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Los Celtas, sus costumbres y el árbol de Navidad

Por Armando Maronese - 16 de Diciembre, 2007, 21:21, Categoría: Cultura - Educación - Literatura

La mayoría de los eruditos concuerdan en que la Iglesia católica, fijó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo, más por razones sociales que por asunto de fe, pues tal como se sabe, esa fecha correspondía a la festividad pagana romana que honraba el nacimiento del sol. La Iglesia católica adoptó el criterio de que era apropiado perpetuar una festividad cuyo propósito era honrar el nacimiento de Cristo. Por lo tanto, en el concilio de Tours, celebrado el 567 dC, se proclamó que los 12 días comprendidos entre Navidad y la Epifanía constituían una época festiva sagrada.

El árbol de Navidad es de origen celta, que señala el nacimiento o renacimiento, el despertar de Wotan crucificado 9 días en el fresno Yggdrasil, para obtener el conocimiento de las runas y ser liberado como un nuevo dios. La tradición del árbol lleno de dulces también tiene su asidero en tradiciones paganas. El dar alimentos a los duendes y seres espirituales que visitan la casa, es la comunidad del hombre pagano con su espiritualidad, con su lado divino.

La adoración a los árboles, que era común entre los Europeos paganos, perduró después de la conversión de estos al cristianismo, en las costumbres escandinavas de adornar la casa y el granero con plantas de hoja perenne en año nuevo para ahuyentar al demonio, y de poner un árbol para las aves durante la época de Navidad, al igual que la costumbre norteña, poco extendida hacia el extremo sur de América, del beso bajo el muérdago, planta sagrada de los druidas.

El 08 de diciembre la tradición impone comenzar a armar el Árbol de Navidad, generalmente de un pino o un abeto, tradición cristiana que reconoce raíces paganas, especialmente de los celtas, que al comenzar el solsticio de invierno adornaban un roble –su árbol sagrado-, para asegurarse el regreso del Sol.

Aunque el árbol navideño y la Virgen María no tengan ninguna relación, la Iglesia buscó la forma de establecerla, promoviendo que se comenzara a armarlo el día de la Inmaculada Concepción, a lo que la superstición le añadió que "es para tener suerte".

El roble fue el árbol de la realeza, y así en las iglesias de Santa Eulalia y la Capilla de la Santa Cruz,  donde estuvieron enterrados Pelayo y Favila respectivamente, nos encontramos con hojas de roble grabadas en piedra. Este árbol junto con el Tejo, eran verdaderos jueces de paz, guardianes de la justicia y la veracidad. En lugar de jurar sobre la Biblia se hacía bajo el Roble sagrado.

En invierno, los robles pierden sus hojas, de ahí que los celtas le adosaran pequeñas antorchas y ramas de especies perennes, en la creencia de que así lo protegían del frío invierno y lo ayudaban a recobrar fuerzas para retoñar en primavera.

Hoy, la ceremonia es más expeditiva: se va al mercado, se compra un pino o un abeto de plástico y se le cuelgan moños de seda, globos brillantes y luces eléctricas. Pero antes de que aparecieran las luces eléctricas se utilizaban velas que se ponían en los extremos de las ramas las cuales –a través del tiempo-, fueron siendo más pequeñas a medida que los árboles también lo eran.

La utilización de velas en las iglesias cristianas, algo tan común en nuestros días, tiene su nacimiento en la tradición de Wotan. Considerada como una tradición pagana por la iglesia (por los primeros padres), fue resistida al principio por el emperador Tertuliano, quién se opuso a su uso. Lactancio consideró una locura la pagana adoración de las luces. Pero su permisividad por parte de este emperador posibilitó el uso de las mismas y su indisoluble unión hasta la actualidad con la fe cristiana.

Cabe agregar que la costumbre cristiana de colocar regalos a los pies del árbol  y abrirlos en Navidad, también proviene de los celtas quienes una vez producido el solsticio  (21 de diciembre), se repartían entre las antorchas como augurio de un pronto verano.

Árbol del Universo – En el norte de Europa existió además el Árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa estaba el palacio de Odín, el máximo dios, de donde los primeros evangelistas tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole el significado.

Ocurría que mientras a Yggdrasil se le ofrecían sacrificios humanos, para los cristianos eso no hacía falta: Jesús ya había dado su vida en los maderos de la Cruz (el árbol), para salvar a la humanidad.

A propósito de esto, se cuenta que San Bonifacio, evangelizador de Alemania, sesgó con un hacha un árbol que representaba el Yggdrasil y ante el cual se estaba por sacrificar a un niño y que de allí brotó milagrosamente un abeto.

Mientras los cristianos protestantes eligen el pino, los católicos no dudan en preferir el abeto y esto tiene que ver con que fue Martín Lutero, padre de la Reforma, quien impuso el pino como Árbol de Navidad, porque sus hojas, que simbolizan el amor eterno a Dios, debían ser perennes.

A esta idea también adhirieron los católicos, pero para distinguirse de los protestantes lo suplantaron por el abeto, que además de hojas perennes, tiene una forma triangular que representa a la Santísima Trinidad.

Por su parte, los judíos poseen su Árbol de la Vida, que no existe materialmente, pero que se dibuja con diez redondeles que representan las diez emanaciones espirituales o sefirots, a través de las cuales Dios habría dado origen a todo lo existente.

Estas diez emanaciones se interconectan a su vez, con las 22 letras del alfabeto hebreo y su compleja interpretación entra en el terreno de la Cábala.

Manzano del Paraíso – El Árbol de Navidad también recuerda al manzano del Paraíso, de cuyos frutos comieron Adán y Eva y de donde provino el pecado original.

Normalmente se cree que vestir el árbol enteramente de rojo, depara pasión; si de oro, riqueza; si de blanco, paz; si de azul, tranquilidad; si de amarillo, éxito; si de naranja, alegría; si de marrón o beige, trabajo; si de verde, esperanza.

Pero para los católicos devotos, el simbolismo es otro: las esferas representan los rezos que se hacen durante el período de Adviento y sus colores responden, si son rojas, a peticiones; si plateadas, a agradecimiento; las doradas son de alabanza y las azules de arrepentimiento.

Además, la estrella que se acostumbra poner en la punta del árbol, representa la fe que debe guiar la vida del cristiano.

El Árbol de Navidad debe poseer entre 24 a 28 esferas, dependiendo de los días que tenga el Adviento, que se van colgando desde el 8 de diciembre hasta Nochebuena, y cada una se acompaña de una oración o un propósito.

Pasado el día de Reyes Magos, el árbol de plástico es despojado de sus adornos, doblado al medio y guardado hasta el próximo comienzo de Adviento en una caja, bien arriba, en un armario o placard, para que no moleste. Pese a la perennidad que simboliza, sobrevive menos de un mes: apenas entre el 8 de diciembre y el 6 de enero.

El 6 de enero era un día consagrado a la Fiesta del solsticio de invierno, entre los egipcios y los árabes. La secta de los "gnósticos", hacia los años 120-140 dC, cristianizó esta fiesta pagana en honor del sol. En las celebraciones consagradas al sol o dedicadas a la vegetación, se invocaba prosperidad para las personas y los bienes durante el año entrante. La Iglesia supo asumir gran parte de estos ritos de fertilidad y de expulsión del invierno, y redirigió el culto hacia conmemoraciones cristianas, entre las que destacan las fechas de San Antón, San Sebastián, Las Candelas y San Blas, momento en el que el invierno alcanza su punto álgido.

¿Y qué pasa con el lechón de Navidad? En muchos países se sacrificaba un jabalí al dios. Se dice que Adonis o Tamuz, murió de la herida causada por el colmillo de un jabalí. Se practicaba entonces el mito popular de la diosa Diana, la cazadora, gran madre de los dioses, de matar un jabalí y quitarle la cabeza como símbolo de éxito en la cacería. Esta es la razón por la que aún en muchos países es tradición comer carne de cerdo en Navidad.

Armando Maronese

Fuente: Museum Vatican – TELAM

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