joaquín Morales Solá - 14 de Agosto, 2012, 14:16, Categoría: Opinión
El
caso Scioli, un gobernador que tambalea en La Plata, es sólo un síntoma.
Cristina Kirchner es una mujer que ha cambiado profundamente en los últimos
meses. Siempre fue mandona, pero nunca había llegado a los niveles actuales de
autoritarismo. Nunca fue amplia ni tolerante, pero antes sentía cierta
curiosidad por otras realidades que ahora ha perdido. Antes le gustaba desfilar
por las pasarelas de la política internacional; ahora ha hecho de la Argentina el centro del
mundo y convirtió al mundo en un despreciable vecindario. Tres
cadenas nacionales de radio y televisión, en apenas cuatro días requieren de un
gran concepto de sí misma. Más que la repetición, sorprende lo que dice. La Presidente no les habla
a los argentinos, sino que apela a sobrentendidos para agraviar o chacotear con
el mundillo político. El exceso discursivo la empuja, también, permanentemente
al error o a la confusión, justo a ella que era una obsesiva perfeccionista con
sus apariciones públicas. Pertenece a un universo político con
poco sentido republicano, es cierto, pero antes solía subrayar su apego a la
ley. Ahora, usó sus discursos para cometer dos delitos: primero anunció que
desobedecería a la Justicia
si ésta le ordenara movilizar la
Gendarmería y luego, violó el secreto fiscal cuando expuso la
situación ante la AFIP
de un empresario inmobiliario que contó que el control de cambios fulminó su
actividad. Daniel Scioli carece de márgenes
políticos cuando el despotismo y la discrecionalidad han llegado tan lejos
¿Cómo enfrentar con palabras amables a la furia de una persistente balacera?
Scioli depende en estas horas de dos cosas. De él mismo, en primer lugar, si
perdurara en su decisión de no renunciar. Pero también de la oposición
antikirchnerista, porque estaría terminado si ésta se uniera al kirchnerismo
para tumbarlo en el Parlamento de La Plata. Scioli tiene sólo cinco legisladores, si
es que al final de cuentas fueran cinco y no menos. Algunos amigos le han aconsejado al
gobernador que se rebele ante tanta injusticia, aunque la decisión le termine
costando la renuncia. Sin recursos, con permanentes huelgas, con una
inseguridad desenfrenada y con la
Justicia desautorizando sus decisiones políticas Scioli debería,
sin embargo, nacer de nuevo para hacer lo que le piden. Tiene hasta el vicegobernador Gabriel
Mariotto en huelga. Aquella reunión con Cristina Kirchner que contó el
intendente Darío Díaz Pérez fue una acción destituyente, no sólo un discurso.
El intendente fue convocado secretamente a Olivos, donde se encontró con un
grupo selecto de intendentes que escucharon a una Presidente enardecida con
Scioli. Nunca imaginé a Cristina Kirchner hablando de esa manera de un
gobernador, confesó otro intendente que también estuvo entre los selectos. Si da una conferencia de prensa yo le
contesto por cadena nacional, había anticipado Cristina Kirchner antes de que
Scioli hablara ante los periodistas el sábado pasado. Dicho y hecho. Ni
siquiera reparó en las flores que le tiró Scioli en su conferencia de prensa.
No debía reunirse con los periodistas. Punto. Una nueva avalancha
desestabilizadora contra Scioli sucedió después. Scioli resiste, inmóvil como un Buda, y
su pacifismo incluye hasta la aceptación pública de las críticas que le hace la Presidente. Corre
el riesgo de quedar muy solo. El gobernador llamó en estos días a un dirigente
opositor para pedirle que no lo criticaran. Si vos te enamoraste de los
secuestradores, yo no tengo por qué denunciar el secuestro, le respondió el
opositor. Si Scioli no ha nacido para rebelarse,
otro destino posible es inmolarse en un eventual incendio provincial. Ese es el
riesgo que la Presidente
no ve. La provincia de Buenos Aires no es la Capital, ni Córdoba, ni Santa Fe, para hablar
sólo de los grandes distritos. Buenos Aires es un territorio bajo
responsabilidad del gobierno nacional desde que mandan los Kirchner. Lo es
cuando aporta millones de votos, pero lo es también cuando estallan sus
conflictos. La Presidente
le sacó 1.800 millones de pesos, que no se los dio a Scioli, al consumo de una
economía gravemente entumecida. No es Scioli el que no cobró el medio
aguinaldo, sino centenares de miles de bonaerenses. El péndulo de Scioli oscila
entre la improbable rebelión y una eventual hoguera. Su horizonte no es bueno,
pero el fuego podría cercar también a Cristina Kirchner. Hugo Moyano es más resuelto que Scioli.
La notificó a Cristina Fernández de que no contará en adelante con su apoyo
político y electoral. La
Presidente lo arrinconó a Moyano, otro viejo aliado, hasta la
sublevación. Con la economía en caída libre y con la inflación en franco
ascenso, ella prefirió darse el gusto de fraccionar el mapa sindical. La
aguardan meses de intensos conflictos laborales. No sólo tendrá cinco centrales
obreras, sino también un problema que preexistía: muchos jerarcas sindicales no
controlan decisivas comisiones internas. En lugar de unificar la interlocución,
que es lo que la propia Cristina kirchner hizo hasta hace poco, eligió castigar
a Moyano. Lo fragmentó, es verdad, pero quedó expuesta a la sublevación
sindical en plazos muy breves ¿Para qué ha hecho eso cuando decidió, al mismo
tiempo, la persecución implacable de la clase media, sin reparar que gran parte
de ella la votó? Le prohibió el acceso a los dólares para ahorrar, cuando la
inflación estraga los pesos y para la compraventa de inmuebles; también le
retacea dólares para viajar. Ahora la hostiga también con el consumo de
servicios públicos en un país que necesita mejorar esos servicios y no
perseguir al usuario. En un aspecto tiene razón Cristina Kirchner, si su
propósito es la revancha: la clase media argentina es naturalmente reacia al
despotismo político. Es reacia, por lo tanto, al cristinismo actual. Moyano tuvo en su congreso la mayoría de
los delegados, el 54 por ciento. Esto es así si se deja de lado a la CGT de Luís Barrionuevo, que
no puede participar de ningún congreso de la central obrera. Hace muchísimos
meses que sus gremios no pagan el aporte mensual a la CGT, porque se consideran otra
CGT. Sea como sea, Moyano no es un muerto político ni mucho menos. La Presidente había
ordenado su muerte. Sobrevivió. Ni la condición volcánica de la provincia de Buenos Aires,
ni la posibilidad de un desmadre social detienen a la Presidente. Tampoco
las mínimas reglas de la convivencia internacional. La alusión al ministro de
Economía español, Luís de Guindos, fue ciertamente ofensiva y agraviante.
Aprovechó una foto con un cierto parecido de Guindos a Domingo Cavallo
(parecido que en realidad no tiene) para tratarlo como "el pelado
ese". No lo nombró a Cavallo ni a Guindos. Sobrentendidos. Encapsulada en
el pasado, se mofó sólo para divertir a la barra kirchnerista ¿El problema era
con Repsol o es, como parece, con España y los españoles? Cristina Kirchner no era así. Delante de
este periodista describió en su momento, no sin deleite, sus conversaciones con
el rey Juan Carlos, con Nicolás Sarkozy o con Ángela Merkel. No es una
presidente que se haya ufanado antes de faltar el respeto en el exterior o que
desconozca las normas más elementales de las relaciones entre los gobiernos.
Esa vieja curiosidad por el mundo se ha desvanecido. Es una Cristina Kirchner nueva,
más radicalizada y menos realista, más arbitraria y menos predecible. Cristina
Fernández no pierde la oportunidad de pegarle a un ciego, sea Scioli o
el continente europeo con sus muchos conflictos actuales. Europa está mal, pero
la Argentina
no está mejor. Cualquiera que haya caminado por calles europeas en los últimos
tiempos pudo constatar que en la
Argentina se ven más pobreza, miseria e inseguridad que allá.
La Presidente
se pelea donde antes halagaba, porque cree decididamente en lo que dice: ella
vive en un paraíso que está en medio de un mundo que se cae. El problema de la Presidente es que no
puede romper, ante sí misma, el hechizo de su relato. La aceptación de un solo
error significaría la caída de todo el relato. Persistir en esa fantasía
necesita de cantidades cada vez más grandes de cadenas nacionales y de mayores
dosis de insoportable autoritarismo. Por Joaquín Morales Solá 15 de julio de 2012 |