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¿Son agoreros del modelo ?
Por Armando Maronese - 26 de Julio, 2012, 21:57, Categoría: Opinión
La lista engloba a ex funcionarios como
Redrado, Prat Gay, Cavallo y Lavagna. Este último ya había advertido sobre el
riesgo de que las distorsiones hagan inevitable un ajuste como el de 1975.
Hablan de tarifas insostenibles y polemizan sobre si Argentina puede revivir un
"Rodrigazo" y hacen referencia a retrasos alarmantes en los precios
de servicios públicos y falta de dólares. El Gobierno los llama "agoreros" del modelo, falsos
pronosticadores, e integrantes de la cadena nacional del desánimo y todos tienen un denominador común: han sido ex funcionarios, conocen "la
trastienda del poder" y los números finos de la economía, pero también se volcaron a la política, son
opositores y entonces sus palabras revisten cierto grado de subjetividad. Recesión, inflación, devaluación, ajuste, distorsiones de precios, presión
impositiva y modelo agotado
forman parte de su habitual vocabulario. También hacen referencia al atraso tarifario y al estado crítico que atraviesan las empresas energéticas, con algunas de
ellas en default o al borde del colapso. Uno de los que fue más allá en sus pronósticos fue Lavagna, cuando hizo referencia a un "fantasma" que sobrevuela en
estos días y que data de 1975. Ninguno
que sea menor de 50 años tiene recuerdo directo de él, pero casi todos oyeron hablar, porque la marca que dejó en quienes lo
vivieron fue inolvidable.
Se trata del llamado "Rodrigazo", el gran mega-ajuste de la historia económica argentina, y que inició la serie de
planes que siempre incluían la fórmula "devaluación
y tarifazo" para corregir
distorsiones. Su advertencia apunta a que se están acumulando similitudes en la
economía argentina que la asemejan al
momento previo a ese recordado período.
Según el ex ministro, en algunos "cenáculos iluminados" está
empezando a surgir la tentación de
corregir de una manera drástica
las distorsiones de un plumazo, como en aquella oportunidad
histórica. "¿Los que tenemos arriba de 50 años
lo recordamos muy bien. Recordamos el año 1975 y el gobierno de ese entonces, un
gobierno de una presidente peronista Todo
junto, todo rápido, supuestamente para ‘ordenar' el caos de precios relativos que, como no podía ser de
otra manera, desató una guerra distributiva. Y después... lo
que ya sabemos", señaló Lavagna tiempo atrás. Recuerdo traumático - El "Rodrigazo"
hace alusión a un plan aplicado en junio
de 1975 por el entonces ministro Celestino
Rodrigo, durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón, que había
asumido la presidencia tras la muerte de Juan Domingo Perón en 1974. Una inútil
mujer, amante del brujo López Rega y llamada la cabaretera por su pasado. Implicó una devaluación (suba del dólar) del 160%, un aumento de los combustibles de un 180%
y de todas las tarifas públicas
en un 100%. Las deudas en pesos, naturalmente tuvieron
una enorme licuación. Los salarios se ajustaron un
45% lo cual era, de hecho, una brusca disminución del poder
adquisitivo. La presión sindical
llevó a que luego hubiera nuevos
ajustes, que de todas formas quedaron licuados porque la inflación se disparó por encima de un 180% anual. El plan tenía su explicación:
había que oxigenar la economía que
enfrentaba restricciones externas (léase se había quedado sin dólares, como ahora) y se hacía impostergable sincerar los precios artificialmente
reprimidos (como ahora) Pero la forma brutal en que se hizo llevó a empresas a la bancarrota, hundió el poder adquisitivo, produjo
bruscas transferencias de recursos entre sectores por la devaluación y por
cierto, agregó nafta a la hoguera
de la violencia política imperante en aquella época. ¿Es comparable semejante
conmoción con la situación argentina
actual? Ese es el debate que se generó a partir de la advertencia de
Lavagna. No faltó quienes lo acusaron de exagerado pero, sin embargo, quedó flotando la sensación de que puede estar incubándose el germen de un
desagradable ajuste a futuro. El argumento central de
Lavagna es que, como en los comienzos de la década del '70, existe una inflación reprimida. Y la tapa de esa olla a presión sería el tipo de cambio -que no refleja la
verdadera productividad de la economía-, y las tarifas de los servicios públicos, muy retrasadas frente al resto de los precios. Como en los años '70, señala, el dólar bajo y los servicios baratos posibilitan un alto consumo
que permite un crecimiento económico... hasta que las inconsistencias ya no
puedan ser disimuladas. "El resultado es que datos vitales
de la economía, están lejos de
lo que debería ser un conjunto de
‘precios relativos', racional para un país mediano con productividad
intermedia que necesita mantener tasas de crecimiento y de inversión
altas", alertó Lavagna. Algunos hechos parecieron darle la razón sobre la gravedad del
momento. Como, por ejemplo, la difícil situación del sector energético, que quedó en evidencia con el reciente default financiero de Edesur. La principal distribuidora de
Capital Federal no pudo hacer frente
a un vencimiento de $ 31 millones, una cifra
relativamente menor en relación con sus ingresos. Y no es la única que sufre las consecuencias de tener costos
crecientes y tarifas congeladas. La distribuidora mayorista Cammesa registra deudas
impagas por $ 360 millones, con situaciones complicadas también para las
empresas Edenor y Edelap. También en el gas la mayor distribuidora,
Metrogas, que había reprogramado
su deuda hace dos años, está nuevamente
en problemas para pagar sus obligaciones por u$s 250 millones y corren
los rumores de estatización. Esta situación ha hecho que regresaran las versiones sobre la eliminación gradual de subsidios para los servicios públicos,
un camino que el Gobierno había comenzado a recorrer a comienzos de año pero
que luego detuvo, preocupado por el malhumor social que podría generar la
ampliación de la medida. Lo cierto es que el costo de dichos subsidios a empresas prestadoras de servicios
públicos (energía y transporte, principalmente), asciende a casi $ 90.000 millones anuales, una cifra
cada vez más difícil (o imposible) de
sobrellevar. Para tener una referencia de lo que implica para el Estado, este
rubro cuadruplica lo que se recauda por el controvertido Impuesto
a las Ganancias. En la medida que esta situación se
exacerba, el fantasma de una corrección brusca en los niveles
tarifarios deja de ser una hipótesis descabellada en los análisis
de los economistas, que empiezan a dudar
sobre la posibilidad de
ejecutar un ajuste gradual sin
que se genere una conmoción política. "Las anclas nominales (dólar, tarifas) no se pueden perpetuar en el tiempo porque perjudican a los
sectores que quedan retrasados. El avance
de la inflación acrecienta la distorsión de precios y hace que
aquellos que están regulados comiencen a mostrar síntomas de debilidad",
advirtió hace unos días la consultora Economía & Regiones. Similitudes y diferencias - Atraso cambiario, escasez
de divisas, dificultades para financiar
el gasto público, tarifas congeladas
de servicios, distorsión de
precios relativos... y todo en un clima de incertidumbre social. Las semejanzas
con el momento previo al "Rodrigazo" son innegables. Sin embargo, hay expertos que restan dramatismo sobre una inexorable
repetición de la historia, y observan que hay algunos atenuantes que juegan
a favor de la situación actual. Por caso, Daniel Artana, economista jefe
de la fundación FIEL, destaca que no
existe el desabastecimiento de productos
que había en los '70 y sobre todo, que el déficit fiscal de hoy, en torno del 4%, es la tercera parte del que había en
aquella época. "Todavía se pueden corregir los
desequilibrios sin que se produzca una mega crisis porque nos ayuda el contexto externo
favorable" indicó, aunque admitió que el paso del tiempo va complicando
las cosas. Mientras tanto, el economista Andrés
Méndez pone el foco sobre las reservas
del Banco Central -medidas por su capacidad de repago de la deuda
externa-, que hoy son cuatro veces más
altas que en aquel entonces. También el economista Miguel Bein
destaca una situación más desahogada:
"El nivel de reservas actual equivale a casi ocho meses de importaciones, mientras que en ese entonces apenas
alcanzaban para cubrir poco menos de dos meses". De todas formas, Bein reconoce que la distorsión de precios relativos actuales, si bien no es tan aguda como la de 1975, no es para despreciar: "Un análisis simplificado de ajustar de una vez las tarifas de servicios públicos, por el aumento del resto de los precios que componen la canasta de inflación, resulta en un aumento de 403%" señaló el analista, para quien un ajuste de este tipo es "políticamente inviable". Pero a la hora de marcar diferencias con 1975, la principal es el entorno internacional. En aquel momento, la
Argentina sufría el golpe de la caída de los precios de las materias primas, como consecuencia de la crisis petrolera de 1973.
Ello implicó una abrupta disminución en la entrada de dólares al país y, por lo
tanto, las reservas del Banco Central
disminuían a un ritmo de dos tercios en un año. Claro que, en ese entonces, la palabra "soja" era casi exótica para los argentinos, que hoy tienen en este cultivo su
principal producto de exportación, con precios
que siguen altos y una demanda firme por parte de los países
asiáticos. Sin embargo, nadie garantiza
que el "viento de cola" de la soja, a más de u$s 600 pueda durar eternamente. Pero, aun bajo la hipótesis de que las cotizaciones agrícolas sigan
beneficiando al país, empieza a haber cierto consenso entre los economistas en
el sentido de que no hay contexto
internacional por más bueno que sea, que pueda compensar un escenario doméstico con agudas distorsiones de precios y preocupante falta de inversiones. "Insistir
por este camino, a la espera de que el ‘Quini6-soja' provea más dólares, que reaparezcan los ‘20.000
millones de dólares de los chinos' o que particulares ‘negocios' con algunas
petroleras modifiquen rápidamente el escenario energético sin alterar los
precios locales de la energía, resulta una apuesta extremadamente peligrosa", advirtió el economista
Enrique Szewach. Un tsunami hecho por hombres
- En definitiva, aun reconociendo
que hay diferencias históricas que hoy "blindan" a la economía contra
los ajustes, hay quienes recomiendan no
confiarse en exceso en las bondades de la soja y reconocer el riesgo real de una distorsión que necesite
correcciones drásticas. Como Manuel Solanet, de la fundación Libertad y Progreso, quien pone la
lupa en los parecidos con otra crisis histórica: la de 2001, cuando colapsó el "uno a uno" entre el peso y el dólar. Destaca
que mientras que en aquel entonces el gasto público era un 30% del PBI, hoy
asciende al 43 por ciento. Y hace una observación inquietante:
"Se entiende por qué el Gobierno
está angustiado tras los dólares. Es que, bien computadas, las reservas se muestran insuficientes
para seguir pagando con ellas los vencimientos de la deuda pública". En la misma línea, Jorge Colina,
economista jefe de la
Fundación Idesa, señaló que el peligro es que el "modelo
K" ha tenido, como característica principal, "una vertiginosa expansión del tamaño del Estado". "Prueba de ello es que el gasto público, más que se duplicó en
términos reales al cabo de una década", observó Colina, para quien no
deben cargarse las tintas exclusivamente sobre el Gobierno. Su argumento es que los principales desequilibrios de la
economía surgen de medidas que han tenido amplio consenso de varios sectores: "Se trata de las estatizaciones de empresas, de jubilaciones otorgadas sin aportes con las moratorias, del no
ajuste de las tarifas de los servicios públicos o del nombramiento masivo de empleados estatales". En definitiva, los temores de los analistas económicos
ya no son que se produzca una "noventización" por el retraso del tipo
de cambio, ni una "ochentización" por el desborde inflacionario, sino
una "setentización"
por las condiciones parecidas a
las que dieron lugar al temido
"Rodrigazo". Tanto que por estos días, muchos están repasando aquella página de la
convulsionada historia reciente. Así lo describió el ensayista Daniel
Muchnik: "Una irrealidad que
abruptamente, de la noche a la mañana, aflora
en la superficie con fuerza
inaudita y cambia todo, la economía, la sociedad, la producción, los
modos de vida y evapora todos los contratos. Una especie de tsunami, pero creado por hombres". Y observó lo que todos sienten: 2012 no es 1975, pero a medida que el
tiempo pasa, el margen para evitar que la historia se repita es
cada vez menor. Armando Maronese
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