Existen personas que necesitan constantemente el reconocimiento ajeno. Requieren atención, repetir una y otra vez sus problemas y sentirse importantes. Suelen conseguir agotar a su interlocutor y, con el tiempo, alejar a sus seres queridos.
No es difícil reconocerlos. Son aquellas personas que su solo recuerdo da ganas de huir. Luego de una charla quitan las fuerzas y dejan a sus receptores sin ganas de seguir en su compañía. La psicóloga norteamericana Judith Orloff, autora del best seller Energía Positiva, clasificó en cinco tipos a estos vampiros emocionales.
El personaje llorón: no deja de quejarse sobre sus problemas. "El mundo entero está en su contra y siempre hay alguien a quien culpar de su desgracia y tristeza", explica la especialista. Suelen analizar una y otra vez la misma situación, siempre quejándose por los mismos asuntos. No aceptan los consejos de sus allegados, pero siempre los están pidiendo.
Culpador profesional: esta persona está siempre a la defensiva. Suele descontrolarse, sobrereaccionar y buscar culpables por las situaciones que ella misma genera. Acostumbra ser verbalmente agresiva y abusiva.
Reyes del drama: suelen comenzar sus frases con: "no sabés lo que me pasó hoy". Se manejan en los extremos y saltan de crisis en crisis. A todo le otorgan un valor trascendental y se hacen problema por absolutamente todo.
Conversador constante: tardan horas en relatar una idea. Dan vueltas y vueltas en su relato y les encanta ser escuchados con atención. Para ellos, sus seres queridos son simples espectadores de sus vidas. Sólo están conectados con los que les pasa a ellos mismas.
El adicto a la yugular: boicotean cada iniciativa ajena. Siempre sus problemas son más graves, sus soluciones mejores y sus proyectos más completos. Suelen buscar el lado negativo de las decisiones que toman los demás.
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