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Oscurantismo
Por Armando Maronese - 18 de Junio, 2012, 21:01, Categoría: Opinión
El oscurantismo, como se ha documentado
en los estudios sobre la
Edad Media, se basa en la imposición de límites que afectan
la extensión y diseminación del conocimiento. Uno de los principales objetivos
de este control en el medioevo, era impedir el cuestionamiento de dogmas. Si bien es muy complejo indagar sobre
los orígenes del pensamiento dogmático, éste consiste en la posesión de una
doctrina o de un conjunto de creencias sustentadas en la autoridad, que no
admiten análisis o evidencias que las invaliden. Las frecuentes amenazas sobre
los precursores del pensamiento científico; consiste en negar los derechos
cívicos y civiles, y esta opresión tuvo su auge en la edad medieval con la mal
llamada "Santa" Inquisición y denominada en la actualidad "Congregación para la Doctrina y la Fe". No se pudo en esta época entre las
muchas prohibiciones que hubo, la de dedicarse a las artes y es por esto que a
la fecha casi no hay literatura, pinturas, etc., de ese entonces. OSCURANTISMO
EN LA REPÚBLICA
ARGENTINA - Para hablar sobre este tema, es
necesario primero hacer un poco de historia. El período comprendido por la Edad Media abarca desde
el año 476, fecha de la caída del imperio romano de occidente y el año 1453 año
en que cayó el Imperio Romano de Oriente, aunque su influencia se extendió, pero
menguada, hasta el siglo XVIII. Oscurantismo (del latín obscurans, «oscurecimiento») es la
práctica de prevenir de forma deliberada que hechos o detalles de algún asunto
se den a conocer. Histórica e intelectualmente tiene dos sentidos comunes: 1)
restricción u oposición a la difusión del conocimiento al público y, 2)
oscuridad deliberada; un estilo abstruso (como a veces se da en la literatura y
el arte) caracterizado por una deliberada vaguedad. El término oscurantismo proviene del título de la sátira del siglo XVI Epistolæ Obscurorum Virorum (Cartas de los
hombres oscuros), basada en la disputa intelectual entre el humanista
alemán Johann Reuchlin y los monjes dominicos, como Johannes Pfefferkorn,
acerca de si se deberían quemar o no todos los libros judíos por no ser
cristianos. En 1509, el monje Pfefferkorn había obtenido el permiso de Maximiliano
I (1486-1519), emperador del Sacro Imperio Romano, para incinerar todos los
ejemplares del Talmud (la ley y la ética judías) de que se tuviese conocimiento
en el Sacro Imperio Romano; las Cartas
de los hombres oscuros satirizaban a los monjes dominicanos por sus
argumentos en favor de la quema de obras no cristianas. Friedrich Nietzsche dijo: «El elemento
esencial en el negro arte del oscurantismo no es que quiera oscurecer la
comprensión individual, sino que quiere ennegrecer nuestra imagen del mundo, y
oscurecer nuestra idea de la existencia». La oscuridad de la mente humana se hacía
palpable, ante la imposibilidad de cuestionar los dogmas religiosos, verdades
reveladas que no admitían crítica, ni posibilidad de prueba. La Iglesia adquirió en
esta etapa, un inmenso poder que trascendía el ámbito religioso y se trasladaba
a la vida política y social. Todo era de algún modo definido como sacro o
diabólico. No había matices ni beneficio de la duda. Así como la adopción del
cristianismo hacia fines de la
Edad Antigua, durante el mandato del emperador Teodosio, a
través del edicto de Tesalónica (24 de noviembre de 380) significó un gran
progreso, humanizando las costumbres, en la Edad Media se produjo
un gran retroceso científico, al impedirse elaborar teorías que pudieran
contradecir los dichos bíblicos. El derecho a la libre expresión de las
ideas fue coartado al punto tal, que muchos que se atrevieron a ejercerlo
terminaron condenados por los Tribunales de la Inquisición y quemados
en sus tristemente célebres hogueras. Ser llamado hereje en esa época
equivalía a la muerte civil, a la persecución, al destierro y a la muerte
misma. La antigüedad griega y romana con la
profundidad de sus pensamientos, sobre todo los procedentes de Atenas,
sufrieron el olvido prolongado e intencionado por el transcurso de los años,
pues a fin de cuentas y como afirmaba Publio: “el tiempo todo lo devora”. En la Edad Media el arte y la
filosofía tenían un único tema: el religioso cristiano. Los clásicos griegos
incluso fueron cuidadosamente olvidados. El centro de las preocupaciones humanas
era Dios y hacia allí debían dirigirse todas sus acciones para lograr una vida
virtuosa. La vida estaba plagada de sinsabores, de angustia y de castigos
corporales, solo había derecho a una vida plena y feliz en el más allá. La cultura de la época estaba en manos
de los clérigos, que monopolizaban los saberes. El trabajo no debía tener fin
de lucro, sino la mera supervivencia. Sólo los poderosos reyes, los nobles y la Iglesia nadaban en
riquezas. Galileo Galilei, por ejemplo, en pleno
siglo XVII fue censurado por sus hallazgos científicos por parte de la Iglesia. Sus estudios
que confirmaron la teoría heliocéntrica copernicana, le valieron una condena
por la que debió retractarse de sus descubrimientos, bajo amenaza de perder la
cabeza que llevaba sobre su cuello. El Renacimiento, la división del
cristianismo en católicos y protestantes, con el consiguiente debilitamiento de
la Iglesia
católica y las ideas del Iluminismo, hicieron nacer una nueva forma de
pensamiento crítico, que conduciría a la Revolución Francesa. Hasta aquí, una imagen más o menos
detallada pero muy superficial, de lo que ocurrió en el mundo durante los siglos
que duró el oscurantismo. La República Argentina, el 25 de mayo
de 2003, con la asunción como presidente de Néstor Kirchner, cuidadoso cultor
de la birome Bic de plástico, los sacos grandes y ordinarios y los mocasines baratos
del barrio de Once, abre el período del oscurantismo argentino. Una época que
llega hasta hoy, donde los reyes y nobles son los Kirchner, y el kirchnerismo y
la “iglesia” fueron y son el nutrido grupo de ancianos consejeros que se
agrupan en un conglomerado que algunos llaman “carta abierta” que de abierta
tiene poco. Los Kirchner intentaron e intentan
fundar un nuevo lugar donde es la Argentina.
Primero tacharon de homosexual y libertino al General Manuel
Belgrano. Luego de pedófilo y dictador a Domingo Faustino Sarmiento. De
fracasados a todos, desde Hipólito Yrigoyen a Juan Domingo Perón. La presidente
Cristina Elizabet Fernández Wilhelm (Ringuelet, 1953), habló en reiteradas
oportunidades de un país con “200 años de fracaso” que supuestamente los
Kirchner llevarían al éxito. A manera de fotografías se podría recordar la
inauguración del pabellón del Bicentenario y una pucherosa o siempre llorona Fernández
Wilhelm diciendo: “viva Latinoamérica”. No izando la Bandera argentina y no
cantando el Himno Nacional. Méjico, Chile y otros países han celebrado el
bicentenario este mismo año y las ceremonias formales fueron harto diferentes. El éxito supuesto al que nos llevarían
los Kirchner, nos depositaría en el mejor de los mundos y seguramente en el más
feliz y kirchnerista. Sufrimientos ahora por delicias futuras, lo mismo que
pregonaba la Iglesia
Católica en la etapa Medieval. Pero al igual que en aquel
momento donde el mundo vivió un infierno cotidiano de atraso y degradación,
donde se castigaba por pensar, los Kirchner edificaron un oscurantismo feroz en
nuestro país. La Salada, de Lomas de Zamora, ese mega emprendimiento
criminal donde se vende de todo, desde robado a falsificado, drogas y armas,
fue elegido en 2006 por la
Organización de Naciones Unidas como el icono de la venta
ilegal en el mundo occidental y la misma ONU llamó la atención en 2009 sobre el
explosivo crecimiento de la producción y el consumo de drogas en la República Argentina. Hace poco tiempo se alertó desde
organismos internacionales sobre el terrible flagelo del narcotráfico en su
vertiente más lucrativa: el lavado de dinero. Los índices de corrupción
comparten cartel con Zimbabwe y Nigeria y la educación ha pasado de estar a la
vanguardia en Latinoamérica, a compartir los últimos peldaños junto a Ecuador, Paraguay,
y Bolivia. La Argentina de los Kirchner
construye villas miseria y las convierte en reductos del narcotráfico. Esos
ghettos como la villa 31 y la 1-11-14, son lugares de negocios criminales impunes,
imposibles de cuantificar. El protocolo kirchnerista dicta que se
debe tomar un lugar determinado, habitarlo, cercarlo y a partir de ahí
convertirlo en una zona liberada. La Argentina de los Kirchner, a contramano del mundo,
regala documentos de identidad a quien lo pida. No repara en terroristas,
narcotraficantes ni criminales. La
Argentina de los Kirchner solo pide 1 voto y a cambio regala
edificios de 7 pisos en las villas, montañas gigantescas de dinero en efectivo
en subsidios y prebendas de todo tipo y color a aquellos que conforman la
nobleza Kirchner, y planes trabajar regalados a gente que no le gusta trabajar
y que luego usa como fuerza de choque. Una muestra de ello es lo acontecido en la Agencia Oficial de
Noticias TELAM, fundada hace varias décadas y que sin embargo hoy trabaja como
usina K de buenas noticias. El titular actual, ha llegado a afirmar que “es
tiempo de militantes y no de periodistas”. Entonces, la agencia de buenas
noticias se nutre de cosas que no pasan y aquellas cosas que pasan e incomodan
al régimen son celosamente guardadas, como los clásicos de Aristóteles en la Edad Media. Los canales de televisión K y otros de
índole deportiva, muestran a los nobles del kirchnerismo opinando en todo y de
todo, durante todo el tiempo. Actores que hacen las veces de deportistas y
viceversa. Cómicos pagados para hacer chistes, humillar y atacar a aquellos que
piensan diferente y advierten del peligro que significa para el país cercenar
libertades, propiciar la violencia y el descontrol, cerrando cuidadosamente los
ojos ante el crimen. Igual que como hacía la Inquisición ante las
verdades de sus acusados. Dan lástima. La Argentina de los
Kirchner, desde el 25 de mayo de 2003 hasta hoy, es la Argentina donde “la
usurpación no es delito”. Es el tiempo del Oscurantismo en la República Argentina.
Y se ve a diario, en los monólogos aburridos de la Presidente por la Cadena Nacional. Nos quieren
hacer creer tamañas mentiras, mientras detrás de esas palabras esconden la triste
y negra realidad argentina. Pero como todas las cosas que no son
reales y están destinadas a mentir a cualquier pueblo de este mundo, el destino
de las mismas es también oscuro y termina cayendo estrepitosamente,
simplemente, porque restringen mentirosamente el conocimiento del pueblo
honesto y trabajador. Cuando se restringe el
conocimiento a "unos pocos o muchos" pertenecientes a una elite que
no es dominante, el oscurantismo es fundamentalmente antidemocrático, ya que
considera a la gente intelectualmente incapaz de conocer los hechos y la verdad
sobre el gobierno de su ciudad-estado. O, en su caso, falsearle la verdad para
esconder maquinaciones lúgubres para perpetuarse en el poder u ocultar el robo
de los dineros del pueblo todo. En la Francia monárquica del siglo XVII, el marqués de
Condorcet, como científico político, documentó el oscurantismo de la aristocracia
sobre los problemas sociales que provocaron la Revolución Francesa
(1789 a
1799), que los derrocó a ellos y su rey, Luís XVI de Francia. Y tal cual como los aburridos monólogos oficiales argentinos en el segundo sentido, oscurantismo se refiere a hacer el conocimiento abstruso y difícil de entender. Durante los siglos XIX y XX el oscurantismo se convirtió en un término polémico usado para acusar a un autor de escribir deliberadamente de forma oscura para ocultar su vacuidad intelectual.
Lo más absurdo de todo es que se esconde a través de un lenguaje oscuro y pretencioso, la verdad de lo que en realidad está pasando en la Argentina; de cómo la están destruyendo a pasos agigantados; de cómo roban los fondos públicos para beneficio propio; de cómo denigran al pueblo honrado con esa actitud; de cómo protegen a la corrupción.
La Argentina tiene un vicepresidente corrupto y estafador, al igual que casi la totalidad de los ministros y los legisladores oficiales. Sería bueno que llegue el día, en que salga a la luz pública de cómo hicieron su tremenda fortuna los integrantes del matrimonio Kirchner ya que no fue trabajando, pues la totalidad de sus actos han tenido un solo fin: la codicia y el no importarles a quienes lastimaban y los mismos, siempre fueron concientes de ello.
Armando Maronese
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