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Arde París
Por Armando Maronese - 11 de Febrero, 2006, 18:16, Categoría: Política - Políticos
El gobierno francés ha decidido enfrentar la rebelión de los barrios populares de la periferia de sus ciudades, mediante una escalada represiva. El espantapájaros de una marejada de opinión en favor de la extrema derecha (Frente Nacional de Jean Marie Le Pen), debido a la proximidad de la elección presidencial de 2007, explica las medidas represivas y la exhibición ostentosa de fuerza en los suburbios populares.
La historia de Francia y sus inmigrantes es una historia de conflictos, de amor y odio. Se remonta al siglo XIX, cuando a consecuencia de la industrialización, Francia atrajo a su territorio a miles de italianos y luego de polacos que trabajaron fundamentalmente en las minas de carbón, en condiciones más que deplorables. Con todo, los parias de entonces tenían al menos un trabajo, inexistente o escaso en sus países. La integración no fue fácil. Los enfrentamientos contra italianos en el sur de Francia, terminaron muchas veces con muertos y heridos. Igual cosa en las minas del norte, donde los trabajadores polacos sufrieron la represión y poco a poco se integraron a las organizaciones sindicales francesas.
Carne de CAÑONDurante la primera guerra mundial se hizo necesaria una abundante "carne de cañón". Aparte de los miles de campesinos y obreros franceses muertos en esa primera carnicería, también los africanos dieron su vida en la guerra de rapiña en la que estaba comprometido su colonizador. Miles de fusileros senegaleses, argelinos y marroquíes "cubrieron de sangre los campos de Francia", como dice el tango de Carlos Gardel.
Para entonces miles de españoles se habían instalado en Francia, huyendo de la represión franquista o de la miseria que azotó a España durante los años de posguerra. Al final de la guerra civil española, los combatientes republicanos no fueron muy bien recibidos, como lo demuestra el campo de concentración de Argelés, donde miles de soldados republicanos fueron internados con sus familias. Otros corrieron peor suerte y fueron entregados por el gobierno del mariscal Pétain a la venganza de Franco. Fue el caso de Luis Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña, quien fue ejecutado. Ello no fue óbice para que en agosto de 1944, cuando los primeros blindados atravesaron el Sena durante la liberación de París, los tanques llevaran sugestivos nombres españoles: Brunete, Guadalajara, Ebro, Guadalete. Eran oficiales y tanquistas republicanos que combatían al invasor alemán bajo el tricolor francés.
Mano de obra barataEn los años 50, el capitalismo europeo estaba en plena expansión y necesitaba más brazos. Francia procedió entonces a crear oficinas especializadas y a contratar trabajadores extranjeros, principalmente españoles y luego portugueses, yugoslavos y griegos. En los años 60 llegaron en masa portugueses, argelinos, tunecinos y marroquíes. También trabajadores de sus ex colonias africanas. Sin embargo, la herida no cicatrizada dejada por la cruenta guerra de Argelia, territorio que Francia debió abandonar en 1962, había hecho mella en parte de la población francesa que siempre ha guardado rencor por este episodio trágico de su historia reciente.
Algunos consideran que estos inmigrantes de los años 60 -principalmente los árabes-, constituyen un contingente de extranjeros muy diferente de los inmigrantes precedentes. Se trataría de personas de cultura y religión diferentes, casi incompatibles con la supuestamente católica Francia, hija mayor de la Iglesia.
Desde el inicio, la República francesa adoptó el llamado "jus solis", inscribiendo en la Constitución que todo hombre o mujer nacido en Francia, hijo de padres extranjeros, podía ser francés si lo deseaba. Ello se oponía al "jus sanguinis", empleado durante largos años por Alemania, por ejemplo, que basaba la nacionalidad en criterios de filiación. Miles de revolucionarios de toda Europa acudieron desde fines del siglo XVIII a Francia, puesto que además se había inscrito en las constituciones que todo hombre que luchaba contra la monarquía tenía su lugar en el territorio de la República. Este criterio, estuvo presente en la Comuna de París. Muchos comuneros extranjeros, que incluso fueron elegidos diputados como Garibaldi, gozaron de las mismas garantías y derechos que los franceses.
Ruido y olor de inmigrantesHace algunos años, el actual presidente de la República, Jacques Chirac, aludió en un discurso, al ruido y al olor difícilmente soportable para los franceses que tuvieran la mala fortuna de vivir en barrios periféricos, al lado de extranjeros.
La xenofobia actual ha sido alentada como instrumento, para obtener dividendos políticos por el actual ministro del Interior, Nicolás Sarkozy, nacido en una familia de banqueros húngaros conversos. Asumiendo un lenguaje importado de Estados Unidos, ha escogido e impuesto una estrategia donde el tema de la inseguridad ciudadana, la inmigración ilegal y la delicuencia son expresiones -según Sarkozy-, de un mismo problema.
Si frente a emigrantes de color -africanos o antillanos- dicho sentimiento es menor, ello se debe a que no son percibidos como elementos portadores de una cultura o de valores que cuestionen la cultura occidental o el modo de vida francés. De allí el comportamiento paternalista hacia ellos y la virulencia antiárabe y antimusulmana. Árabes y musulmanes, son percibidos como portadores de elementos de una cultura otrora brillante y que constituye hoy un conglomerado de mil millones de personas, que ejercen una influencia importante en la escena internacional.
Los jovenes en rebelionPor otra parte, los jóvenes de la llamada segunda generación, parecen no estar dispuestos a hacer los penosos trabajos realizados por sus mayores. Paradojalmente, si bien afirman con fuerza su especificidad cultural, no desean vivir ni volver a la tierra de sus antepasados.
El alzamiento de la juventud de las barriadas populares ha sido un movimiento espontáneo, no organizado y despolitizado. La disminución de los "actos vandálicos", como los llaman el gobierno y los "honestos" ciudadanos -que aterrados piden la intervención del ejército-, está ligada al cansancio de los jóvenes y es consecuencia del carácter espontáneo, despolitizado y falto de organización. Por ello, la histeria represiva es injustificable y sólo se explica por cálculos políticos, toda vez que quien desencadenó la revuelta, el ministro Sarkozy, es candidato a la próxima elección presidencial y trata de pescar votos en aguas de la extrema derecha. No obstante, según ha trascendido, es el FN de Le Pen quien está capitalizando el terror que inspiran los desheredados de los suburbios populares. Y éste no vacila en realizar mítines llamando a adherir a su partido acuñando el eslogan "Le Pen tenía razón".
¿Dónde se sitúa la violencia? Porque, ¿cómo habría que llamar a un sistema criminal que por un lado acumula riquezas colosales y destruye, al mismo tiempo, miles de empleos generando las condiciones para el incremento de la violencia en los suburbios populares?
Los bárbaros viven en ghettos, en habitaciones insalubres, no tienen empleo y sufren cotidianamente la hostilidad de la policía y de una sociedad que una vez que ha utilizado y estrujado hasta la médula a sus padres, se niega ahora a reconocer sus derechos. "Sóis todos hijas e hijos de la República", expresó en su intervención Jacques Chirac. Se ha necesitado la violencia de los bárbaros para obligar a algunos a escuchar sus quejas. . Armando Maronese .
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