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El argentino y el peronismo

Por Armando Maronese - 6 de Febrero, 2006, 0:35, Categoría: Peronismo: régimen, caída e historia

El peronismo es uno de los movimientos más enigmáticos, más difíciles de clasificar, de entender y más contradictorio de toda América Latina.

Hay peronismos de todos los colores y para todos los gustos: de izquierda, de centro, de derecha, fuera de las corrientes políticas tradicionales o dentro de ellas. Uno se tiene que preguntar por el denominador común, si es que lo hay.

En sus orígenes parecía más claro, aún cuando la contradicción ya era notoria, pero después se desgranó en las tendencias y hasta en los estilos políticos más diferentes. Es demasiado complicado dar una respuesta definitiva, por eso me limito a reseñar un testimonio de un largo camino vivido y estudiado sobre el tema.

Es probable que la contradicción, la ambivalencia, sean elementos esenciales del fenómeno: partes de su naturaleza misma.

Por otro lado ¿qué tenemos? Tenemos a la sociedad argentina. Pero acá, antes de proseguir, tengo que hacer una diferenciación obligada.

La sociedad argentina estuvo y está compuesta, por un lado, por los habitantes de la ciudad de Buenos Aires (los porteños) y, por el otro, por los demás habitantes de la Argentina, que los porteños llaman "del interior".

Hay una gran diferencia entre los "del interior" y los porteños, en todo sentido. Una diferencia abismal y, lo peor del caso,  es que cuando se tilda de algo al porteño, de rebote se la está tildando de lo mismo a toda la sociedad argentina y ahí está el error. Los del interior, eran y son gente sencilla, amable, bien educada y respetuosa de su prójimo.

Una vez aclarado el tema de la generalización equivocada que se hace de los actos de los porteños, sigo.

Por eso, la sociedad "porteña" anterior a Juan Domingo Perón, era la más oligárquica, la más clasista y cerrada de todo el mundo hispanoamericano. Era y es, además, una de las más racistas, lo cual no es poco decir. Tenía un sentimiento de clara superioridad ante los del "interior" y frente al mestizaje y no mestizaje brasileño, peruano, boliviano, paraguayo e incluso hacia los chilenos y uruguayos. Es decir, a todos.

Los porteños cuando iban a algunos de esos países, miraban a sus vecinos con evidente arrogancia. Pero no quedaba ahí el asunto, pues el porteño era arrogante donde pusiera su pié. Examinaban con no disimulado desdén a "los otros", desde la raya de los pantalones, el brillo de los zapatos, hasta la calidad de sus corbatas y los tildaban de provincianos. Desgraciadamente, eso no acabó por parte del porteño, y las consecuencias la pagan todos los argentinos por rebote.

La oligarquía argentina, apoyada en una riqueza agrícola enorme, no tenía un verdadero contrapeso interno. La llegada del entonces coronel Juan Domingo Perón y de Eva Duarte a la Casa Rosada, fue un remezón radical, sorprendente, revolucionario en más de algún aspecto y cuyas ondas expansivas se sintieron en todos los países vecinos. Fue un cambio social sin precedentes en la América Latina de aquellos años, con la sola excepción de la revolución mejicana.

La primera impresión de cualquier persona que llegara a Buenos Aires por los años 1946 y 1947, era de estar en una ciudad muy desarrollada, llena de magníficas avenidas, de grandes librerías y de una vida nocturna intensa. Era una impresión de fuerza, de grandeza, de vida cosmopolita, al conocer otras ciudades de nuestra lengua. Ni siquiera Méjico. Madrid, Barcelona, parecían comparables a esa Buenos Aires de los años cuarenta pero, a nadie se le ocurría sospechar siquiera del régimen gobernante y de la destrucción que éste ocasionaba.

Pero los habitantes "del interior" sabían, por otro lado, que el fenómeno se venía de atrás y se acercaba a pasos agigantados y que la gran riqueza del país había empezado a declinar, fluyendo hacia las arcas del entonces gobernante argentino.

También había una sensación general, probablemente interesada, provocada por los sectores más reaccionarios del país, de que la gran ciudad había entrado en un proceso de lenta e inevitable decadencia.

Una tarde, no se sabe bien si trataron de ponerle una bomba a Perón o fue un ardid de éste. La cuestión que Perón hizo entonces, una demostración de poder fascista. Llamó a sus partidarios a reunirse en la Plaza de Mayo. La plaza, los árboles y todos los grandes edificios que rodean hoy en día la casa de gobierno, que estaban en ese entonces en construcción, se encontraban llenos de gente.

Una enorme masa de obreros rugía y ovacionaba; era una muchedumbre compacta, que ocupaba hasta el último espacio disponible. Y en el centro del balcón principal de la Casa Rosada, se veían las figuras clásicas e inconfundibles de Perón y Eva Duarte. Ante las primeras palabras de ella, la multitud rugió enardecida. Esta mujer tenía una voz, una oratoria y hasta una presencia en ese momento, superiores a las de su marido. En general siempre fue así. Había tenido una breve experiencia en el radioteatro y un frustrado paso por el cine y había sabido aprovecharla a fondo.

El peronismo no habría sido lo que fue sin su participación, enteramente nueva en la política latinoamericana y hasta mundial. Era la base de una leyenda segura y se transformó muy pronto en una de las grandes leyendas de nuestra época. Pero había que llevarse muy bien con ella, acatar sus órdenes ciegamente y abrir el bolsillo ante su pedido pues, en caso contrario, la pena era capital y muchos industriales y grandes comerciantes mordieron el polvo por ello. La tétrica Fundación Eva Perón, a cargo de su hermano Juan Duarte, era la encargada de tal fin.

Un profesor de filosofía del Instituto Pedagógico de Chile, el alemán Erwin von Rüsh, gran conocedor del comunismo soviético y del nazismo y que se dedicaba en esos días a estudiar el fenómeno peronista, habló en una conferencia que había dado en coronel Perón en Santiago, hacia fines de la década del treinta, en tiempos en que era agregado militar de su país en Chile. Perón, citado por el profesor, hombre que había enseñado en la Alemania de Hitler y que había conseguido huir a Valparaíso, explicaba en su charla que el acontecimiento más importante del siglo XX, había sido la Revolución de Octubre.

Frente a ella, y esto lo había desarrollado el conferencista de una manera más elaborada y detallada, la única posición conservadora coherente consistía en ceder en un veinte o un treinta por ciento para no perderlo todo. Era la idea de Lampedusa, en el Gatopardo, la de aceptar un cambio parcial para que en el fondo nada cambie.

Como la clase dirigente argentina no lo había entendido, ni estaba en condiciones de entenderlo, el peronismo impuso este criterio por la fuerza, a través de un régimen dictatorial fascista.

Perón, era un devoto de Mussolini, al cual imitó en todo y, en segundo lugar, de Hitler. No en vano los uniformes militares y policiales argentinos, eran una réplica de sus modelos alemanes.

Perón favoreció en todo lo que pudo a sus ídolos europeos y así fue, como entraron a fines de la segunda guerra mundial, grandes jerarcas nazis a la Argentina pero..., a cambio de grandes cantidades de lingotes de oro traídos a bordo de los submarinos alemanes U-29.

El peronismo nació fascista, siguió y sigue siendo igual. Lo llaman justicialista, pero nada tiene de justicia social, todo lo contrario.

Si bien los años pasaron y estamos a mitad de la primera década de 2000/2010, estas historias del pasado pueden dar una idea del peronismo actual. Se disfraza con diferentes caras, pero en el fondo persigue lo mismo, el propio bolsillo y la protección de la corrupción.

El peronismo actual, el de Carlos Menem, de Eduardo Duhalde, de Néstor Carlos Kirchner, son todos copiados al carbónico; diferentes caras, diferentes métodos pero, en definitiva, es lo mismo. Igualmente, de todos modos, conviene tenerlos en cuenta, para la historia futura.

El peronismo más que un partido político, es un movimiento nacionalista con aspectos de reformismo social, con nostalgias fascistas de fondo, pero que en estos dos últimos años reverdecen a pasos agigantados; en definitiva conservador en sí mismo.

Supongo que a eso se refería Duhalde y Kirchner, cuando declaraban que representaban la "tradición peronista", y acusaban a Menem de una desviación de derecha neoliberal.

El peronismo, sea como sea, tuvo una evidente función en la historia argentina, puesto que remeció estructuras anquilosadas y oligárquicas de la sociedad, aún cuando no llegó y tampoco pretendió eliminarlas de raíz. Sólo el que lo intentó y no lo logró, fue Perón.

Es probable que, todavía, el peronismo no haya encontrado una forma viable, eficiente, realmente moderna de gobernar, pero no es imposible esto, a partir de que los políticos peronistas de turno en el poder y todos en general, comiencen a observar con más detenimiento y comprender, la angustia de la mayor parte del pueblo argentino.

El país ya tocó fondo, creo, y es deseable para todos que emprenda el camino de salida de la crisis en la cual está inmerso, pero para ello se necesita primero que los peronistas se despojen de su corrupción, de sus ideas que rayan en la monarquía y se vuelquen de una buena vez por todas, a la idea de una democracia representativa y federal y, por ende, dejar de lado el verticalismo.

Luego de ello, vendrían otras cosas en mejora del bien común. Un aspecto nuevo de toda la situación, es el proyecto de alianza con el Brasil y, si entra Chile en el acuerdo, nos encontraríamos frente a una inesperada y curiosa reedición del ABC (Argentina, Brasil y Chile) de principios del siglo XX. No sería un conjunto cerrado, esta vez, ya que existen otros pactos y uniones con otros países hermanos latinoamericanos, y no estaría condenado de antemano, debido a su carácter excluyente como ocurrió con el ABC de hace 100 años. Todavía en la Argentina está casi todo por verse, pero creo que cuando Néstor Carlos Kirchner deje el poder el año que viene, se podría mirar el presente, en la historia del país, con relativo optimismo.

Quiero creer y Dios sabe que así es, que el pueblo argentino está comenzando a abrir sus ojos y también su mente y por lo tanto, a diferenciar.

Igualmente, sé que el proceso es demasiado lento, y que lo que ancla a la Argentina en el fondo del pozo oscuro y fangoso en donde nos encontramos, está demasiado enquistado, pero cuando el pueblo quiere no hay enquiste que valga; sólo de él depende. Abrir los ojos y mente o morir.

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Armando Maronese

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