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Gestos de Cristina Kirchner que enojan a los argentinos
Por Luis Majul - 20 de Junio, 2012, 20:53, Categoría: Opinión
Hay gestos, símbolos y señales de alerta
que pasan desapercibidos para la mayoría de los analistas, pero que se
incrustan en la memoria inmediata de la sociedad, y que están afectando la
imagen de la Presidente.
Uno de los últimos fue el desmesurado despliegue alrededor de
su hijo, Máximo Kirchner, que habría costado 80 mil dólares, para la nación.com
y no más de 60 mil dólares, para fuentes no oficiales pero más conservadoras. Nadie discute que existe un decreto que
le permite a Cristina Fernández disponer de los bienes del Estado para
enfrentar cualquier emergencia de Ella y sus familiares directos. Tampoco nadie
pone en cuestión la preocupación de una madre que hace poco perdió a su
compañero de toda la vida cuando se entera de que su hijo, después de haber
sido afectado por una gripe que lo dejó de cama durante dos semanas y otra
afección vinculada a su colon irritable, decide ir a buscarlo de madrugada en
el Tango 01, ante la imposibilidad de que se lo atienda en el hospital público
de Río Gallegos, para tratarlo de una infección en la rodilla. Lo que le hace ruido a muchos
argentinos, en el medio de esta evidente desaceleración económica, son dos
cosas. Una: el excesivo gasto público
del hijo de una presidente con una fortuna declarada de más de 70 millones de
dólares. Beatriz Sarlo lo planteó con sencillez el jueves pasado, en Código
Político, el programa que conducen Julio Blank y Eduardo van der Kooy: “Si
Cristina Fernández es millonaria que alquile un avión”. Y dos: la constancia de que Máximo Kirchner no se puede atender de
una afección no tan grave en el hospital de la capital de la provincia donde
los Kirchner o sus incondicionales gobiernan desde hace más de veinte años. Es decir:
el brutal choque del relato oficial con los hechos concretos cuando afirma que
nunca se progresó tanto como en los últimos años. Se trata de algo parecido,
pero en otra dimensión, a la evidente contradicción que se produjo entre la
defensa del gobierno nacional de su política de transporte ferroviario y la
tragedia de Once, con sus 51 muertos y más de 700 heridos. Con el anuncio de su decisión de pasar a
pesos los más de 3 millones de dólares que tiene en un plazo fijo según la
última declaración jurada correspondiente al año 2010 y que tomó estado público
en junio de 2011, puede llegar a pasar algo parecido. Es bueno que la Presidente haga lo
mismo que el Gobierno le pide a la gente que practique. Pero debería ser más
cuidadosa, hasta en los mínimos detalles, para que ese gesto simbólico no sea
interpretado como un acto de hipocresía. La semana pasada me quedé tranquilo
después de comprobar que todas las tarifas de Los Sauces figuraban en pesos. Lo
chequeé a través de su página web y en el casillero correspondiente dice bien
clarito: pesos argentinos. Los Sauces es el hotel boutique de Calafate que es
de su propiedad y que le viene dando, a la familia Kirchner, una renta
extraordinaria, incluso antes de terminar su construcción de manera completa.
Pero ayer me volví a preocupar cuando leí una carta en el diario La Nación, en la que un lector
reveló que a un gran un amigo suyo, el encargado de Los Sauces le ofreció tomar
sus pesos a más de 6, con la cotización del dólar paralelo. Si Cristina Fernández quiere evitar que
miles de argentinos aumenten su mal humor al constatar estas incongruencias,
debería ser mucho más cuidadosa y transparente. Debería, por ejemplo, colocar
las tarifas de su hotel a la cotización del dólar oficial. Debería exhibir, por
ejemplo, el certificado del plazo fijo en dólares que habría pasado o pasará a
pesos. Debería hacer pública, incluso, la tasa de interés que ella y Néstor
Kirchner pudieron conseguir, y la entidad con la que opera. Porque ni los
peritos contables de la
Fiscalía de Investigaciones Administrativas, que en su
momento tuvieron que investigar el enriquecimiento ilícito de ambos ni los
peritos de la Corte
Suprema lograron contar con ese tipo de documentos
comprobatorios. De hecho, la actualización de su plazo fijo en dólares de 2009 a 2010 demostraría que
habrían conseguido tasas de interés del 24 por ciento en dólares, algo que
parece imposible en cualquier entidad financiera que opere de manera legal. También deberían ser muy cuidadosos cada
vez que la Presidente
y sus funcionarios viajan al exterior en misión oficial, como la que
protagonizaron, esta semana, a los Estados Unidos. Cristina Fernández y sus
principales ministros se alojaron en un hotel cuya “habitación de trabajo”
tiene un precio base de 3 mil dólares, una de las más caras de la ciudad de
Nueva York ¿Cómo hicieron los miembros de la delegación para conseguir los
dólares necesarios para el viaje? ¿En cuánto tiempo obtuvieron la autorización?
El diputado nacional por el Frente Amplio Progresista (FAP) Claudio Lozano,
denunció que, durante la semana pasada, no pudo cambiar dinero en el aeropuerto
de Ezeiza y que no le dieron una explicación satisfactoria sobre la negativa.
“Tuve que pedir dólares prestados a mis colegas” contó. Un gobierno cuyos
integrantes se la pasan levantando el dedo sobre lo que hay y no hay que hacer
deberían esmerarse para no aparecer obteniendo o consiguiendo ventajas para los
amigos. Quizá, para la mayoría de los argentinos,
resulte demasiado engorroso comprender los mecanismos que utilizaron tanto
Amado Boudou cuando era ministro de Economía como Ricardo Echegaray, desde la AFIP, para autorizar un
exclusivo y beneficioso plan de pagos de la deuda impositiva y previsional que
todavía tiene la ex Ciccone con el Estado. Pero no necesitan más. Les basta con
sospechar que fue un trato de privilegio y, posiblemente, fuera de la ley. Les
basta con constatar que dicen una cosa y hacen otra. Y eso no parecía tan grave
cuando la economía andaba muy bien y el consumo explotaba. Pero ahora resulta
intolerable, y la indignación está empezando a aparecer en todas las encuestas
de opinión. Porque una cosa es tener una Presidente con decisión y autoridad. Y
otra, muy distinta, es percibirla como la Nueva Dueña del
Estado. Por Luis Majul |